Blog de la asignatura Crítica Teatral 2

impartida por Juan Antonio Vizcaíno


domingo, 9 de enero de 2011

“Una breve y digestiva cena de navidad”


La larga cena de Navidad, de Thornton Wilder.
Reparto: Juan Pastor, Noemí Irisarri, María Pastor, Raúl Fernández, Cristina Palomo, Carmen Gutiérrez, etc. Espacio escénico y dirección: Juan Pastor. Producción: Teresa Valentín.

La larga cena de Navidad de Thornton Wilder es traída a la sala “La Guindalera”, ya como costumbre, en Pascua. Cada año, por costumbre también, se agotan las entradas y el público asiste a una suerte de catarsis de sus propias vivencias navideñas. Todo ello en un tiempo récord, una hora.

A Thornton Wilder se le conoce fundamentalmente por haber escrito novelas (ganó el premio Pulitzer de Narrativa en 1928) y haber hecho algún cameo en cine (colaboró con Hitchcock, se llevó a la pantalla una comedia musical suya, etc.)

En teatro se inclinó por la crítica social. La larga cena de navidad, sin embargo, carece de estas pretensiones. Se trata más bien de una oda a ese ritual agridulce navideño en que todo el mundo ha de estar contento pero es inevitable pensar en los que ya no están: las mismas frases se repiten, los ecos de los parientes fallecidos en boca de los que aún viven, las nuevas voces… Se trata de una cena en la que tienen cabida los misterios esenciales (y existenciales) de la vida.

Siguiendo con la idea de una estructura ritual, en La larga cena de navidad no pasa nada. No pasa nada en el sentido de que no hay tramas y los personajes apenas se desarrollan. Básicamente nacen, crecen, se reproducen y mueren ad infinitum. Asistimos a los nacimientos a partir de un carrito de bebé que llevará la nodriza/criada (para quien, por cierto, el tiempo no parece que pase). La evolución de los personajes va de la mano, fundamentalmente, de la interpretación, pues con un cambio en el gesto y una colocación de gafas medio caídas, los personajes van cumpliendo años. La muerte les llega por el foso, fuera de escena (fuera de la cena), acompañada de música cada salida.

La estructura circular, una vez asimilado el mecanismo, resulta algo monótona –le salva que el tiempo de la representación es bastante breve -. Sin embargo, a pesar de esto, merece la pena por lo original y minuciosa que es la puesta en escena: Ante todo, Juan Pastor nos traslada a un mundo artificioso, casi onírico, donde, de hecho, los personajes visten en camisón de dormir del siglo diecinueve. Llevan la cara pintada de blanco, con ojeras muy marcadas, lo cual resalta su irrealidad y permite que no empaticemos con ellos (y se agradece, porque de lo contrario, ¡vaya llorera!), al tiempo que depositamos en los mismos nuestras propias experiencias con personajes similares de nuestra familia.

La interpretación, acorde con el efecto distanciador del vestuario y el maquillaje, también es exagerada. Juan Pastor “muñequiza” a los personajes de Thornton. En la medida en que el texto no es en absoluto psicologista, sino que tiene pretensiones de alegórico, el director ha optado por resaltar su artificiosidad, lo cual, es un acierto.

A la hora de llevar a cabo esta estética, los actores, de manera unánime, saben utilizar su cuerpo e, incluso, su voz para desnaturalizar la escena (por cierto, miman, incluso, que comen y beben). Sin embargo, dentro de estos, cabe destacar ciertos matices. Mientras que Cristina Palomo sabe llevar la naturalidad en la artificialidad (esto parece un galimatías), María Pastor se abandona en la teatralidad más barroca. También es destacable lo camaleónica que puede llegar a ser Carmen Gutiérrez.

Cuando termina esta larga cena, los personajes se colocan al fondo del escenario, ataviados ahora con unas alas de ángel (pues ya todos han ido al cielo, se entiende) ordenados de arriba abajo, para cantar varios villancicos en inglés. Este momento resulta uno de los más bellos, ya no sólo por las voces sino por la composición plástica. Al acabar la canción, llegan los aplausos y, entre ellos, ojos acuosos. El público se ha emocionado, pero de manera discreta, tal y como la dirección ha querido que se manifieste la identificación con los personajes. En definitiva, el año que viene, también habrá que colgar el cartel de “No quedan entradas”.

Ignatius Reilly

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.