Blog de la asignatura Crítica Teatral 2

impartida por Juan Antonio Vizcaíno


sábado, 14 de mayo de 2011

Jesús no es mi pastor

On the Concept of the Face, regarding the Son of God, de Romeo Castellucci. Reparto: Gianni Plazzi, Sergio Scarlatella, Dario Boldrini, Vito Matera. Música original: Scott Gibbons. Asistente de escenografía: Giacomo Strada. Director: Romeo Castellucci. Madrid, Naves del Matadero, 13 de Mayo de 2011.

Con motivo del vigesimo octavo Festival de Otoño (en primavera), Romeo Castellucci trae a las Naves del Matadero un nuevo espectáculo, con un título muy largo (On the concept of the Face, regarding the Son of God) en contraposición con la duración del mismo (cuarenta minutos) pero no por ello poco impactante.

Recupera cierto estilo de la Tragedia Endogonidea, espectáculo que le consagró como artista por toda Europa: endogonidea designa la perenne vida de un individuo que se regenera constantemente. La tragedia, en el más puro sentido existencial, sigue dándose en nuestra sociedad, en la medida en que hay universales contra los que la historia no puede luchar. Uno de ellos es el proceso degenerativo que la “Societas Raffaello Sanzio” (así se llama la compañía) ha querido retratar en este espectáculo, mostrándonos a un anciano, cuidado por su hijo, que no puede evitar defecar y manchar la impoluta sala de estar de su casa. Esta sencilla acción se repite varias veces, hasta llegar a la desesperación de ambos.

La “Societas Raffaello Sanzio” necesita dar sentido a todo lo que crea. Lleva a cabo una ferviente crítica contra la tecnología, considerando que nuestra sociedad ha llegado a hacer de ésta la razón misma del espectáculo, dejándolo vacío de significado. En ningún caso la tecnología debe cerrarnos a la verdad. Paradójicamente, los espectáculos de Castellucci se caracterizan por desplegar en escena un arsenal técnico importante. No obstante, dicho arsenal siempre se pone a las órdenes de unas potentes necesidades plásticas. Porque bien es cierto que otra de las premisas básicas de esta compañía es que hay que apelar a las emociones, al más puro estilo “Artaud.

Los Castellucci buscan una suerte de utopía (la concepción) donde no hay ideas y donde ninguna tradición es reproducible. Para ello apelan a lo más primario. Efectivamente, sensaciones es lo que provocan, a partir de imágenes, de pequeñas escenas que impactan hasta el punto de resultar imposible apartar la vista de lo que está sucediendo en escena. Y todo ello desde la sencillez.

En el espectáculo de este año asistimos a la lenta degeneración de un anciano, la cual conecta con todos los ancianos de nuestra vida. La imagen de los excrementos esparcidos por el suelo, acompañada del llanto desesperado por la falta de contención, es sobrecogedora. Nos recuerda nuestra fragilidad y que, en última instancia, la pasión de Cristo es materia (sangre, sudor, lágrimas y excrementos). Nuestro desamparo nos acerca a la necesidad de creer pero tanto dolor nos hace dudar: “¿Es Cristo nuestro pastor o no?” El final de esta pieza se concentra en la imagen de Jesús proyectada sobre un panel. Poco a poco, la imagen va cubriéndose con pintura hasta que se raja, quedando el ambiguo mensaje. Por momentos vemos “Dios es mi pastor”, por momentos, “Dios no es mi pastor”. Quizá la duda forme también una parte importante de nuestra trágica existencia.

Cabe destacar que hasta este último momento en el que se raja la imagen de Cristo, el espectáculo ha sido de una austeridad pasmosa, para algunos seguidores de Castellucci, acaso decepcionante. Sin embargo, el director ha sido fiel a sus principios al situar el foco en la experiencia sensorial del actor, consiguiendo transmitir una emoción al público a partir de lo más básico.

Lo que no deja de resultar paradójico son las distintas reacciones que consigue: congoja, asco y, lo más increíble de todo, risa. Desgraciadamente, no sólo encontramos entre los espectadores gente que aún hoy olvida apagar su teléfono al entrar en el teatro, sino también gente a la que un anciano moribundo que sufre incontinencia y mancha todo a su paso le produce una buena risotada.


Ignatius Reilly

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