Hará unas semanas pasó algo que conmocionó el mundo entero. Una nube de humo negro, nacida del corazón de un volcán islandés, invadió el espacio aéreo europeo, causando la cancelación a gran escala de numerosos vuelos (esta vez con excusa).
Casualmente, hace unos días, mis oídos sintonizaron en un bar de poca monta la gran historia de una joven. La muchacha en cuestión, que llamaremos Sally por no ocurrírseme otro nombre mejor, se encontraba de viaje en Italia. Ella debía volver en avión a España, concretamente a Madrid, pero la nube negra enturbio su regreso. Y por no poder quedarse sola y escandalizada en el aeropuerto, decidió protagonizar su propia Odisea.
Consiguió, tras catar prácticamente todos los trenes italianos, llegar hasta una ciudad costera (perdonen a mi memoria que no recuerde la ciudad, pues para entonces ya me acompañaba más de una rubia). Fue ahí donde embarco en uno de esos gigantescos prodigios de la ingeniería (véase el Titanic o el Prestige), que la dejó en Barcelona. A partir de aquí, la historia merece un punto y aparte.
Fue en Barcelona donde convenció a un turco, de profesión camionero, para acompañarle en su viaje hasta la capital. Como Sally no era turco parlante (lo que impedía las conversaciones banales), el camionero, poco a poco, fue cerrando los ojos de sueño y aumentando la emoción. Sally, asustada y viendo su final muy cerca, comenzó a fisgar por todo los resquicios de la cabina, hasta que encontró un CD de música turca que puso a todo volumen (tenía oídos valientes).
Llegados a este punto, Sally corto su historia con un gran: “¡Fue muy emocionante!”. Así que supongo que el camionero se despertó, puesto que la chica estaba a mi lado. Yo, por mi parte, pedí otra cerveza y medité durante un buen rato sobre ello.
Pensé en la frase de Sally, en las cosas que dejamos a la técnica. Me imagino esta situación repetida a menor escala: Un hombre o mujer se olvida el teléfono móvil en casa; Una familia ante el televisor, hipnotizada por Jorge Javier Vázquez , y de pronto, ¡Puf! se va la luz; El metro no funciona, toca ir andando; Tu esposa y su amante bajan por el ascensor, y al mismo tiempo tú llegas. El ascensor se atasca y tú eres bombero… Ahora miro a mi alrededor, luego mi copa. Entonces llamo al camarero:
CAMARERO: Dígame ¿Otra cerveza?
YO: No. Póngame una de nube por favor
.
miércoles, 5 de mayo de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.