Blog de la asignatura Crítica Teatral 2

impartida por Juan Antonio Vizcaíno


lunes, 14 de junio de 2010

Ya soy conocedor del alma humana

Cuando uno dirige todos sus deseos hacia el conocimiento; puede pasar en sus avatares por distintos grados de satisfacción, según quedan resueltas distintas cuestiones, en función de las capacidades de respuesta que adquiere el hombre en la constitución de su conciencia.

En el niño, todo funciona como una máquina resuelta por el placer que supone el primer contacto con el mundo, y por la fantasía que explota en la posibilidad de una realidad que adopta formas y colores al antojo de una imaginación plástica y sincera.

El niño comienza a descubrir y manejar el lenguaje con soltura. Empiezan los problemas. Códigos y sistemas complejizan la máquina. Ya nada es lo que era; por que lo que era sólo parecía serlo por el gusto de que así fuese. Ahora otros dicen cómo funcionan otros mecanismos que antes, en un estado pleno de ignorancia, no hacían falta para entender lo que realmente se quería. Las cosas se llaman de una manera, tienen nombres, esos nombres hacen cosas mediante verbos... Pero nada en esa nueva realidad recién empezada a construirse, es tan peligroso como una simple palabra, un jodido verbo, que el niño tendrá que aprender a justificar como aquel sí mismo que antes se recreaba en el placer del juego de posibilidades. Esta engañosa palabra: SER, todavía vacía de significado, acompañará siempre al hombre como una triste sombra, impulsando aquellas ansias de conocimiento hacia su territorio más peligroso, las preguntas sobre él:

¿Qué es ser?

¿Quién soy yo?

¿Por que yo soy yo y no otro?

Volviendo a la realidad en la que ya se encuentra el niño instalado. A partir de entonces, todo lo demás se convierte en asunción de reglas y deberes mientras uno crece, y se transforma en algo más o menos definido. Dentro de esas reglas, uno puede seguir preguntándose. Para encontrar respuestas, el joven debe recibir una formación adecuada que guíe su ímpetu. He aquí el error del que vengo a relatar, el cual se me mostró en una realidad cotidiana hace no mucho tiempo.

Decidí estudiar psicología, otros se decantan por la filosofía, la física, la teología.... Creí encontrar en esta nueva ciencia el consuelo a muchos de los tormentos que habían terminando con aquel juego de posibilidades. Psicología, que viene a significar el estudio del alma o actividad de la mente, parecía ser la respuesta definitiva. ¿Qué conocimiento más interesante puede haber que el de la Psique humana? ¿Qué puede haber que no se encuentre en el alma? ¿Qué no se podrá comprender, una vez que se conoce el alma humana?

Además, se podrá paliar el dolor del alma de otros. Será una profesión casi mesiánica. Pero para llegar a ser profesional, uno debe estudiar duramente una carrera universitaria que resumiré con brevedad:

Alumno (Con la voz trémula de un evangelista al dirigirse al maestro.).- Esto...Acabo de leer una magnífica obra de teatro: Hamlet, de William Shakespeare. Y lo de ser o no ser me ha dejado profundamente consternado. ¿Cuál cree usted que era el problema de Hamlet? ¿No había superado la fase Edípica? ¿Por el incesto materno, pudo inhibir impulsos asesinos hacia la madre? ¿Siente una repugnancia tal a su cometido que reprime la acción?

Profesor o Catedrático del alma humana.- En primer lugar, aquí, en España, en Europa, y gracias a décadas de trabajo junto a nuestros colegas americanos, todas esas palabras: "inhibición", "Edipo"... están prohibidas bajo pena de considerar al sujeto que las genere como un filósofo; o un pajillero mental (Entonces se producen risas en el aula donde se aprende el alma humana.). Aquí y en todas las facultades que hacen avanzar esta ciencia, preferimos hablar en términos de variables objetivables; que requieren para su contrastación de garantías científicas como la validez y la fiabilidad; y que si las quieres poner nombre propio, lee este manual donde están todos los trastornos y características del ser humano: el DSM-IV (El libro más vendido del mundo, por cierto. El cual levanta como Moisés hizo con los diez mandamientos).

Aunque como al niño al que le ponían nombre a todo, también sienta cierto desasosiego, seguirá estudiando y dirá: "No pasa nada, ya seré psicólogo a mi manera".

Situándonos en el mejor de los casos posibles, pensemos que el joven estudiante del alma, ya fuera de la facultad o refinería (como a él le gustaba llamarla), ha encontrado un lugar donde aprender un tipo de psicología que le servirá; para además de seguir estudiando los entresijos de la conciencia y la locura, poder vivir de ayudar a otros en los dolores que devienen a atreverse a conocer (se). Él ya está satisfecho, y piensa: "Ya soy psicólogo, ya soy conocedor del alma humana".

Esto pudo pensarlo por ejemplo, como yo, en el coche yendo al primer día de trabajo. Y he aquí donde aconteció la situación de la que vengo a acordarme.

La máquina que me llevaba al trabajo falló. Y como todo conductor que necesita su coche en el día a día, la llevé al taller mecánico. Allí me encontré con la persona que derrumbaría la montaña de mi saber.

Mecánico.- Veamos... Es un problema muy simple. La transmisión no hace contacto. Esto se lo arreglo en un momento (Empieza el arreglo.) ¿Usted a que se dedica?

Psicólogo.- Soy psicólogo.

Mecánico.- No me diga. Pues mire que bien. Llevaba tiempo queriendo preguntarle algo a un psicólogo, pero nunca me atrevo. ¿Sabes usted? Me da un poco de vergüenza.

Psicólogo.- No se preocupe. No voy a juzgarle.

Mecánico.- Pues verá (Mientras salta aceite y suenan choques metálicos.)... Hace un par de años, mi mujer se separó. Tenemos una hija pequeña. Mi ex-mujer es ama de casa, una buena persona. Yo tuve toda la culpa. Gastaba todo el dinero en salones de juego. Ese tipo de vida es como una espiral... Empecé a beber mucho, todos los días. Acabé frecuentando prostíbulos. Y yo creo que en unos de ellos contraje el sida. No quiero contarle mis penas. Pero mi vida es miserable. No quiero seguir viviendo. No lo llevo mal, créame usted. No soy cristiano ni nada por estilo. Pero mi mujer y mi hija prácticamente malviven de la pensión que les mando todos los meses. No sé que hacer. Yo he cambiado, pero ya es demasiado tarde. Mi mujer me dio demasiadas oportunidades. Mi única duda (Mientras hace un último esfuerzo apretando una tuerca.) es: ¿Sigo soportando esta miseria por mi hija y mi mujer, o termino ya de una puta vez con esta vida mía que no vale nada? (Mirando al psicólogo.) Espero no haberlo incomodado. ¿Usted que piensa?

El psicólogo queda callado con terror.

Mecánico.- ¿Y bien? Si usted me pudiera indicar... Su coche ya está arreglado.

Como Edipo cuando se arranca los ojos, o Gloucester cuando se tira por el abismo de Dover, me di cuenta de mi propia condición. Todas mis ansias, todos mis anhelos, habían sido despojados de sentido por el mecánico que acababa de arreglarme el coche. Sólo me quedaba la resignación. No supe qué decir. El había sabido arreglarme una máquina que conocía a la perfección. Yo me di cuenta que no sabía nada sobre el ser humano, o bien que el ser humano siempre será difícilmente razonable. Nunca antes quise con tanto deseo volver a ser el niño al que no hacía falta comprender.

Don Pedro

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