Blog de la asignatura Crítica Teatral 2

impartida por Juan Antonio Vizcaíno


domingo, 12 de junio de 2011

La muerte de lo diferente


Kaspar, de Peter Handke. Dramaturgia: Helmut Schäfer. Dirección: Roberto Ciulli; Producción: Theater an der Ruhr; Reparto: Maria Neumann, Simone Thoma, Petra Von Der, Beek, Rosmarie Brücher, Fabio Menéndez, Steffen Reuber y otros; Escenografía: Gralf-Edzard Habben; Vestuario: Klaus Arzberger. Teatro La Abadía. Del 1 al 4 de junio 2011. 20:30h. Festival de Otoño en primavera.

Kaspar, de Peter Handke, fue escrita en 1967 y estrenada un año después bajo la dirección de Günther Büch. La obra comienza con una frase que será el leitmotiv durante el tiempo de la representación. “Quiero ser una persona como cualquier otro lo fue alguna vez”, dice Kaspar. Y lo repetirá hasta la saciedad.



La historia que cuenta Handke tiene una base real. Kaspar, un adolescente alemán, apareció de la nada un día cualquiera, vestido tan sólo con unos harapos, y totalmente aterrorizado. Lo único que decía era “Quiero ser un jinete, como mi padre lo fue una vez”. Eso fue lo único que supieron de él. Nadie supo nunca de dónde salió, ni la historia de su vida, pero probablemente sí supieron la historia de su muerte. El chico apareció asesinado, tras ser encarcelado, también un día cualquiera.



Handke transformó al jinete en persona, al padre en cualquier otro. Haciendo una traslación universal de una experiencia única. Nos cuenta el rechazo que sufre lo diferente, lo que no podemos entender, lo que nos hace plantearnos lo que somos. En definitiva, lo que nos asusta. Y Kaspar le pone un rostro a esa diferencia, que se convierte ante los ojos de los otros en un pasayo -significado de Kaspar en alemán- al que manipular hasta las últimas consecuencias.



La compañía, formada por actores de muy diversas nacionalidades, y bajo la dirección de Roberto Ciulli, ofrece al espectador teatro en estado puro. Tanto es así, que la historia casi podría seguirse por la sucesión de imágenes, tan potentes que se quedan en la retina. A menudo los sobretítulos se ignoran. Queda en la cabeza esa máxima propuesta desde el principio. “Quiero ser una persona como cualquier otro lo fue alguna vez”. Y asistimos a una conversión de Kaspar por parte de los otros, la parte cruel, escondida bajo una falsa fachada, que todo humano lleva dentro.


Con una estética que recuerda, a ratos, a los hombres grises que persiguen a Momo, y por otro, a la clase muerta de Kantor, una mezcla entre expresionismo y absurdo, e incluso algo del esperpento de Valle-Inclán, se desgrana lo ficticio y opresivo de una sociedad incapaz de entender, una sociedad que tiene la necesidad de ponerle nombre a todas las cosas para poder destrozarlas después. Así se lleva a Kaspar hasta la destrucción final, nombrando todo su mundo, que él parece desconocer.



Maria Neumann, impresionante en el papel de Kaspar, hace avanzar al espectador de manera sublime por esta muestra de teatro puro, de una maravillosa agresión a la retina. Y lo hace, además, llevándole a una profunda reflexión de lo que somos. Acompañada, eso sí, por una paleta de personajes sin despercicio alguno, como crueles retratos del hombre y todas sus máscaras.
Esas que rara vez nos atrevemos a levantar.


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