Blog de la asignatura Crítica Teatral 2

impartida por Juan Antonio Vizcaíno


miércoles, 30 de marzo de 2011

Clown en blanco y negro

El camino del clown, de y con Vladimir Olshansky. Idea original: Victor Bogoraz, Escenografía: Adriana Lucis, Vladimir Olshasky, Vestuario: Adriana Lucis, Rita Fabbri, Photo: Marco Del Otto. Madrid, El Montacargas, 17 de marzo de 2011.

Para el pequeño espacio del Montacargas es una noche de éxito, el aforo está completo, no queda ni una butaca vacía y afuera, en la calle, un número de espectadores suficiente para llenar la sala una segunda vez, tendrá que esperar otra oprtunidad.

Vladimir Olshansky es un payaso ruso cuyos orígenes se remontan al grupo de clown Lizidei, histórica compañía de la que fue miembro fundador junto a Slava Polunin con el que también trabajó en el Cirque du Soleil y en “Slava Snow Show”, si bien no goza de la fama de este, su trabajo, como era de esperar, es impecable. Durante una hora y cuarto Vladimir, tal y como promete en un pequeño manifiesto que lee un ayudante al principio del espectáculo, hace un recorrido por el mundo del clown, partiendo del payaso del circo, pasa minutos después por la poesía, y finaliza un poco más tarde en la filosofía. 

El espectáculo produce una cierta extrañeza, en escena un payaso en blanco y negro, no hay colores en la cara ni en el vestuario, la clásica nariz roja ha sido sustituida por una negra acompañada de gafas de igual color. Se suma a este planteamiento un mínimo decorado en blanco y negro que girando un par de elementos nos hace entender que pasamos del día a la noche, el color solo entrará en escena a través de la luz. Es posible que el espectáculo quiera hablarnos de la vida en blanco y negro, de cómo la risa y la tristeza se dan la mano, pero no acaba de cuajar, la propuesta inicial convierte al conjunto de sketchs en una especie de lección magistral que aplaude el entendido, pero desconcierta al resto del público. 

Los payasos suelen ser autores, actores y directores de sus propios montajes, a veces dedican años a perfeccionar un único número, sin embargo el ritmo que imponen estos tiempos obliga ya a una revisión de esta circunstancia, la necesidad de innovar pasa por una imperiosa necesidad de reinventarse antes de que el género se agote de tanto reincidir sobre los mismos recursos.

Vladimir Olshansky es un gran clown que necesita un buen espectáculo exento de didactismo y apto para todos los públicos, entendidos y profanos.

Edepé

To play, jouer, jugar

Tal vez el teatro nació así.

Aquella noche T, contó una nueva historia al calor de las llamas, solía hacerlo cuando sentía que el cansancio no había derrotado por completo a la tribu, entonces solía narrar alguna historia antigua, una que tal vez no había sucedido nunca, pero que sin duda conseguía alimentar el espíritu tribal. Hacía tiempo que T se había convertido en el depositario de su memoria, una memoria que modificaba en algunas ocasiones con la intención de que fuese útil, de que sirviese de ayuda para sostenerse ante las adversidades diarias. Confortados por la historia y el calor del fuego una noche más todos durmieron.

A la mañana siguiente T pudo observar como E, A, y Tsegundo jugaban con la historia que había contado la noche anterior, cada uno de ellos había asumido un personaje, E y A se habían convertido en guerreros, mientras que Tsegundo cubierto con un trozo de piel, se había convertido en la bestia que moraba en la cueva que habían construido utilizando algunas ramas. T rió viendo aquello y pensó que podría ser una buena forma para contar una de sus historias, así que llamo a E, a A, y a Tsegundo y juntos empezaron a preparar la historia que contaría aquella noche. 

Cuando los mayores regresaron al atardecer, T pidió a R que al anochecer preparase dos hogueras en vez de una, le llevó a la cueva y le indicó donde debía levantarlas, luego habló con O y le pidió que tensase la piel de su tambor.

Al llegar la noche, ante los despiertos ojos de la tribu, cobró vida una de las clásicas historias de T. Aquellos jóvenes iluminados por la amarillenta luz de las llamas le insuflaron una nueva vida. T apenas habló, solo para introducir algún detalle que se escapaba o para indicar a O cuando debía tocar el tambor. 

Cuando acabó la historia hubo un pequeño silencio, los jóvenes intérpretes rieron primero, luego los niños, en cuestión de segundos toda la tribu reía como si hubiese sido presa de algún extraño hechizo, algunos empezaron a golpear el suelo con piedras y palos, necesitaban dar salida a aquella nueva emoción. Pasada la euforia, poco a poco se fueron calmando, se acomodaron en sus huecos y dejaron una vez más que el sueño llegase para liberarles del cansancio.

En aquellos lejanos tiempos el mundo era la tribu, aquella noche, el mundo cambió. Hoy, el mundo, es un mundo de tribus, y cada mañana, cada mediodía, atardecer o noche, sigue cambiando. Aquellos primigenios seres que tenían por nombre unas letras tan simples como una T, E, A, Tsegundo, R, y O, nos mostraron un camino, una sencilla forma de jugar que nos permite acercarnos al conocimiento de nosotros mismos y al de esta continuamente mutable vida.

En el 27 de marzo del 2010 día internacional del teatro


Edepé

El arte del sigilo

El experimento de la doctora OX. Dramaturgia y dirección: Rafael Ruiz; Interpretes: Alexandra Hervás, Alberto Frías, Alba Blanco, Laura Ramírez, Miguel Branca, Jesús Melen, Irene Montes, Genoveva Santiago, Paula Ruiz, Miguel Sepúlveda, Pilar Martínez, Bea Fernández, Angélica García (alumnos de la RESAD de Madrid); Iluminación: Diego Domínguez y Miguel Ángel Ruz; Escenografía: Marcos Carazo; Música: Pilar Martínez y Paula Ruiz; Vestuario: Maite Agorreta; Caracterización: Antonio Jiménez y María Carvajal


Atrapar un instante de la vida ha sido durante mucho tiempo el objetivo de los pintores impresionistas. Así, la luz y el movimiento quedaron retenidos en muchas de las obras maestras del siglo XIX, mediante el ágil uso del pincel, antes de que el hecho fugaz pudiera escaparse. El experimento de la doctora OX es precisamente un montaje de corte impresionista, fruto de la experimentación con la plasticidad, la corporalidad y la fusión de una serie de elementos que han dado como resultado un trabajo redondo. El tema sobre el que se fundamenta el espectáculo es el gas y el oxigeno. La historia cuenta que han tenido lugar numerosos incendios en diferentes lugares de la ciudad, causados por el gas utilizado en las farolas para la iluminación nocturna, al parecer muy inflamable. Se comenta que una tal doctora OX ha inventado el gas "oxhídrico"; mucho más seguro para la ciudad. No tardaran en hacer tratos con la doctora al beneficiarse de un descubrimiento lleno de ventajas. Lo que los ciudadanos no saben es que OX tiene otros planes muy distintos: intoxicar a la población con éste gas, que en realidad causa estragos en el comportamiento humano, y hacerse con el poder del mundo. Lo cierto, es que el texto en el que se sostiene este montaje carece bastante de interés; y ni falta que le hace, pues lo que en este espectáculo importa es el trabajo de los actores. La historia no es más que un pretexto para mantener una línea argumental sobre la que apoyarse. Nada más. Si la historia resulta interesante, mejor que mejor, y si no, tampoco pasa absolutamente nada. Porque lo que en realidad transciende es la confluencia de elementos plásticos, a decir verdad, desbordantes. Comenzando por los actores de 4º curso de interpretación gestual de la RESAD, éstos nos ofrecen un desfile de personajes construidos mediante la fusión de la danza y la técnica del mimo. Como figuras que surgen vivas de un cuadro animado, llenan la escena con sus sigilosos movimientos, creando sugerentes composiciones llenas de profundidad espacial. A ésta construcción de planos, contribuye de manera decisiva: la luz, el segundo protagonista del espectáculo. Es así como la escenografía minimalista, completamente blanca, se muestra tintada en los diferentes cuadros por una iluminación colmada de efectos de color. Luz y la expresión del cuerpo recrean los espacios dramáticos que aparecen a lo largo de la obra. También conviene mencionar un cuidado diseño de vestuario, que nos traslada a la moda de finales del siglo XIX, aunque reinterpretada para un teatro de gesto y mímica. Rafael Ruiz, el director del espectáculo y profesor de Interpretación de la RESAD, desde el principio, ofrece una instantánea de la vida de la ciudad en movimiento, con una maravillosa overtura que se cocina a fuego lento. Mediante la sinfonía dilatada del ritmo de la metrópoli, a modo de documental se nos presentan a algunos de los personajes durante un paseo dominical; imagen que remite de inmediato a obras pictóricas tales como las neoimpresionistas: Tarde de domingo en la isla de la Grande Jatte o Un baño en Asnieres, ambas de Georges Seurat. Éstos caminan lentamente pasados por el filtro del blanco y negro de su maquillaje y el efecto del slow motion, hasta el crepúsculo, dando la impresión de cine mudo transformado en un efecto inverso de ralentización. Es a medida que se suceden las primeras escenas que el tiempo se condensa y el ritmo se acelera sutilmente para no perder el dinamismo del montaje. Aunque el espectáculo tiene una razón de ser esencialmente gestual, también existe la textualidad, y es únicamente utilizada como guía que orienta al espectador en algunos aspectos de la trama, que serían menos transmisibles sin la palabra. De entre los numerosos e interesantes momentos que tienen lugar, cabe destacar la escena de la opera, en la que los cómico tenor, soprano y pianista interpretan una versión “lentissima” del Libiamo ne' lieti calici de la opera La Traviata, a modo de burla del belcantismo, así como también la escena que pone punto y final al montaje; la cual, por supuesto, no será desvelada. En definitiva, El experimento de la doctora OX es una pequeña joya creada en las aulas de la Real Escuela de Arte Dramático de Madrid, que por su dimensión plástica y visual, captura la mirada de adultos y niños. Ecos de Buster Keaton, Robert Lepage, Yann Tiersen o Étienne Decroux, resuenan en la cabeza. La magia del color resplandecía, y el público lo agradeció con un sincero aplauso. 


MÁXIMO CRECIENTE

lunes, 28 de marzo de 2011

Teatro, una vida

Decir Teatro es decir vida. Decir Teatro es dejar que la boca se llene con seis letras que, juntas, forman una palabra que, por sí sola, basta para definir un mundo.

Teatro. Lugar para contemplar. Y Teatro. Lugar desde el que dar origen a nuevos mundos. Y Teatro. El lugar de las historias.

Desde el lugar que ocupa el dramaturgo, el Teatro se convierte en el hacedor de drama, el sitio idóneo para la creación, el lugar primero que ocupa la palabra. Nos desnudamos ante un papel en blanco, dejamos que nuestras historias se posen suavemente sobre el papel. A veces es un proceso doloroso, y sudamos, y gritamos, y rompemos ese lecho inmaculado manchado de tinta, y volvemos a mancharlo con nuevas palabras, y poco a poco, letra a letra, nuestro drama va teniendo lugar. Y llueven situaciones, y conflictos, y momentos de clímax, y se da el desastre, y la superación. Y entonces Todo está ahí. Y, entonces, llega el Fin. El esperado Fin, que lleva a un nuevo comienzo.

Es ahora cuando la obra está dispuesta para ser. Para hacerse realidad sobre ese lugar para contemplar. Para mostrarse ante los ojos del espectador como un todo, el Absoluto.

Todos los que trabajamos para que el Teatro se haga realidad, somos albañiles con las manos llenas de ladrillos. O de yeso. O escayola. Las piezas se unen en una amalgama indestructible, encajadas unas con otras en una unión casi siempre perfecta. El director, el jefe de obra, nos mueve a colocar cada pieza en su lugar. Despacio. Sin prisa. Simplemente buscando el placer. Porque el Teatro es placer. Y llegan así los pedazos de distintos corazones, a crear ese cuerpo perfecto. Con sus luces y sus sombras, su mobiliario o la ausencia de él, los cables, las conexiones, los vestidos o la desnudez absoluta, los susurros, el canto, la danza, el tenue movimiento, la risa y el llanto, la neutralidad de la piel, y los otros. Otros cuerpos que unidos dan el remate final al conjunto. La perfección.

Una perfección que no siempre tiene que ver con el gusto de esa parte tan importante para la que trabajamos. El Público siempre dispuesto. El Público que no siempre se va a casa con la gratitud por un trabajo bien hecho a casa. Pero que, a fin de cuentas, está ahí, haciendo que existamos, Nosotros. Todos y cada uno de los que estamos en esta vida que llamamos Teatro. Porque sin él estamos perdidos. Porque sin él, no hay más mundo que el vacío absoluto. El no-ser.

Y nosotros hemos venido para Ser y quedarnos, para que nuestro Arte no se pierda en la niebla, y para hacer que el Gran Teatro del Mundo sea éste. Aquí, ahora. Y por siempre.

Porque como dijo Miller, “El teatro no puede desaparecer porque es el único arte donde la humanidad se enfrenta a sí misma”.

Sigamos, pues, luchando.

Müll Dávila

Ver de lejos, ver de cerca

La ciencia del teatro.

Al principio el teatro se veía de lejos, a ello debemos esta palabra, teatro, cuyo origen se remonta a la palabra griega teatrom, que significaba exactamente eso, ver de lejos. Para ver y oír de lejos hacía falta algo que facilitase este acto, entonces el hombre se puso una máscara, una máscara grande de peso considerable, necesaria, ya que la representación transcurría al aire libre. Por aquel entonces el hombre no estaba muy seguro de sí, así que buscó en los dioses una respuesta a su existencia, pues consideraba que eran los únicos con capacidad de explicarla y darle sentido, para poder entenderse con ellos los humanizó, tanto, que al menos en cuanto a sus pasiones acabaron siendo semejantes a las de los hombres

El hombre que como ya sabemos tiene gran curiosidad pasó los siguientes siglos acercándose cada vez más, cayeron aquellas primeras máscaras, cayeron los dioses, el hombre desnudó su rostro, pero al rato fueron apareciendo nuevas mascaras que le caricaturizaban exacerbando sus defectos, evidenciando su necedad, arrancándole la risa, pero imponiéndole la reflexión. Aquello estuvo bien, pero algo seguía escapándose. Entonces decidió que como ya era imposible acercarse más lo ideal sería cerrar por completo el campo de experimentación y añadirle una nueva luz, así lo hizo, creó un espacio arquitectónico donde el experimento alcanzaría un mayor grado de control. Por primera vez sintió que se miraba en un espejo, y así pasó algunos años hasta que se dio cuenta de que la realidad que ofrecía aquel espejo no era demasiado real, a veces resultaba falsa y otras deformante, paradójicamente la deformante podía llegar a parecer más verdadera que la real, algo fallaba, así que volvió a pensar.

En cualquier experimento científico cuando el resultado fluctúa conviene revisar el proceso, así que el hombre volvió a revisarlo por si algo se había quedado por el camino, la evolución parecía correcta, las personas…, un momento, que significaba persona, persona significa máscara. Detrás de cada máscara, en cada imagen que devuelve el espejo hay una máscara fija, una personal y particular imagen, una personalidad configurada que nos impide ver esa verdad trascendente durante tanto tiempo buscada. No había otra opción, había que ir mas adentro, atravesar la máscara, mostrar aquello que se oculta tras su velo.

A día de hoy el proceso continua, seguimos buscando esencia y verdad, queremos ver lo que hay detrás de esa última máscara. La palabra teatro ya no significa ver de lejos, teatro hoy significa bisturí que corta y cauteriza en este proceso de vivisección al que constantemente nos sometemos. El experimento científico no ha concluido, hoy las distintas partes del proceso han entrado en contacto a la búsqueda de nuevas perspectivas, vamos camino del misterio, aunque puede que en algún momento del proceso nos demos cuenta de que lo importante tal vez no sea resolverlo, sino mantenerlo.

En el día del teatro 27 de marzo del 201.

Edepé

Mientras perdure la llama

Mensaje día mundial del teatro 2011.

Hubo un tiempo en el que el hombre comenzó a identificarse con los sentimientos del prójimo. Sin percatarse de que estaba jugando, descubrió que podía imitarlos; de que podía reproducirlos a voluntad en un juego de reflejo de la realidad. Hubo un tiempo en que el hombre tomó conciencia de su propia vulnerabilidad en el mundo; de la naturaleza cíclica de la vida; del nacer y el morir. Hubo un tiempo en que sintió la fuerza de lo sobrenatural y necesitó crear dioses que justificaran el bien y le protegiera de mal. Hubo un tiempo en que descubrió el fuego, y vio, como en la cueva oscura, su sombra se desdoblaba de su cuerpo mientras ésta jugaba a imitarle como un espíritu burlón. Desde que la llama dio luz sobre las tinieblas nocturnas, existe la esencia del teatro. Durante milenios el hecho teatral ha formado parte de nuestras vidas como valioso catalizador de emociones y pensamientos. Al igual que los sueños, la representación es el medio de recrear los hechos acaecidos en la vigilia, durante los momentos de reposo. Es tal vez por ello que, si, mientras dormimos, no podemos reprimir los sueños, tampoco acabaremos con el impulso de representar. Y es que la teatralidad que nos rodea es parte inherente al ser humano. El teatro es un arte democrático del que, en mayor o menor medida, todos podemos participar; un arte del juego que trasciende más allá de las cartas y se eleva por encima del tablero de ajedrez al escenario. Muy pocas artes podría decirse que son accesibles para todos, en cuanto que su existencia depende de elementos accesorios como el cine, la literatura, la pintura o la música. Para que el hecho teatral tenga lugar no hace falta más que alguien con la voluntad de representar y un receptor. El teatro es un arte concebido para su nacimiento y su muerte en el momento de la representación. Un arte del presente absoluto que no necesita de papel o celuloide para existir; una arte que resiste a la quema de libros, pues los gestos y las palabras resuenan y se extinguen una y otra vez. El teatro muere siempre y nace siempre y seguirá existiendo mientras existan sociedades y el ser humano tenga la capacidad para la identificación y el reflejo. Como rito, el teatro es invocación y evocación; una llamada al despertar de los fantasmas que habitan en el tiempo y en nuestras mentes; el resurgimiento de las almas deshidratadas en el papel que cobran vida orgánica en la escena. Los personajes resucitan de la muerte para morir después, al final de la representación, producto de una continua existencia efímera de carne y cenizas. Como en una máquina del tiempo, los personajes son raptados del pasado y traídos al presente para volver a resurgir en el espació de evocación. Como en el espiritismo, el teatro invita a que los fantasmas se muestren ante nosotros valiéndose de la carne humana. Porque. ¿No son los actores, médiums de la ficción, que prestan su cuerpo a los entes que habitan en el negro sobre blanco de los libros? Si, lo son; y mucho más después de Strasberg. El teatro es el arte de la llama que da luz sobre las tinieblas. Tal vez, el día es momento para la épica, la suntuosidad, el desfile, plumas, cañones y espadas; la noche para la inmensidad de lo más íntimo. El hecho teatral nace del silencio del espectador. La expectación del público, la posibilidad del goce o del tropiezo por los actores y el riesgo que siempre supone una representación, hace del teatro un espacio en donde fluyen corrientes de energía. La industria del entretenimiento, y más aún, el cine de las últimas décadas ha invertido millones en sus producciones con el propósito de provocar estímulos y sensaciones en el espectador medio. Costosos rodajes, complejos efectos visuales y de sonido, imágenes en tres dimensiones, son al arte lo que los desfiles militares al verdadero hecho teatral. Ingentes cantidades de dinero para provocar sensaciones que se extinguen tan rápido como se apagan los fuegos de artificio. El teatro es volumen insertado en pequeños cuadros dentro de pequeñas cajas; mímesis en retablos de vida. Como medio de transmisión de ideas a gran escala, el teatro es también un arte y una ciencia; un juego como arma de concienciación que necesita de artistas profesionales. Niños mayores, para los que jugar es una cosa muy seria. 

MÁXIMO CRECIENTE

domingo, 27 de marzo de 2011

27 de Marzo de 2011

Vivimos en el mundo de lo digital, donde una persona puede cruzar un país en apenas una hora, donde lo inmediato está a la orden del día y donde el silencio se ha convertido en una rara avis, algo exótico que pertenece a lo añejo, a la melancolía y a las tardes de domingo.

Un mundo convulso, de pueblos que luchan por su identidad, y de pueblos cuya identidad es la lucha. Un mundo conectado por millones de World Wide Web e infinitas redes sociales que permiten la expresión de ideas al minuto.

Y la gente va al teatro.

Porque el teatro se ha convertido en la muestra de lo real. Y es paradójico siendo la fábrica de la ficción. Pero cuando buscamos algo que nos acerque a lo verdadero, a lo analógico, acudimos al teatro.

Quizá porque respira, y nos conectamos a esa respiración que avanza con el paso del tiempo, que evoluciona y nos aporta momentos de aprendizaje, de evasión, de reflexión, o de consuelo. Quizá porque está tan vivo que nos recuerda que nosotros también lo estamos.

Esta noche en Madrid, Susana irá al teatro, y olvidará que su ex novio –ese cabrón insensible- se llevó al gato siamés que compraron juntos. Y sonreirá ante el descubrimiento del monólogo -del actor del flequillo bonito- en el acto tercero.

En algún poblado centroafricano se reunirán para evocar la primera vez que uno de sus antepasados representó la caza del león.

Y en Rusia, quizá el jardín de los cerezos esté en flor.

El teatro está más vivo que nunca, y nos une a todos, transmitiendo ideas de otros pueblos, de otras mentes, de otras geografías. Devolviendo un poco de paz a nuestro reino de estrés.


Aphrax.K

sábado, 26 de marzo de 2011

"Las noches"


Al principio fue el Día Mundial del Teatro, festejado el 27 de marzo en el mundo entero. La iniciativa partió del Instituto Internacional del Teatro, organización no gubernamental surgida en el seno de la Unesco poco después de la Segunda Guerra Mundial, en 1948 y formada por profesionales del teatro con el objetivo común de fomentar el entendimiento y la solidaridad entre naciones mediante el intercambio cultural, y más específicamente teatral. En 1961 se propone la creación del Día Mundial del Teatro y se fija la fecha el 27 de marzo del años siguiente, por tratarse del día en que el ITI inauguraba un festival internacional de teatro en París. En 1962 se le encarga a Jean Cocteau la escritura de un texto con motivo del evento. Desde entonces se ha confiado a personajes reconocidos en el mundo teatral la elaboración de unos escritos para ser leídos en teatros o editados en prensa cada 27 de marzo; se trata de los llamados mensajes del Día Mundial del Teatro. Estos textos, a razón de uno por año,  han sido firmados por autores teatrales como Arthur Miller o Vaclac Havel, directores como Jorge Lavelli o Peter Brook, actores como Judi Dench o Lawrence Olivier, bailarines como Maurice Béjart, literatos como Antonio Gala o Pablo Neruda, músicos como Shostakovich... Nos han dado a conocer a gente que no sabíamos que existía, como el dramaturgo premio nóbel nigeriano Wole Soyinka, o la autora egipicia Fathia al-Assal. La lectura de esos textos antes de la representación cada 27 de marzo, en todos los teatros del mundo, une a teatreros y a espectadores de todas las naciones, y tiende puentes invisibles de teatro en teatro. Todos los teatros del mundo están conectados un día al año.  
Todo esto de la lectura del mensaje  el día 27 de marzo está muy bien, pero en España han irrumpido "las noches" y han dado al traste con todo. Existen desde hace pocos años una serie de fechas negras en la historia madrileña que son festejadas de un modo que hubiera dejado asombrado al propio Felipe IV, gran derrochador de las arcas reales. En una se festejan "los libros", en otra "la música", en otra el "blanco", y en esta ocasión "los teatros". Este año, el 27 de marzo cae en domingo, y por eso se ha decidido que la lectura del mensaje se traslada al sábado, y así el despilfarro de dinero está justificado por ser algo que se celebra en el mundo entero. Por tanto en los teatros de la capital madrileña se leerá el mensaje del Día Mundial del Teatro un día antes que en resto de España y del mundo. La Ministra de Cultura ha rematado la presentación del Día Mundial del Teatro, afirmando que le gusta la gente de teatro porque es analógica y no digital, que ella suele hacer teatro en el Parlamento y en el Senado, y que admira que se habiliten espacios para hacer teatro y no para abrir supermercados. No sé si ha dicho algo más trascendente, al menos los periodistas que he consultado no lo comentan en sus crónicas.
La organización de "la noche" de hoy ha pedido que se lea el mensaje del Día Mundial del Teatro antes de la función, el 26 de marzo. Perdemos la conexión con el resto de naciones. Como suele suceder, "la noche" desplaza al Día. Al menos nos queda el consuelo de que hoy, 26 de marzo, hace 100 años que nació Tennessee Williams, y de que le caemos bien a la ministra, porque, según dice, el teatro no se puede descargar.

nico guau

Bando Real


Había una vez un mundo maravilloso gobernado por el rey Teatro. Era un rey maravilloso, como su mundo, con cantidad de súbditos y consejeros. Trabajaban para él la maga Música, el gobernador Pintura, el recién llegado Arquitectura, la dama de la Danza, el viejo y sabio Literatura y un montón de ayudantes más. En realidad el rey Teatro era un rey muy generoso que permitía que cualquiera que quisiese, participase del gobierno de su país. Y nunca, nunca, nunca despreciaba las aportaciones que cualquiera de sus ya amigos pudieran hacerle para conseguir que el mundo que reinaba fuese más y más maravilloso.



El único problema que existía en ese país es que los habitantes no pensaban del gobierno lo mismo que su monarca y se mantenían alejados de la actividad del rey Teatro. Eso hacía pensar en palacio que el reinado estaba llegando a su fin. Lo único que podía mantener a Teatro en su trono era la cantidad de aplausos. Y cada vez había menos aplausos. La población mantenía silencios, a veces silbaba y lo peor de todo, empezaba a emigrar a países mucho menos maravillosos como Parque de Atracciones o Centro Comercial.



Entonces el rey Teatro empezó a buscar soluciones. Porque durante mucho tiempo su mundo sí fue maravilloso de verdad. Recordaba con añoranza la época en la que los habitantes del país aplaudían a rabiar incondicionalmente, desde el fondo de su corazón. Con ese recuerdo en mente, el monarca reunió a sus consejeros para hacerlos partícipes de sus inquietudes. Incluso convocaron a antiguos enemigos como Cine, porque sus aportaciones eran inestimables. El rey creía fielmente que juntos lograrían que todo volviese a ser como antes. Y se pusieron manos a la obra.



Durante muchos, muchos años el monarca ha estado librando la batalla contra el silencio, haciendo de esa lucha el relato de su Historia. Ese mundo maravilloso gobernado por el rey Teatro sigue intentando que se oigan en su país aplausos surgidos desde el fondo del corazón. Y cada vez que resuena alguno, o que se oye el eco en las montañas, el rey coge más fuerzas para seguir gobernando. Eso hace saber a los habitantes que no cesará nunca en su empresa, manteniendo a los súbditos con las palmas preparadas. Así que colorín colorado, el telón aún no ha bajado.

Sin miedo a las alturas

Woyzeck, de George Büchner
Versión:Juan Mayorga, Dirección: Gerardo Vera, Escenografía: Max Glaenzel y Estel Cristià, Vestuario:Alejandro Andújar, Iluminación: Juan Gómez-Cornejo Música: Luis Delgado Mariano Marín (sobre temas de Béla Bartók), Movimiento escénico y coreografía: Chevi Muraday
Intérpretes: Jon Bermúdez, Críspulo Cabezas, Helena Castañeda, Javier Gutiérrez, Trinidad Iglesias, Andoni Larrabeiti, Mariano Marín, Markos Marín, Chani Martín, Jesús Noguero, Helio Pedregal, Lucía Quintana, Sergio Sánchez Shaw, Marina Seresesky, Sara Sierra, Ana María Ventura, Marita Zafra.
Lugar: Teatro María Guerrero. Madrid. 11 de Marzo de 2011.
Georg Büchner murió a la temprana edad de veintitrés años. Se dice de él que, si hubiera vivido más, habría sido un nuevo Goethe, teniendo en cuenta la altura literaria de sus textos, así como la emoción que se desprende de éstos. Para asistir al fenómeno Büchner, baste con acercarse a sus palabras. Cada una de ellas tiene un peso especial. Esta es la razón fundamental por la que merece la pena el espectáculo que el CDN nos ofrece. No obstante, ante tal fuerza simbólica, parece innecesaria la labor de un dramaturgo, ni siquiera alguien tan reconocido como Juan Mayorga, a menos que uno se limite a ordenar magistralmente las escenas, caso que no se da, pues la elección de situar la llegada del circo (escena extradramática donde las haya) al principio de la obra, no consigue sino confundir al público.

Woyzeck es la obra póstuma de Büchner, que nunca llegó a terminar. Se compone de veintisiete escenas desordenadas que narran la historia de un barbero que asesina a su esposa. El hilo argumental no sigue la linealidad sino que, más bien, tiene estructura circular. Se la considera la primera obra vanguardista, no sólo por su estructura, sino también por el uso del lenguaje. Al tiempo, tiene elementos trágicos.
Gerardo Vera lleva a cabo una dirección muy limpia. Ha sabido rodearse de un buen equipo: buenos actores (cabe destacar la intensidad de Lucía Quintana), excelente coreografía (de la mano de Chevi Muraday), etc. En cada escena asistimos a una experiencia plástica impecable. Se nota, por tanto, el buen gusto.
Sin embargo, ¿qué queda del espíritu de Woyzeck? No nos encontramos ante un montaje inquieto, confuso, como lo es el personaje que pone nombre a esta obra. Tampoco se ve evolución en la que el personaje va desquiciándose más y más. En definitiva, nada queda de ese espíritu postromántico que le tiene miedo al hombre, porque desconoce sus posibilidades. El mismo Woyzeck lo anuncia: “Todo hombre es un abismo, da miedo asomarse en él”. La obra está llena de reflexiones de este calado existencial, que hacen de este paria un pequeño filósofo que ya se plantea la caída de la razón, llegando a experimentarla en sí mismo, al cometer el asesinato. Y todo porque piensa demasiado, como le anuncian su médico y el capitán. Woyzeck roza la locura porque ha dejado de creer. Es un espíritu postmoderno donde los haya, desgarrado por su imperante irracionalidad. El resto de los personajes que le acompañan también han sido tocados por el absurdo (cosa a la que asistimos a partir de sus parlamentos), la diferencia está en que éstos no son conscientes de lo que les ocurre.
Semejante tensión intrínseca al texto no puede sino desbordar la puesta en escena. Sin embargo, el desgarramiento propio de Woyzeck brilla por su ausencia en este montaje. Todos los elementos que componen la escena son excesivamente pulcros. No hay desorden y caos, como equivaldría a semejante estado de cosas. Javier Gutiérrez, que encarna el personaje protagonista, no se rasga las vestiduras en ningún momento. A pesar de lo cual, apreciamos una desarrollada técnica, por lo que cabe pensar que no es que no dé el personaje sino que se limita a acatar órdenes.

Este montaje de Woyzeck no da vértigo. Cuando se acaba el espectáculo, el público no se ha emocionado. Abandona la sala como entró. Intercambia cuatro palabras sobre el espectáculo y al segundo siguiente está ya a otra cosa.

No me gusta el teatro

 

No me gusta el teatro. Me aburre. Ya no voy. No entiendo eso que dicen por ahí de que nos hace ser mejores personas. Al contrario, yo dejé de ir porque sacaba lo peor de mí. Salía del teatro con ganas de cometer crímenes. Si hubiera seguido viendo teatro, ahora mismo sería uno de los delincuentes más buscados. Afortunadamente, lo dejé a tiempo.

No necesito el teatro, no necesito vivir otras vidas, no necesito que me cuenten historias que ya me sé, no necesito verme reflejado sobre un escenario, no me gusta que me tiren a la cara mis propios problemas desde un escenario, no me gusta que me tiren agua ni objetos contundentes desde un escenario, no me gusta que me insulten desde un escenario, no entiendo por qué los que me rodean van al teatro, no noto nada en los que me rodean cuando vuelven del teatro, no son mejores personas, son personas iguales o peores, o peores.

No me conmueve el teatro, no me ilumina el teatro, no me ilusiona el teatro.  

No me gusta que aún haya teatros que no se hayan convertido en cines, no me gusta que los que fueron cines después de ser teatros, ahora hayan vuelto a ser teatros, no me gusta que se rehabiliten otros espacios para ser utilizados como teatros, ni las iglesias, ni las fábricas de caramelos, ni las ferreterías... No me gustan las salas polivalentes, ni las gradas telescópicas, ni los materiales ignífugos. No me gusta mirar al escenario desde lejos y ver el número de filtro que lleva cada foco escrito con caracteres bien grandes. No me gustan los telones, ni las candilejas, ni las varas. No me gusta explicar a la gente lo que son los bolos.

No me gusta oír por ahí expresiones como "mi reino por un caballo",  "estaba entre bambalinas", "la vida es un escenario", "aquí muere hasta el apuntador"... No me gusta que el que intenta hacer ver que sabe de teatro se ponga a recitar como un mulo lo de "apurar cielos pretendo...". No me gusta que una vez a la semana alguno de los que me rodean diga eso de "ser o no ser..."

No me gusta sentarme en asientos incómodos a ver esas obras tan largas, después de las cuales se necesita un mes de rehabilitación en centros médicos, para que vuelvan a su ser huesos y articulaciones. No me gusta que las salas de teatro no se ventilen y contengan el mismo oxígeno convertido en dióxido de carbono día tras día (si es que eso es posible), desde el momento en que se termino de poner el techo. No me gusta que una sala "alternativa" sea el espacio en el que buscar una "alternativa" a la posición habitual de las piernas (a continuación de las caderas), porque, en definitiva, el que se tiene que partir las piernas es el actor, no el espectador.

No hay obras nuevas, sólo tostones disfrazados de obras modernas. No hay autores nuevos, sólo autores viejos pero malos, aburridos, sin gracia, sin pasión, sin ganas, pretenciosos, egoístas, disfrazados de modernos. No hay empresarios nuevos, sólo recopiladores de subvenciones, viejos pero malos, mafiosos, chorizos, ladrones, disfrazados de modernos. No hay actores nuevos, sólo seres engreídos, egoístas, prepotentes, narcisistas, disfrazados de espantapájaros modernos, que se besan (si están en paro) con todos los demás de la profesión del teatro, que saludan (si están en paro) a los demás como si los echaran de menos. No hay teatros nuevos, sólo teatros viejos, sucios, incómodos, disfrazados de modernos. No hay directores nuevos, sólo repetidores que reproducen las obras que representaron sus maestros, pues tuvieron la suerte de tener maestros, y a veces ni si quiera reproducen la obra entera, sino la primera escena de las obras que representaron sus maestros, pero se tatúan en la frente el nombre de sus maestros para que quede bien claro y participan en actos honoríficos y dan trabajo a sus amantes, mientras se disfrazan de grandes creadores modernos, porque ellos no son directores, sino creadores, y como complemento final se colocan la bufanda para darse importancia y suplir todas sus carencias.

No me gustan los estrenos porque solo van los que están en paro, para buscar trabajo, pero no se dan cuenta de que los otros que van no tienen tampoco trabajo que ofrecer, porque si tuvieran algo entre manos no irían a los estrenos, pues no les haría falta.    

Este año, por el Día Mundial del Teatro, voy a ir a la salida de los teatros a gritar a la gente cosas feas, bien alto y fuerte, y a preguntar a los espectadores si son mejores personas, si han entendido algo, si han pagado, si han salido transformados, si han aprendido algo, si se han conmovido, si se han emocionado, si se han reído, si han viajado lejos, si han disfrutado... si les duele algo al salir del teatro, porque el teatro duele, todos los trabajadores del teatro tienen varias cicatrices... y les preguntaría también si son capaces de sentir algo cuando oyen la palabra teatro... porque yo siento... ¿siento algo?   

El Día Mundial del Teatro voy a poner todo el teatro del mundo sobre la mesa, ante mí, lo voy a mirar un rato, lo voy a juntar todo, lo voy a arrugar, y me voy a meter todo el teatro del mundo por... Perdón, no es momento de decir ordinarieces, que hoy es el Día Mundial del Teatro.

Releyendo este texto compruebo que he utilizado 34 veces la palabra "teatro". ¿Por qué? ¿Quizá porque tengo 34 años? A veces me pregunto por qué dedico tanto tiempo al teatro.

¿Qué crees? ¿Que después de esto volveré al teatro? No (palabra que he utilizado 48 veces). Esperaré aquí sentado. Quizá, si algún día, mientras espero, viene Godot, iré con él al teatro. Pero sólo será por la caña de después, porque, definitivamente, es lo único que merece la pena del teatro.

nico guau

 

P.D. Este texto tiene una solución de jeroglífico al tema "tipo de teatro oriental". Se regalarán entradas para el cine a los 3 primeros ganadores.

 

viernes, 25 de marzo de 2011

Espectáculo en vivo y en directo

Hoy, más que nunca, somos escépticos. Hoy, más que nunca, nos cuesta tener experiencias que sintamos como reales pues vivimos la era de lo “online”. Desde la pantalla de nuestro “pc” podemos hacer la compra, viajar, incluso, a otros países y hacer que nos envíen lo que no encontramos en nuestras tiendas autóctonas. Por supuesto, podemos acceder con un solo “click” a música, libros, periódicos, películas, etc. El ocio nos llega vía telefónica. Incluso las relaciones personales se dan delante de la pantalla.

Uno se pregunta, entonces, ¿Por qué desplazarse para ir al teatro? Paradójicamente, ahora que tenemos todo el ocio a nuestro alcance sin salir de casa, es cuando más sentido tiene ir al teatro porque necesitamos la experiencia del directo. Necesitamos algo que, al tocarlo, no se desvanezca. Efectivamente, la experiencia teatral es única. Podríamos ir a ver todas las representaciones de una misma obra en cartel y, sin embargo, cada día veríamos algo diferente. Esa es la magia del directo. Nunca es igual.

En el directo, además, se comparten energías. El actor se contagia del espectador y viceversa. El actor pone toda la carne en el asador, al exponerse en vivo, con el único objetivo de compartir una experiencia única. El teatro es, ante todo, una relación público-actor. Sin esta fórmula no existiría el teatro. En el directo, la emoción del actor se transmite por el aire al espectador. Ambos se funden en un solo sentimiento. Se da el milagro de la empatía. El teatro es el lugar donde se abraza, se voltea, se agita, se proyecta y recibe la sensibilidad.

En un mundo donde prima la pantalla plana, cabe reivindicar lo anguloso, lo corpóreo y fluido. El teatro es sangrante. Es necesario para gentes almidonadas, vital para hipersensibles. Nadie escapa a su fuerza. Tan sólo hay que probarlo. Señoras y señores, pasen y vean ¡Qué comience la representación
!

jueves, 24 de marzo de 2011

El teatro duele

 

Tengo el pulgar del dedo izquierdo vendado, porque me he hecho mucho daño con una cuchilla cortando unas invitaciones para un estreno de teatro. Cuando llegué al hospital y me atendieron de urgencias, el médico me dijo: "¿te conozco?" Y yo dije, entre grito y grito de dolor, es decir, relacionando teatro y dolor: "a lo mejor del teatro." Menuda tontería se me ocurrió, en vez de decir "cósame y calle." Me refería con ello a que quizá me conociera por haberle vendido una entrada alguna vez, porque como ni salgo en la tele ni en los escenarios españoles, las taquillas de los teatros es el único lugar donde se me puede ver. Pero no, resultó que me conocía de otra cosa, y entonces cuando se acordó yo también le reconocí. Un amigo de un amigo que me presentaron en septiembre. Me cosió la yema del dedo hablando de teatro, preguntándome por lo que había visto últimamente, diciéndome que si me cosía bien, le tendría que invitar a mi sala. También me habló acerca del musical que vio en su viaje a Nueva York. Con todo ello quería entretenerme y que yo olvidara el dolor. Yo hablaba y escuchaba. Pero también gritaba y me mordía la otra mano, porque me seguía doliendo mi dedo a pesar de la anestesia.

La anterior ocasión en que me tuvieron que coser fue al regresar de llevar un texto de teatro al Registro de la Propiedad Intelectual, pues me di un golpe en la cabeza al entrar en el metro. Otra vez me torcí un pie al bajar de una escalera a la que estaba encaramado moviendo un foco en algún teatro de la geografía española. También, sobre otro escenario, me di un golpe en la frente y sangré, y empecé a intentar cortar la hemorragia con un pañuelo que encontré en un bolsillo, mientras el público reía por lo que pensaba que eran efectos especiales. De todo esto me he acordado hoy en urgencias, pero seguro que algún momento más se me está olvidando. Qué dolor.

En teatro existen una serie de normas no escritas, que se cumplen siempre. Si en un espectáculo actúan patinadores, tarde o temprano se acabará llevando a alguno al hospital en plena función. Si el elenco es amplio, más posibilidades de que un actor tropiece en escena, sufra un desmayo, o se dé un golpe con la escenografía. Si hay lucha de espadas, alguno se llevará una herida a casa, con mucha probabilidad cerca del ojo. Si se coloca una piscina de arroz, tras alguna función el médico sacará granos de arroz del oído del actor. Si se juega con agua, por mucho que se controle, alguien se resbalará. Si el decorado está a varias alturas, alguno irá de lo más alto a lo más bajo sin utilizar los escalones.

Al médico le he invitado al teatro. No sé si vendrá. Le he dicho otra tontería para despedirme: "yo te he venido a visitar, ahora tendrás que hacerlo tú." Después he salido del hospital y he caminado ligero, de regreso a la sala de teatro porque todavía tenía que terminar algunas cosas. Ahora, un par de horas más tarde, cuando escribo a ordenador, aunque parezca increíble de una forma precaria con mis 9 dedos útiles y el décimo vendado, pienso en el peligro del teatro. Y sufro. Y siento las puntadas del hilo en la yema de mi pulgar. Qué dolor. No digo que la profesión de los albañiles o los mineros no sea arriesgada, pero que no digan que tenemos una vida fácil. El teatro duele. Y mucho.

nico guau

 

A pesar de todo

A pesar de haberse servido todos los medios de ella para ponerla como ejemplo de bodas rápidas y precipitadas,  con hombres mucho mayores o mucho menores, millonarios excéntricos, o actores conflictivos, y haber dejado de lado sus ejemplares interpretaciones en más de una docena de películas.
A pesar de que nos hicieran ver que cantó muy mal en A little night music, y que cobró auténticas fortunas por encarnar a la Reina del Nilo en la película más cara durante mucho tiempo, y no nos mostraran la vulnerabilidad que tuvo al crear su personaje de De repente el último verano.
A pesar de que nos quede una imagen más clara de su aireado shock al conocer la muerte de Michael Jackson, y una más borrosa de la combinación que vestía al interpretar a la desencantada esposa de La gata sobre el tejado de zinc.
A pesar de ser abucheada por su retraso en el Festival de Cine San Sebastián ocultando que el percance se debía a la tardía entrega en el aeropuerto del equipaje en el que se encontraba la ropa que luciría en la presentación de su película, y no ser vitoreada por su actuación en filmes de los que todo el público asistente al Festival había disfrutado.
A pesar de habérsenos mostrado en televisión sus idas y venidas en silla de ruedas, sus operaciones de estética, sus operaciones de cáncer, sus borracheras, su tumor cerebral, su lesión en la columna vertebral, y la cicatriz de una traqueotomía en algunas escenas de Cleopatra y bastante menos veces lo bellísima que estaba en las películas de los años 50.
A pesar de haber sido objeto de burla de los periodistas en la decadencia de sus últimos años y sus últimos diamantes gigantes y no objeto de elogio en la gigante interpretación del decadente matrimonio de ¿Quién teme a Virginia Woolf?, junto a su marido y compañero de escándalos en la vida real, Richard Burton, quien le regaló los más grandes diamantes.
A pesar de la amplia difusión de sus insólitas amistades y apoyo incondicional a seres tan controvertidos como Michael Jackson o  Rock Hudson, y no de su discurso en el homenaje a Freddy Mercury y su posterior lucha contra el SIDA.
A pesar de que a la hora de dar la noticia de la recogida del Premio Príncipe de Asturias de Cooperación de manos del príncipe español de turno, se hiciera más mención a su caniche y a su catarro producto de quién sabe qué juerga nocturna que al motivo de su visita a España.
A pesar de que a la hora de seleccionar material suyo en la gran pantalla todos se apuntan el tanto sensacionalista de su prueba para interpretar la niña de Lo que el viento se llevó en vez de mostrar alguna escena en que se manifieste todo su esplendor interpretativo.
A pesar de todo ello, hoy, Liz Taylor ha salido en los periódicos porque... a pesar de todo, lo merecía.  
nico guau

Premio de Teatro Breve: MINUTEATRO


El día 1 de abril termina el plazo de presentación de obras para el MINUTEATRO, un concurso, dirigido a autores teatrales, cuyas bases han llegado a la redacción de este blog. A participar en él están invitados "dramaturgos, directores y otros", según se puede leer en la convocatoria. La ausencia de dotación económica del premio es suplida por los organizadores con la publicación de la obra ganadora y de las dos finalistas en una revista llamada la hora de nico, de la que no se conocen más datos. Para participar se ha habilitado una dirección de correo electrónico a la que cada autor podrá enviar una o varias piezas que se ajusten a la duración escénica de un minuto, y que contengan elementos tan constitutivos del teatro como presentación, nudo y desenlace, además de anagnórisis y lances patéticos, términos, todos ellos, que los dramaturgos entenderán. A  partir de ahora entra en juego la maestría de cada autor para reducir el conflicto a la mínima expresión, creando una pieza autoconsistente en el minuto de duración que se pide. Pudiera pensarse que es más sencillo escribir teatro breve, que es más fácil condensar en una pieza corta una idea o un argumento, pero ¿no se requerirá de más tiempo para seleccionar las palabras justas, las ideas principales...? De vez en cuando se oye hablar de premios de teatro breve, pero jamás había llegado a nuestro conocimiento que la brevedad se refiriera a una tan corta duración. Quizá por la novedad la participación en este concurso sobrepase las expectativas y tenga que celebrarse próximamente una segunda edición. Todos sabemos que un amplio sector de la dramaturgia española, en vías o no de aprendizaje, está ávido del reconocimiento público que dan los concursos, así que desde aquí auguramos un gran éxito a esta original convocatoria. Dos semanas después de la finalización del plazo d entrega tendrá lugar una lectura pública de las obras seleccionadas y la obligada publicación de las mismas en esa revista de tan sugerente nombre. El resto de las bases, se pueden consultar aquí.

 nico guau

lunes, 21 de marzo de 2011

Programación

Sala Valle Inclán:
  • Mayo: 12/14 La vida tiene muchos días (TFC); 25/31 El mundo del revés (TFC)
  • Junio: 1/6 El mundo del revés (TFC); 7/17 Brut (TFC); 20/30 In memorian (TFC); 16/24 El experimento del doctor Ox (4ºB).

Sala García Lorca:

  • Abril: 1/14 Charo Amador (4ºA1); 26/29 3º Dirección (1 muestra)
  • Mayo: 3/31 3º Dirección (7 muestras, una cada 3 días)
  • Junio: 2/14 Lolo (TFC); 15/28 Parches (TFC); 16/29 Nuria Alkorta (4ºA2)

domingo, 20 de marzo de 2011

Bocado amargo

Pin, Pan…Toda la vida, Escrita y dirigida por Enío Mejía. Interpretación Axia Villagrán y Sara Pasamar . Microteatro por dinero. Madrid, 16-3-2011.

Microteatro por dinero es una propuesta refrescante. En un panorama teatral dónde triunfa la reposición y el revival de difícil digestión, llega al fin teatro joven hecho por gente joven, barato y de corta duración. Siete obras de diez minutos en cada una de las habitaciones acondicionadas como salas. Y si le ha gustado el aperitivo, puede repetir porque cada obra está a precio de canapé: tres euros.

Por este módico precio te introducen en una sala de ocho metros cuadrados, no apto para claustrofóbicos, sí para público hambriento de nuevas experiencias y de calor humano. Los espectadores se miran entre sí, inquietos, con cara de qué nos van hacer ahora. Al igual que en el pasaje del terror, se crean vínculos eternos entre los pasajeros.

En el colmo del realismo aparece una mujer borracha. Es tal lo poco convencional de la situación, la cercanía entre los asistentes, las dimensiones reducidísimas de las sala y la inexistencia de escenario, que sabemos que es la actriz y no una fiestera que se ha colado, porque habla más alto de lo normal. Este efecto de extrañamiento, no sé si concebido a conciencia o resultado de la falta de ese dinero que reclaman en el título, capta totalmente la atención del público. Lo más básico que ha de suscitar un espectáculo, está de sobra conseguido.

A continuación asistiremos al bajón de la borrachera de este personaje. Que podría ser el de cualquiera de los asistentes cualquier sábado por la noche. La soledad de los que viven en las ciudades y el deseo de dormir con alguien y no tener con quién, son tratados en este monólogo con ágil ritmo de comedia.

La actriz dota a su minipapel de una cualidad grotesca con un toque de ternura que arranca al público más de una carcajada en un tiempo record. Quizás la dirección sobreexpone a la actriz e incomoda al público más de lo necesario, al marcar un striptease no del todo justificado.

El toque surrealista es otorgado por la salida del espejo del doble de la protagonista. Un doble canalla, que no le gustaría tener a nadie. Un reflejo que le recuerda que no es tan joven, que no es tan guapa como ella está cantando al espejo, que sus carnes no están tersas y que debe asumir que se le ha pasado el arroz y ya nunca, nunca podrá… ¿casarse?

Un final anticuado y una moraleja conservadora para lo que en principio es un teatro de corte fresco y joven. Da la impresión que a los autores se les ha ido tanto la mano con la farsa que han conseguido un mensaje digno de abuela: Cásate cuanto antes que a partir de los cuarenta estás muerta.

Lo que comenzó siendo un apetitoso canapé se tornó cuatro minutos y doce centésimas de segundo más tarde en un bocado amargo.

Ana María García

domingo, 13 de marzo de 2011

Cuando las cosas no se pueden hacer mal

Woyzeck de George Büchner. Versión de Juan Mayorga.
Dirección: Gerardo Vera. Reparto: Jon Bermúdez, Críspulo Cabezas, Helena Castañeda, Javier Gutiérrez, Trinidad Iglesias, Andoni Larrabeiti, Mariano Marín, Markos Marín, Chani Martín, Jesús Noguero, Helio Pedregal, Lucía Quintana, Sergio Sánchez Shaw, Marina Seresesky, Sara Sierra, Ana María Ventura, Marita Zafra. Escenografía: Max Glaenzel y Estel Cristiá. Iluminación: Juan Gómez-Cornejo. Vestuario: Alejandro Andújar.Teatro María Guerrero, Madrid, estreno 11 de marzo de 2011.

Se reponen textos clásicos una y otra vez porque es una apuesta segura. Así los espectadores acuden a los teatros confiados, tranquilos, sabiendo que no se van a llevar una sorpresa desagradable. Conocen la historia y probablemente hayan visto alguna otra puesta en escena del mismo texto. Es evidente que los directores también disfrutan de esas obras de las que está todo dicho. Tienen entonces dos opciones: la primera es acercarnos a su visión particular del texto y la segunda opción es la que elige Gerardo Vera con Woyzeck, hacer lo de siempre, lo que no cause sorpresa o asombro, la apuesta segura.

Es imposible hacerlo del todo mal cuando se tiene entre manos un texto como el de Büchner, clave del teatro del Romanticismo alemán que abrirá los nuevos caminos dramatúrgicos del s. XX. Woyzeck es un pobre hombre que muchos consideran un loco, pero que en realidad sólo acusa una afección, la soledad. Juan Mayorga, encargado de la versión, reordena las escenas intentando apaciguar el caos y el extrañamiento que el texto original propone. Esta decisión hace que la dirección incida hacia el final en el sentimentalismo. Conceptualmente es la única pega que se le pueda poner a una versión tan comedida del texto alemán.

El espacio escénico refleja la propia estructura de la obra. Un recorrido circular que genera diferentes lugares por los que Woyzeck va pasando una y otra vez y un bosque amenazante en el que se pierde y se refugia. Sin embargo Gerardo Vera no se conforma con el carácter simbólico de estos elementos y dota de mecanismos a los estilizados árboles que componen ese bosque para que suban y bajen a favor de la atmósfera. Algo que se podría haber solucionado con la iluminación. Por lo tanto un exceso innecesario que no hace más que recordarnos los elevados presupuestos de los montajes del CDN.

Cuando los 17 actores del montaje están presentes, se nos ofrecen las mejores imágenes del espectáculo por la belleza de la composición de los grupos y el movimiento escénico. Un acierto de la representación si no tenemos en cuenta que más de la mitad del reparto son figurantes. Respecto al trabajo actoral, cabe destacar a Helena Castañeda, por su interpretación del tonto Karl y a Javier Gutiérrez, interpretanto a Woyzeck, que construye un personaje fuera de tópicos, más humano, que se ayuda de ese gran número de figurantes adornando su trabajo protagónico.

Qué difícil es hacerlo mal cuando todo está a favor del espectáculo. Un texto brillante modestamente versionado, un reparto que ofrece trabajo en plena crisis a un gran número de actores, que el casting sea acertado, una escenografía que sería capaz de contar la historia por sí misma, música en directo y un vestuario correcto y funcional. Aunque más difícil resulta acertar de lleno y ofrecer una visión contemporánea del texto de Büchner, rentabilizar los recursos y volver a sorprender. Quizá por eso, y muy a nuestro pesar, no dejan de ofrecernos apuestas seguras.


Jerónimo Jimeno.

UNA DANZA DESGARRADA


Jadea, de Antonio J. González. Profesor-director: Javier Vázquez. Intérpretes: 3º Interpretación textual A1. Sala García Lorca, RESAD, Madrid. 9, 10 y 11 de Marzo. Funciones a las 17:00 y 19:00.

El mito de Jasón y Medea ha sido revisitado en numerosas ocasiones. Tantas como distintas interpretaciones tiene. En Jadea, escrita por Antonio J. González, se nos habla de una Medea loca por amor, un amor enfermizo que la lleva a matar. Primero a su padre, para huir con Jasón. Después a sus hijos, para vengarse de éste cuando abandona su cama por la de otra mujer. Mujer que muere al contacto de una tela envenenada enviada por la propia Medea.


Esta Medea se desangra por dentro, llevando su dolor hasta las últimas consecuencias. Prevalece en ella la pérdida de su condición de belleza por el hecho de ser madre. Y llegados al final, el círculo vital que le ha tocado en suerte no le compensa. No es feliz sin Jasón. Y sin él no está dispuesta a vivir. Y la tragedia acaba manchada de sangre.


En el montaje propuesto por Javier Vázquez, profesor de Interpretación, el teatro y la danza se dan la mano. Cinco actrices -importante resaltar que no son bailarinas- nos coreografían la vida de Medea elegantemente. Se deslizan ante los ojos del espectador, se golpean, se arrastran, se lanzan, se recogen en suspiros, y sobre todo, jadean. La pasión de Medea se refleja en sus cuerpos, en sus respiraciones, y también en las palabras que recitan como si de un coro de Medeas se tratase. Tres actores completan el reparto, imbuidos de la figura de Jasón. Un Jasón prepotente, que juega con Medea a su antojo, que parece feliz en su papel de macho dominante. Los actores también se mueven coreografiando sensaciones, deseos, la lucha de Jasón consigo mismo. En definitiva, un conjunto de personajes que jadean al ritmo de sus pulsiones vitales.

El vestuario se ve reducido a unas faldas largas. Rojas para Medea, el color de la sangre; negras para Jasón, el color de la pérdida. El juego aporta una clara intención estética al conjunto del montaje.


Lo interesante de la propuesta es que, en determinados momentos, traslada la acción a la sociedad actual. Compara la historia de Jasón y Medea, con historias reales sucedidas hoy día. Lo que ocurrió una vez, puede volver a suceder de nuevo. Se arriesga incluso a mostrarnos unas Medeas danzantes ante unas televisiones encendidas, pero en las que no vemos imágenes. Éstas se ofrecen al espectador en un proyector gigante, atacándole desde lo real. Porque Medea no es sólo un mito asentado en la memoria colectiva.


Medea sigue latiendo entre nosotros. Y su historia aún está viva. Respira.


Jadea.

lunes, 7 de marzo de 2011

La risa burda es imprescindible

Doce más uno, de y dirigido por Javier Pastor. Escenografía: Ana Somoza. Técnico de luces: Ángel Hidalgo. Coordinadora de iluminación: Pau Ferrer Garrofé. Reparto: José Manuel Peña, José Ramón Gómez, Juan Martínez, Ángel Hidalgo, Álvaro Fernández-Villamil, Natalia Lagares. Fecha: 24.02.11. Lugar: Sala García Lorca de la Real Escuela Superior de Arte Dramático, Madrid.


¿Existen razones en infravalorar algún género teatral por su aparente bajeza o falta de seriedad? Algunos personas desprecian la comedia, por no hablar ya de la comedia ligera, calificándola de vulgar en comparación con el drama o la tragedia.

Sin embargo, olvidan que para atreverse con el teatro vulgar y grosero como ellos lo llaman, lo que hace falta es desenfado, frescura, gracia, oportunidad, aparte de la innegable habilidad de hacer reír que poseen los comediógrafos. Quizá atreverse con lo bajo no es alentar a nada, no es osar a cosa respetable ni es pretender la alta estimación de nadie; no obstante, no hay derecho alguno a vituperar y menos aún a desconsiderar a los que cultivan este arte.

El pasado jueves, los que asistimos a Doce más uno, espectáculo de Javier Pastor, pudimos disfrutar de una historia sobre la buena y la mala suerte en clave de humor. Eso sí, un humor que no pretende elevarse al nivel de Moliere, pero que tampoco se queda en mero chiste. Aunque, a decir verdad, algunos momentos de la representación, dotados de gran ingenio, rozan la pura gracieta, cosa a la que se apunta más desde la dirección que desde la dramaturgia.

El texto nos cuenta la historia de un hombre que, tras ser despedido de su puesto de trabajo, se ve sumergido en una espiral de mala suerte, creyéndose ser gafe. En vistas de su propia boda, para detener la mala racha, el tipo contrata los servicios de un chamán. Este le ayuda a recuperar la buena fortuna y superar así los posibles obstáculos que impidan la celebración de la citada unión matrimonial.

Como vemos, el hilo argumental es bien sencillo y cómico, y permite a la vez incorporar unos gags que, de no haber sido tan repetitivos, podrían tener mucha más efectividad.

Sobre la estética cabe decir que oscila entre el mundo del cómic y la paródica imitación de las comedias hollywoodienses, vista por los ojos de un español, reivindicando la chapuza y casi que riéndose de sí misma. La escenografía, que parece sacada de una tienda de segunda mano - cutre a propósito -, nos surgiere la multiplicidad de espacios de manera metonímica: así como una barra, una mesa y una máquina tragaperras nos sitúan en un bar, una mesa y dos sillas nos llevan al despacho del jefe, con pasmosa facilidad y eficacia.

Los personajes son tratados de forma arquetípica y pueden parecer un tanto planos, como el jefe cabrón o el amigo bobo, pero en esta pieza se les ha dado un giro de tuerca, haciendo que sean impredecibles dentro de su coherencia. Sus acciones y réplicas no son descabelladas, pero existe una imprevisibilidad constante que impera en su lenguaje, lleno de “respuestas salvajemente inadecuadas” muy bien escogidas por parte del autor. Chapeau al reparto y a su dirección, puesto que la manera de interpretar basada en la exageración resultaba ser lo más cómica que el texto permitía.

El ritmo picado y el tono ligero del espectáculo crearon un ambiente distendido, relajado, sonriente, y despertaron una sensación de agrado que se mantuvo en el patio de butacas desde el comienzo hasta el último oscuro.

La comedia ligera, siempre que se aprecie como tal, es tan válida como cualquier otro género dramático. Esta obra en concreto no cuenta nada nuevo, ni nada arriesgado, no hace que el espectador salga de la sala y se haga grandes preguntas existenciales, puesto que de este género no se puede esperar un gran acierto dramático ni literario. Pero es innegable el acierto que tiene esta obra de satisfacer a un público que lo único que busca en ocasiones es, simplemente, pasar un buen rato.

Foster Kane.

Un infierno muy sugerente

No haberte muerto, de y dirigida por Ricardo Salamanca. Intérpretes: Ismael Carreño, Sabina Coira, Txabi Pérez, Alfonso Enjuto, Catalina Pueyo, Lidia Rodríguez, Gonzalo Grodon y Luis Lara. Diseño de Luces: Pau Ferrer Garrofé.

Que el camino hacia el infierno está pavimentado de buenas intenciones es algo que todos conocemos. Ricardo Salamanca, alumno de cuarto curso de la RESAD nos lo muestra en No haberte muerto, pieza en la que nos presenta un particular infierno donde un grupo de personajes que fueron “virtuosos” en vida, han de cumplir penitencia durante toda la eternidad.

Salamanca aplica el conocido principio de Woody Allen que afirma que la comedia es tragedia más tiempo, otorgándole el protagonismo de su hilarante obra a un remedo de Francisco Franco y al mismísimo Hitler, que siguiendo aquella otra máxima de que hay que tener amigos hasta en el infierno, aúnan fuerzas para dar un golpe de estado en este singular inframundo.

Estas son las premisas en las que se basa esta sugerente comedia. Por desgracia se queda en eso, en sugerencia y apunte. A ratos desdibujada, a ratos emborronada y confusa, a ratos brillante. La escenografía, construida con unas cuantas tablas, es el apunte del bar-infierno donde se desarrolla la historia. El actor principal, Ismael Carreño, apunta maneras, pero no es lo suficiente carismático. Sus compañeros Alfonso Enjuto y Lidia Rodríguez espléndidos en sus papeles de Hitler y Demonio le roban el protagonismo durante toda la función.

Ricardo Salamanca no ha podido (aún) sacarle todo el partido a su excelente material. Todos sabemos que el teatro, y sobre todo la comedia, nunca es un producto completamente terminado, sino un mecanismo en constante evolución, donde la prueba y el error nos sirven para ir perfilando, definiendo y ajustando la obra definitiva. Sirva este boceto como premisa del excelente fresco en que esperamos se convierta No haberte muerto.

sábado, 5 de marzo de 2011

INFELICES SUEÑOS

Penumbra, de Juan Cavestany y Juan Mayorga. Dirección: Andrés Lima. Reparto: Luis Bermejo, Nathalie Poza, Alberto San Juan, Guillermo Toledo, Gloria Muñoz; Diseño de iluminación: Valentín Álvarez, Pedro Yagüe. Diseño de escenografía y vestuario: Beatriz San Juan. Diseño de sonido y música para piano: Nick Powell. Diseño y construcción de muñeco: Román y Cía

En los sueños, todo lo que callamos en la vida, aparece a voz en grito. Imágenes y palabras alteradas que no tienen cabida dentro de un orden lineal, cobran sentido vistas desde una mirada externa; fugaz.

Penumbra es la historia de una familia y los fantasmas interiores que conviven junto a ella. Madre, Padre e Hijo malviven su existencia dentro de un sueño tormentoso; en una prolongada pesadilla, donde nunca llega a avistarse la claridad.

Juan Cavestany y Juan Mayorga escriben un texto partiendo de esbozos, de imágenes y sensaciones abstractas que son adjudicadas a cada uno de los personajes. Sin definir una acción concreta, parece que la tensión se focaliza en los antagonismos de la incomunicación y de la angustia. A través del personaje del Hijo, encarnado en la piel de un muñeco, se plantean las dudas; formulando preguntas que quedan sin responder.
Unos padres sin respuestas, que no saben salir de los mecanismos adquiridos de su propia convención. Mediante el silencio y el ocultamiento de su verdad han llegado a convertirse en autómatas.

Como en los sueños, la repetición de frases y acciones circulares operan en la progresión del texto. Tienen lugar alusiones constantes al “mar” como símbolo de la libertad y la felicidad. Un lugar prometido, al que imposibilitados, no pueden llegar. Un mar del cual, estar cerca, es sólo posible en el sentido del naufragio; y que, adviniendo una gran tormenta los engullirá. La Penumbra es otro símbolo, y el más recurrente de todos. Tanto es así que es un personaje más. Encarnada por el actor Guillermo Toledo, la Penumbra es la entidad que transciende por separado sobre cada unos de los miembros de esta familia, así como la única vía de comunicación directa en ellos.

Andrés Lima con Animalario, dirige éste montaje con los actores, y miembros fijos de la compañía: Alberto San Juan, Nathalie Poza, el mencionado Guillermo Toledo y la voz de Gloria Muñoz. Luis Bermejo interpreta al personaje del Hijo a la par que manipula a un muñeco, más muerto que vivo, ya que en cualquier caso no llega a saberse si Bermejo pone voz y alma al muñeco, o es el muñeco el que se esconde para que sólo se vea a Bermejo.

Una puesta en escena de muros de niebla, donde el intenso humo cobra protagonismo por encima de todo. En apariencia, una escenografía sencilla compuesta por la estructura de madera de una casa sin hacer y plásticos de embalar, cobra una nueva dimensión con la ayuda del humo, el uso de ventiladores y un buen diseño de iluminación y sonido. Estos elementos tendrán su efecto más notable en el final.

El ocaso del seno de ésta familia hasta la destrucción, recuerda a personajes como los de El resplandor de Kubrick o El séptimo continente de Haneke. Penumbra es desasosiego envuelto en el onirismo de un sueño; que en ocasiones, no por aburrimiento, sino por efecto sedante, da un ligero sopor. Todos, en ésta casa a medias, viven su propio sueño, que es a su vez el sueño de los otros. Aunque dormidos, los ojos del interior se abren a otra realidad. Y es que no toda la verdad se nos muestra durante la vigilia.


MÁXIMO CRECIENTE