Blog de la asignatura Crítica Teatral 2

impartida por Juan Antonio Vizcaíno


lunes, 14 de junio de 2010

El Barroco y el deseo

El día 26 de Mayo, en la Real Escuela Superior de Arte Dramático, en Madrid, a las 16:00 horas; tendrá lugar la representación de El Esclavo del Diablo, obra escrita por el dramaturgo y poeta del Siglo de Oro español Antonio Mira de Amescua, dirigida por Montse Ortiz, y con la adaptación dramatúrgica a cargo de quienes se dirigen a ustedes, Rocío Bello y Fernando Gandasegui .

En el original de Mira de Amescua, la vorágine de atrocidades y conversiones por que discurre la obra, funciona como una buena metáfora del tema del desengaño barroco y de la inconsistencia moral humana. Y es precisamente esa inconsistencia moral, la que en nuestra adaptación hemos elegido como elemento transportable a otro contexto, la posguerra civil española, donde las acciones del hombre son enjuiciadas por encima de la voluntad más libre, el deseo.

Nuestro trabajo de análisis y de recreación dramatúrgica se ha centrado en la primera parte de la obra del poeta y dramaturgo de Guadix. En ella, se nos presenta a un padre que decide casar a una de sus dos hijas con un miembro de la realeza portuguesa. Ésta se niega a causa del amor pasional que siente hacia otro hombre, asesino su hermano. En contraposición, la otra hija, devota y obediente, termina por revelar un subtexto moral, donde quien decide optar por el libre arbitrio del alma concupiscible, sólo será perseguido, y condenado ha ser un esclavo del diablo. Y este será el tema de nuestra adaptación, las consecuencias de quien se deje gobernar por aquel alma concupiscible expresado por Platón en el "mito del carro alado" con la metáfora un caballo malo, poco dócil y que dirige al carro hacia el mundo sensible.

Nuestras decisiones textuales han construido una posguerra española en el siglo XX, donde una joven se enamora locamente de un guerrillero que se supone, durante el conflicto bélico, mató también a su hermano. Su padre está muriéndose. Ella vuelve a la casa familiar a despedirse antes de marchar a Francia. Allí se encuentra con una hermana, un padre y una tierra que le son ajenos. La hermana, que en este caso quiere quedarse con lo bienes familiares, representa la moral establecida tras la guerra. La joven justifica su marcha en una pasión tanto amorosa como ideológica. Será humillada.

Lo que hemos pretendido, siempre respetando el verso más decoroso con las ideas que los mueven, no ha sido tanto revelar las rigideces morales por todos conocidas en este momento histórico de nuestro país. Sino, cómo con cuatrocientos años de diferencia, todavía siguen juzgándose las acciones que suscitan las pasiones; negando con ello una de las primeras condiciones que se le suponen a la libertad.

Don Pedro

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