miércoles, 10 de febrero de 2010
¡ya soy niculista!
Caminar sin rumbo por este apabullante mundo es un suicidio. ¿Qué será de ti?, sollozaba mi madre al verme partir futuro, sin aspiraciones, sin compañía. Y ante semejante abismo, decidí convertirme. Entregarme en cuerpo y alma a cualquier grupo social que reconfortase mi espíritu.
Una mañana fría, tras la lectura de varios manifiestos secretos, de algunos fanzines subversivos, y de la asistencia a varias reuniones en torno a un pincho de tortilla, depositaron en mi mano un carnet de afiliación que me obligó a exclamar presa de la alegría: ¡Ya soy niculista!
Esa misma noche me acerqué a la puerta de un teatro, actividad oficial del niculismo, rogando que me dejasen entrar. El estreno era relevante y las localidades estaban vendidas, pero exigí firmemente mi asiento en la escalera lateral. Al empezar la función grité desde fuera enseñando el carnet acreditativo: ¡Ya soy niculista!
Me decidí así por el teatro niculista, actividad extraescolar del niculismo. Participé en una obra vanguardista. Todavía recuerdo la emocionante sensación que teníamos en un momento de la función, cuando ante tres o cuatro espectadores levantábamos a una los brazos gritando: ¡Ya soy niculista!
Colaboré en la publicación “ganamensual” del niculismo. Aporté retazos de mi mundo interior, que vistos en letra de imprenta siempre tienen más calado. Compartí grapa con los más sensibles pensadores, artistas gráficos y espontáneos del niculismo. En cada una de las colaboraciones podía leerse entre líneas “ya soy niculista”.
Fue entonces cuando pasé a la fase activa del niculismo sondeando mi entorno y el entorno entero con el fin de conseguir una pequeña aportación económica a la causa. La búsqueda de patrocinadores, subvenciones o ayudas me obligó a coger el teatro, la revista , las tortillas de patata y a metérmelos por el culo. En ese momento tuve la certeza de que ya soy niculista.
Jerónimo Jimeno
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