La directora Andrea Krull pone en pie una escena de Las planchadoras, del dramaturgo Manuel Martínez Mediero. “Es una alegoría del final de la dictadura franquista”, nos aclara la directora, “y está llena de humor y esperpento. Es una loa al Spain is different”.
Las planchadoras, escrita por Mediero en 1974, pertenece a su etapa del teatro de la crueldad, obras muy combativas desde el punto de vista político en las que se atacaba duramente la dictadura de Franco. Se nos presenta la lucha de dos hermanas, Dionisiaca, que representa la España franquista y Clavelina, símbolo del pueblo español que se revela. “Cuando parece que Clavelina va a acabar con Dionisiaca duda de si va a poder vivir sin ella, de si va a conseguir sobrevivir sin represión”.
Para Krull esta es la historia del ser humano. Un ser humano que lucha, pero con la boca pequeña. Un ser humano cobarde que tan sólo sabe quejarse de la situación en la que vive, pero que es incapaz de enfrentarse a los opresores, no por miedo al castigo, sino por miedo al cambio. “Cuanto más fuerte es el opresor, más fuertemente se lucha, no por el convencimiento de que se pueda ganar, sino justamente por el contrario”. Por suerte las cosas siempre acaban cambiando. A pesar del ser humano.
Para representar esta visión cíclica de la historia se ha elegido como escenografía una enorme lavadora. “Los personajes son como muñecos que se mueven dentro de este gran tambor, dando vueltas siempre, sumergiéndose y saliendo de entre las prendas de ropa mientras van desgranando su historia”.
La representación tendrá lugar el próximo viernes 11 de junio dentro de la muestra de teatro postmoderno de los alumnos de segundo de dirección de la Real Escuela de Arte Dramático de Madrid.
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