Blog de la asignatura Crítica Teatral 2

impartida por Juan Antonio Vizcaíno


miércoles, 23 de febrero de 2011

El azar de la vida cotidiana

Aufhebung (suprimir para conservar). De y dirigido por Carlos Contreras Elvira. Intérprete: Miguel Sepúlveda. Escenografía: Maite Agorreta. Madrid. Sala B de la RESAD. 22 de febrero de 2011.

El camino a seguir se puede decidir lanzando una moneda. Lanzar una moneda es entregarse al azar. El azar puede ayudarnos a decidir el camino a seguir. Si permutamos el término moneda por cualquier otra variable, por ejemplo dejar irse un tren, por ejemplo llegar cuando el semáforo está a punto de ponerse rojo, tenemos que nuestra vida se rige por el azar. Si hubiera cogido ese tren no habría encontrado a quien me esperaba dentro del siguiente. Si hubiera cruzado en verde intermitente tal vez me hubiera arrollado a mí también el coche que se llevó por delante a aquella mujer. ¿Y si hubiera salido cara en vez de cruz? Al azar algunos lo llaman destino, otros distinguen claramente estos dos términos. Pero sea como sea, el azar, o el destino, pueden acabar siendo dueños de nuestra conducta.

El joven poeta y dramaturgo Carlos Contreras estrena su pieza Aufhebung (suprimir para conservar), última parte de Verbatim Drama, que obtuvo el premio Marqués de Bradomín a textos teatrales el pasado año 2010. Suprimir y conservar son dos significados del término alemán Aufhebung, y a este concepto los filósofos han dedicado varias horas de pensamientos. El Ave Fénix, renaciendo de sus cenizas, al igual que el ser humano, según esta pieza, son dos aplicaciones de este concepto. El humano crea cuando destruye, y destruye cuando crea. Unos deben morir para que otros vivan. En el caso de esta pieza lo que se que suprime es el tercer mundo, y los que nos conservamos somos nosotros, fingiendo solidaridad para lavar nuestra conciencia.

El protagonista, empleado en un laboratorio farmacéutico, vive su rutina diaria como cualquier otro: trabaja de lunes a viernes, unas 10 horas cada día, y vuelve a casa con su mujer e hijo al caer la noche, para descansar y repetir al día siguiente. En esta parte, como para dar cuenta de esta rutina, en el texto abundan las repeticiones. Pero cuando conoce la noticia del envío de medicamentos en mal estado al tercer mundo, se da cuenta de que algunas de las bolsas de sangre que tiene cada día entre las manos están defectuosas. Sirviéndose de una serie de silogismos, resuelve llevárselas a casa y comerciar con ellas. Entonces se enfrenta a un dilema: debe decidir entre ser solidario o egoísta, es decir, entre "conservar" (y por tanto salvar la vida de una persona) o "suprimir" a esa persona y solucionar sus problemas económicos. La decisión es bastante difícil, tanto que solicita la ayuda de una tercera fuerza: el azar. El bienestar propio vuela por encima de la solidaridad, dispuesto a lanzarse sobre ella como un buitre hambriento. ¿Tomará nuestro protagonista esa decisión por sí mismo o se dejará guiar por el azar? ¿Qué haríamos nosotros?

El director y dramaturgo ha llevado a escena con corrección este monólogo de escasos 30 minutos, mostrando los dos espacios escenográficos con algo muy sencillo: unos bloques de cajas de cartón (a las que se ha aludido anteriormente con el tema de los medicamentos). Con un simple giro pasan de ser el laboratorio a recrear la vivienda del protagonista, interpretado por Miguel Sepúlveda que consigue una íntima relación con el público, confidente de su historia. De extremo a extremo del escenario, unas cuerdas sostienen las bolsas que el trabajador va colgando y descolgando para comprobar su estado. Un proyector, al que se le saca poco partido, soluciona las conversaciones por Internet para la venta de las bolsas, pero un texto proyectado sobre una caja de cartón nunca podrá sustituir a la voz del actor, sobre todo cuando ésta es agradable. Además en los tres breves momentos de proyector es donde más se notó la presencia del azar en la representación, como muestra de que, queramos o no, el azar siempre está presente.

nico guau

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