Todos tenemos una tras la puerta del camerino, sólo hay que mirar un poco al salir. Desde la que se hace la encontradiza hasta la que directamente te informa de que te estaba esperando, nadie que te encuentras en tu camino está libre de sospechas. Les gusta copiar tus maneras, tus gestos, te sacan los cuartos, te chupan la sangre, alimentan su ego, y se marchan, para volver el día siguiente. Lo peor es que uno a veces no se da cuenta, no es capaz de ver más allá, y ofrece su casa, su agua, su intimidad y a veces, ¡oh mierda!, su corazón.
Por hallar el éxito (y no me refiero solamente al éxito artístico o profesional sino a una actitud en la vida), el otro o la otra es capaz de todo: mentir, adular, traicionar, ponerse tu ropa, abrir tu armario y ver tus fotos de niño, comer de tu plato, pinchar con tu tenedor... Y hasta a veces sujetarte la puerta del váter, sí, eso también... Pero ¿cómo desconfiar de quien te está sujetando la puerta del váter? Y todo ello sin amor ni enamoramiento de por medio, que es precisamente lo que suelen suponer los que te rodean. No, amor no. Quizá admiración y necesidad de afecto (y de que el afecto venga de una persona en concreto). Y uno también tiene necesidad de afecto, y necesidad de ser adulado, y una primigenia complacencia ante la actitud servil del otro, pero...
"Pero ¡abre los ojos! ¿No te das cuenta de que te está utilizando? ¿No ves que no es sincero? Pero si no paga ni una sola ronda. ¿No te das cuenta de que si se pega a ti va a al teatro gratis? "
No, no lo ves. Porque cuando tienes a un vampiro chupándote la sangre mientras te dice lo mucho que te admira y lo bueno que eres, no te das cuenta de esas cosas. Estás emocionado. El que haya alguien así te sube la moral, te ciega la vista y te da un hambre de más y más adulación, y así no ves nada.
No sólo en el mundo artístico, sino en la vida, hay muchas Evas Harrington. Y son muy listas, porque saben una cosa importante, muy importante: saben a quién hay que arrimarse.
Vigila.
nico guau
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