Blog de la asignatura Crítica Teatral 2

impartida por Juan Antonio Vizcaíno


domingo, 20 de marzo de 2011

Bocado amargo

Pin, Pan…Toda la vida, Escrita y dirigida por Enío Mejía. Interpretación Axia Villagrán y Sara Pasamar . Microteatro por dinero. Madrid, 16-3-2011.

Microteatro por dinero es una propuesta refrescante. En un panorama teatral dónde triunfa la reposición y el revival de difícil digestión, llega al fin teatro joven hecho por gente joven, barato y de corta duración. Siete obras de diez minutos en cada una de las habitaciones acondicionadas como salas. Y si le ha gustado el aperitivo, puede repetir porque cada obra está a precio de canapé: tres euros.

Por este módico precio te introducen en una sala de ocho metros cuadrados, no apto para claustrofóbicos, sí para público hambriento de nuevas experiencias y de calor humano. Los espectadores se miran entre sí, inquietos, con cara de qué nos van hacer ahora. Al igual que en el pasaje del terror, se crean vínculos eternos entre los pasajeros.

En el colmo del realismo aparece una mujer borracha. Es tal lo poco convencional de la situación, la cercanía entre los asistentes, las dimensiones reducidísimas de las sala y la inexistencia de escenario, que sabemos que es la actriz y no una fiestera que se ha colado, porque habla más alto de lo normal. Este efecto de extrañamiento, no sé si concebido a conciencia o resultado de la falta de ese dinero que reclaman en el título, capta totalmente la atención del público. Lo más básico que ha de suscitar un espectáculo, está de sobra conseguido.

A continuación asistiremos al bajón de la borrachera de este personaje. Que podría ser el de cualquiera de los asistentes cualquier sábado por la noche. La soledad de los que viven en las ciudades y el deseo de dormir con alguien y no tener con quién, son tratados en este monólogo con ágil ritmo de comedia.

La actriz dota a su minipapel de una cualidad grotesca con un toque de ternura que arranca al público más de una carcajada en un tiempo record. Quizás la dirección sobreexpone a la actriz e incomoda al público más de lo necesario, al marcar un striptease no del todo justificado.

El toque surrealista es otorgado por la salida del espejo del doble de la protagonista. Un doble canalla, que no le gustaría tener a nadie. Un reflejo que le recuerda que no es tan joven, que no es tan guapa como ella está cantando al espejo, que sus carnes no están tersas y que debe asumir que se le ha pasado el arroz y ya nunca, nunca podrá… ¿casarse?

Un final anticuado y una moraleja conservadora para lo que en principio es un teatro de corte fresco y joven. Da la impresión que a los autores se les ha ido tanto la mano con la farsa que han conseguido un mensaje digno de abuela: Cásate cuanto antes que a partir de los cuarenta estás muerta.

Lo que comenzó siendo un apetitoso canapé se tornó cuatro minutos y doce centésimas de segundo más tarde en un bocado amargo.

Ana María García

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