Blog de la asignatura Crítica Teatral 2

impartida por Juan Antonio Vizcaíno


sábado, 12 de junio de 2010

Décalogo del buen estudiante de dramaturgia

1º Examen escrito. Todo el mundo supera esta primera parte. Incluso sin estudiar. Hay quién dice que ha venido de sus vacaciones de Lloret de Mar directamente en bermudas a la prueba escrita y ha conseguido aprobar el examen. Hay quien dice que lo único que afirmaba conocer de Lope de Vega hasta el momento de hacer el examen, era su pasado de rostro de billetes de cien, sin embargo aprobó ese examen. Hay quien asegura haber hecho el examen borracho, de empalmada, dormido. Y sin embargo aprobó ese examen. De hecho lo más probable es que si usted se estudia todos los autores, le caiga uno remoto. No importa, haga lo que haga, usted aprobará ese examen. Así ha sido y así es desde que el mundo es mundo y desde que la RESAD es la RESAD.

2º Entrevista personal. Haga frases cortas. Si usted se hace el interesante e intenta construir frases con empaque acabará diciendo cosas inverosímiles. Si usted quiere decir, por ejemplo, Cuán me deleito con ese excelso escritor llamado Fernando Arrabal artífice de ilustres obras como El Arquitecto y el emperador de Asiria, se sorprenderá a usted mismo diciendo: Yo soy un excelso escritor, de obras tales como el Arquitecto y el Emperador de Asiria, mi nombre no sé si lo he dicho, es Fernando Arrabal. Entonces usted se reirá (por no llorar) y esos siete hombres (sin piedad) le mirarán muy serios. Asúmalo. Está usted nervioso. Si no asume esta sencilla circunstancia, sufrirá usted de miedo al miedo y la catástrofe estará servida.
3º Primer día o la convención de genios. Toda persona que frecuenta esa institución tarde o temprano, casi siempre antes de comenzar a frecuentarla, ha sufrido una inquietante revelación: La de ser un genio. Usted también lo cree. Es inútil que lo niegue. Ante este hecho fehaciente tiene dos opciones.
Opción uno: comprarse una armadura y/o unos guantes de boxeo e ir esquivando y encajando derechazos y puñaladas durante cuatro años. Teniendo en cuenta que esto es muy cansado siempre puede tomar la opción dos.
Opción dos: Asuma cuanto antes que no es un genio. Al principio duele. Como todo. Luego descubrirá que se siente ingrávido y que usted está hecho de un material elástico y resbaladizo, como los castillos inflables, material en el que las afrentas llegan, impactan y vuelan en un sorprendente efecto boomerang.
4º Segundo día. Igual que el primero.
5º El mundo al revés. Durante los primeros meses, en los cuales todos estamos tratando de sostener lo de la mencionada imagen de genio, siempre que exponga un trabajo suyo a la opinión pública tenga en cuenta que
Me gusta mucho significa en realidad que su trabajo es pasable, sin lanzar cohetes.
No me gusta nada es que algo hay de interesante en su trabajo, una pepita de oro brillando en el barrizal de lo que seguramente sea su primer trabajo. Encontrarla depende de usted. No sea suspicaz y pregunte: Oye, perdona y ¿Qué es lo que menos te gusta? Mantendrán una conversación dantesca. No funcionará.
Interesante trabajo. No hay duda. Su trabajo aburre a los pingüinos.
6º Lea a Aristóteles con devoción, haga lo mismo con Horacio, crea en Bolieau, tome como modelo a Brecht, a Luzán, para acto seguido coger a Aristóteles, a Horacio, a Boileau , a Brecht y a Luzán hacer una gran bola de papel, prenderle fuego y rendirle un funeral privado. Cueste lo que cueste perpetre su propia poética aunque no por ello deje de rendirle culto a los muertos.

7º Invoque al azar. Basta que usted aspire a un ideal para que ese ideal se convierta en polvo de estrellas. En cambio si usted escribe y escribe y después escribe se encontrará con lo impensado. Cultive la casualidad.

8º Una vez que se haya hecho amigo de la casualidad. Estructure. Una obra sin una estructura previa es una obra en la que los personajes se desdicen, entran cuando deberían salir para acabar traicionándose a sí mismos irremediablemente en el segundo acto.

9º Acuda al parque de atracciones más cercano. Localice una atracción popularmente conocida como “La Lanzadera”. Un clásico del terror. Cómprese un billete. Deje que le suban a 60 metros de altura para que posteriormente le abandonen en caída libre a 83km/h. en tan solo dos segundos. La sensación que experimentará será análoga a la que vivirá en relación a sus pequeños éxitos y fracasos literarios dentro de esa institución. Abróchese el cinturón si todavía le queda ego.

10º Estudiar dramaturgia no es apto para hipertensos, neuróticos, individuos con vidas al margen, de embarazos ni hablamos y/o enfermos del corazón.
Ana María García

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