Blog de la asignatura Crítica Teatral 2

impartida por Juan Antonio Vizcaíno


jueves, 10 de junio de 2010

Ya fui...

En estos momentos donde el futuro a largo plazo se ha convertido en una cosa irreal y tan sólo podemos confiar en un presente que se tiñe de la añoranza del pasado, en estos momentos en que una se enfrenta a un nido vacío y a un día de mañana tan poco estimulante como un programa de televisión matutino, una decide hacer acopio de fuerzas, abandonar esta vida de bohemia, echar mano de la experiencia, de lo que una fue y volver a la vida útil.


Ya fui madre, y eso se acabó. Tan sólo una ejerce los fines de semana y las fiestas de guardar. Ya fui profesora, y pongo todas mis fuerzas en volver a serlo. Pero, ¡ay! Como decía don Hilarión, hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad. La EGB quedó obsoleta hace ya varios lustros y hoy lo que se lleva es la ESO. Por no llamarse igual, no se llaman ni las asignaturas. Las ciencias sociales ahora son conocimiento del medio, y las manualidades educación plástica y visual. La física sigue llamándose igual, aunque me dice un compañero, que aún conserva algunos rastros de acné juvenil, que a poco que nos descuidemos nos olvidamos de Newton y nos ponen a enseñar teoría de cuerdas. Hasta la física se ha quedado pequeña y han convertido las cuatro dimensiones de toda la vida en nueve. Que supongo yo que un piso de treinta metros cuadrados con nueve dimensiones en lugar de cuatro da más sensación de espacio, pero qué quieren que les diga, a mi me parece que esto ya entra más en la metafísica, que hay que tener fe para creerlo, o, si me apuran, en la patafísica, que resulta igual de enrevesada la cosa.


Esto en cuanto a las asignaturas, que si nos ponemos a hablar de los alumnos… Pues en un centro como éste se da cuenta que esta España nuestra es un lugar de contrastes, un país que se mueve entre las viejas tradiciones y las más modernas. Que tan pronto te encuentras a una niña que va tapada hasta las orejas con un burka como a otra que va presumiendo de tanga. Y entre ellos los que prefieren la magnum de toda la vida o los que se decantan por el más moderno phaser eléctrico. Para gustos los colores.


Vamos, que después de dos días le dan ganas a una de cogerse la baja hasta que a una le toque jubilarse para poder viajar con el inserso y olvidarse de una vez de todas sus habitaciones vacías. Y entonces una se entera que no sólo suben la edad de jubilación hasta los sesenta y siete, sino que encima, te bajan las pensiones.


“¿Por qué no vuelves al teatro, mujer?” Me recuerda mi marido que yo en tiempos era aficionada a las variedades. Y digo, ¿por qué no? Ya fui actriz, dramaturga e incluso directora. Me decido a intentarlo de nuevo y le pregunto a mi hija que lo estudia en la real academia, si me ve de nuevo en las tablas. “¿Tú sabes lo que se lleva ahora?”, me dice. Para ir acorde con los tiempos que corren tienes que salir desnuda a escena con una pitón enrroscada al cuello y automutilarte todo lo que sea automutilable. ¡Y una que pensaba que “La malquerida” de Benavente era el colmo de la modernez! Por si me quedan dudas de lo que me cuenta, me lleva a ver in situ un espectáculo que es lo último de lo último: “La noche pornoterrorista”, se llama y que no detallo por hallarnos ahora mismo en horario infantil.


Así que vuelvo a mi nido vacío, vuelvo a lo que fui y jamás volveré a ser. Vuelvo al presente puro y duro, sin atisbo de un futuro. Y como es lo único que me queda, pienso. Y pienso que en este mundo a parte de mí debe haber muchas personas que ya fueron, muchos don hilariones que no se acomodan a estos tiempos, muchas personas que prefieren seguir pensando en manzanas, y no en cuerdas, muchos los que preferimos la crítica de Larra a la de Barthes, mucha gente a la que le debe seguir gustando el teatro de toda la vida. Y con éste pensamiento me pongo de nuevo en marcha. Y mi obra, lo que fui y lo que soy, se lo dedico a ellos.

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