Jadea, de Antonio J. González. Profesor-director: Javier Vázquez. Intérpretes: 3º Interpretación textual A1. Sala García Lorca, RESAD, Madrid. 9, 10 y 11 de Marzo. Funciones a las 17:00 y 19:00.
El mito de Jasón y Medea ha sido revisitado en numerosas ocasiones. Tantas como distintas interpretaciones tiene. En Jadea, escrita por Antonio J. González, se nos habla de una Medea loca por amor, un amor enfermizo que la lleva a matar. Primero a su padre, para huir con Jasón. Después a sus hijos, para vengarse de éste cuando abandona su cama por la de otra mujer. Mujer que muere al contacto de una tela envenenada enviada por la propia Medea.
Esta Medea se desangra por dentro, llevando su dolor hasta las últimas consecuencias. Prevalece en ella la pérdida de su condición de belleza por el hecho de ser madre. Y llegados al final, el círculo vital que le ha tocado en suerte no le compensa. No es feliz sin Jasón. Y sin él no está dispuesta a vivir. Y la tragedia acaba manchada de sangre.
En el montaje propuesto por Javier Vázquez, profesor de Interpretación, el teatro y la danza se dan la mano. Cinco actrices -importante resaltar que no son bailarinas- nos coreografían la vida de Medea elegantemente. Se deslizan ante los ojos del espectador, se golpean, se arrastran, se lanzan, se recogen en suspiros, y sobre todo, jadean. La pasión de Medea se refleja en sus cuerpos, en sus respiraciones, y también en las palabras que recitan como si de un coro de Medeas se tratase. Tres actores completan el reparto, imbuidos de la figura de Jasón. Un Jasón prepotente, que juega con Medea a su antojo, que parece feliz en su papel de macho dominante. Los actores también se mueven coreografiando sensaciones, deseos, la lucha de Jasón consigo mismo. En definitiva, un conjunto de personajes que jadean al ritmo de sus pulsiones vitales.
El vestuario se ve reducido a unas faldas largas. Rojas para Medea, el color de la sangre; negras para Jasón, el color de la pérdida. El juego aporta una clara intención estética al conjunto del montaje.
Lo interesante de la propuesta es que, en determinados momentos, traslada la acción a la sociedad actual. Compara la historia de Jasón y Medea, con historias reales sucedidas hoy día. Lo que ocurrió una vez, puede volver a suceder de nuevo. Se arriesga incluso a mostrarnos unas Medeas danzantes ante unas televisiones encendidas, pero en las que no vemos imágenes. Éstas se ofrecen al espectador en un proyector gigante, atacándole desde lo real. Porque Medea no es sólo un mito asentado en la memoria colectiva.
Medea sigue latiendo entre nosotros. Y su historia aún está viva. Respira.
Jadea.
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