Delusion, con música, texto, efectos visuales, interpretación y dirección de Laurie Anderson. Teatros del Canal, Sala Roja, 1 de junio de 2011.
El espectáculo es ella, y ella es la única en escena para presentarnos sus composiciones, sus instrumentos musicales, sus historias, y sus poemas, pero también sus miedos, sus alegrías y sus momentos más íntimos. Laurie Anderson, "la artista multimedia más importante de nuestro tiempo", como la define la prensa estadounidense, o la violinista de la NASA, como se la conoce últimamente en España (fue la primera en recibir una beca como artista residente en la NASA, y creó durante ese tiempo una obra inspirada en la luna), se confiesa en este nuevo espectáculo con el que ha regresado a Madrid.
En Delusion, Anderson medita, entre otras muchas cosas, sobre la vida y la muerte, sobre sus seres queridos, sobre las tardes lluviosas tras la ventana, y sobre su mascota, una perra de nombre Lollabelle a la que imagina cosida dentro de su propio vientre y dándole a luz. Todo ello en un enorme escenario con una gran pantalla como fondo (y dos pantallas mínimas a los lados) sobre las que se proyecta durante toda la representación evocadoras imágenes que complementan o se contraponen a los temas sobre los que la performer va meditando al micrófono, acompañada de música interpretada por ella misma con un violín eléctrico de su invención. Las notas de este instrumento se escuchan a través de un sintetizador y una serie de filtros y se unen a los sonidos que genera un pequeño teclado accionado por ella misma, de modo que el resultado final es un envolvente sonido que nos transporta a otro lugar, lejos de los Teatros del Canal. Además ella puede aumentar o disminuir la distorsión o el volumen del sonido con unos mandos que pulsa con un pie, y puede modificar su voz para hacer que la que se escuche sea la de un hombre en determinados momentos, y así mantener un diálogo entre ella misma y su otro yo masculino.
Si las proyecciones triunfan, son los subtítulos los que se llevan la peor parte del espectáculo, pues se ha tomado la decisión de proyectarlos sobre la pantalla del fondo y eso ha hecho que la mitad de ellos no se pudiera leer, pues cuando las imágenes proyectadas tienen tonos blancos, los blancos subtítulos no destacan. Como consecuencia, no se entiende completamente la mitad de los textos, con el lógico malestar general, pues por mucho artista de renombre que sea el que venga, a uno le gusta también enterarse de lo que dice. En conclusión: un punto negativo más para el Festival de Otoño de este año. Pero afortunadamente se pudieron entender momentos brillantes como el de la pelea de chinos, rusos y estadounidenses por tirar los escombros terrestres en la luna, y la célebre historia de que morimos tres veces: una cuando se nos para el corazón, otra cuando nos deja de funcionar el cerebro, y otra cuando alguien pronuncia nuestro nombre por última vez.
Laurie Anderson, que triunfó en los años 80 con su canción O Superman, es una de esas personas que se atreve con todo: es poeta, artista visual, compositora, cantante, instrumentista, fotógrafa, directora de cine... Y cada vez que viene a España se atreve con tanto, que abruma, y eso motiva que parte del público no aguante más de 15 minutos y se levante de su butaca. Pero la mayoría de los espectadores, felizmente, se quedó hasta el final, y asistió, tras unos largos saludos en los que se mostró muy modesta, a un maravilloso bis con su violín que puso una guinda melancólica a este sincero espectáculo.
nico guau
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