Blog de la asignatura Crítica Teatral 2

impartida por Juan Antonio Vizcaíno


miércoles, 23 de febrero de 2011

MONSTRUO DE GRANA Y ORO

Balada Triste De Trompeta, de y dirigida por Álex de la Iglesia.
Productores: Tornasol Films, Motion Investment Group, Castafiore Films, Televisión Española (TVE), Canal+ España, La Fabrique 2. Reparto: Carlos Areces, Antonio de la Torre, Carolina Bang, Santiago Segura, Fernando Guillén Cuervo, Javier Botet, Sancho Gracia, Luis Varela, Terele Pávez, Juana Cordero, Fran Perea, Raúl Arévalo. Año De Produccion: 2010
Estreno en España: 17/12/2010


El álbum bizarro de la iconografía de la España del siglo XX está plagado de fantasmas. Un país sacudido por intentos de cambio y continuas vueltas hacia atrás.
Con Balada triste de trompeta, Alex de la Iglesia resucita aquellos fantasmas, no tan lejanos en el tiempo, y los mezcla con los monstruos de su propia ficción en un mismo circo, dentro de una estética oscurantista.

En la última década del cine español han aparecido diversos títulos, que son destacables por su gran estilización. Estos títulos rescatan momentos clave de nuestro país en el último siglo, desde un imaginario particular y renovador, pasando por una elaborada remasterización estética de la historia. Tal el es caso de films como Vida y color de Santiago Tabernero, situada en los últimos años del franquismo, bajo el prisma del realismo mágico, ya utilizado por Víctor Erice en El espíritu de la colmena; Los años desnudos de Dunia Ayaso y Félix Sabroso, en los años del destape, o El laberinto del Fauno de Guillermo del Toro, ambientada en la Guerra Civil.
Con Balada triste de trompeta, Alex de la Iglesia, recoge el relevo y multiplica la estilización por diez.

Partiendo de la ficción grotesca y el documental, introduce en el mismo saco a Marisol, Carrero Blanco, ETA, Fellini, Francisco Franco, Los santos inocentes de Delibes, al Jocker de Batman, el Lute y a Rafael, obteniendo como resultado un genial delirio.

Javier, es un niño que perdió la infancia largos años atrás. Las circunstancias que le han tocado vivir hicieron de él un hombre triste, sumido en el dolor y un odio, que todavía contiene en su interior. En 1937, su padre, el payaso tonto de un circo, es reclutado a la fuerza por la milicia republicana. Con su traje de payaso como único uniforme, emprende una carnicería a machetazos contra las filas del bando nacional, hasta que lamentablemente es abatido y detenido. Como tantos otros presos de guerra morirá durante las obras de construcción del Valle de los Caídos, en Madrid. Décadas más tarde, Javier entra a formar parte de los artistas de un circo, trabajando como payaso triste. Testigo de la tiranía que ejerce el payaso tonto y líder de la compañía, sobre los demás miembros, y en especial sobre su novia (diosa y victima) de la que Javier se ha enamorado, deja escapar al asesino que engendró durante años en su interior. A partir de este momento se convierte en un fugitivo de la justicia, tanto o más buscado que el Lute.

De la confluencia de elementos propios de la cultura oscurantista se crea a un nuevo monstruo; alimentado a base de ritmos taurinos, de saeta y marcha militar, de los retales de una España clerical y devota. De fragmentos cosidos uno a uno, con grueso hilo de zapatero, nace esta criatura: un triste payaso asesino, vestido con trazas de obispo, grana y oro, sosa cáustica y las almidonadas lágrimas de la virgen de la Macarena.

Es ese sentido donde reside la comedia; no en la acción ni en los diálogos, sino en el encaje de los momentos de la ficción en la historia real; cruzando a este psicópata a camino de acontecimientos verídicos. De esta manera, tendrá un contacto fugaz con el general Franco; estará a un palmo de morir en el atentado contra el Presidente Carrero Blanco y cruzarse con activistas de ETA a la vuelta de la esquina. Es mediante el hibridismo donde se plasma el color. Por lo demás, es difícil hallar comedia, en un guión que parte de diálogos poco ingeniosos, gags físicos poco más que rudimentarios y golpes de efecto, que si en alguna medida son válidos, es para que el ritmo secuencial del montaje no pierda su agilidad.

Si también el cine de Alex de la Iglesia tiene algo de particular es por sus castings. Al igual que Tarantino, ha sabido rescatar a actores como Sancho Gracia o Luis Varela, entre otros, y explotar sus posibilidades hacia un cine más actual. En este caso es preciso destacar la elección de Antonio de la Torre, que encarna la fuerza animal del tiránico Sergio, el payaso tonto. Carlos Areces, más conocido por sus creaciones como actor permanente en Muchachada Nui, da vida al payaso triste que es el hilo conductor de esta historia; y lo hace desde una sensibilidad muy cercana a la de un José Luis López Vázquez, para el que parecería que el papel, en caso de resucitar, habría sido concebido.

Viajando a través de la sensibilidad plástica y el brutalismo, por el vertiginoso camino al que de la Iglesia acostumbra en sus producciones, se llega hasta el clímax de altura o la catarsis del vértigo; ayudado también por la genial partitura de Roque Baños, a cargo de la banda sonora original.

Si en títulos anteriores este momento tenía lugar en enclaves emblemáticos de la ciudad de Madrid, tales como el anuncio luminoso de Schweppes o las oficinas centrales del BBVA, en este caso enclava este momento en la cima de la monumental cruz en el Valle de los Caídos. No sin antes parar en la gruta, donde tiene lugar la secuencia más delirante y genial del film. Un enclave compuesto por huesos de aquellos que perecieron durante su construcción, los letreros luminosos del circo y la proyección del cantante Rafael, interpretando el tema Balada triste de trompeta, que da titulo al largometraje.

Conviene mencionar que, aunque las circunstancias que dan lugar a la acción, como son la perdida de un padre de manos de los opresores, o la fijación por un amor no están bien amarradas como para justificar lo que deviene en la trama, si puede decirse que la imaginería de este film es tan desbordante, que sólo por ello merece la pena estar entre las mejores producciones que ha dado el cine español en los últimos tiempos; también más allá de nuestras fronteras. Habría que confiar más en nuestras propias posibilidades.





MÁXIMO CRECIENTE

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