Blog de la asignatura Crítica Teatral 2

impartida por Juan Antonio Vizcaíno


domingo, 7 de febrero de 2010

YA SOY EJECUTIVO. (revisión)

Hay personas para las que vivir humildemente llega a resultar un peso en la existencia; para otras, sin saberlo, fijarse metas tan grandes para así llegar a lo más alto, se convierte en el lastre de sus vidas. Ese no es mi caso, pues me alimento de las apariencias y únicamente la ostentación y una existencia banal me hacen feliz. Un día lo tuve claro. Decidí que, para alcanzar el nivel de vida deseado, el mejor trabajo era el de ejecutivo.

No hace mucho tiempo alguien me pregunto cuál era mi palabra favorita del diccionario. Yo por supuesto no contesté. No es que no la tenga, sino más bien creo que, por sus connotaciones, no es el tipo de palabra adecuada que se le pueda decir a cualquiera, ya que se corre el riesgo de que a uno le pongan el Sambenito de tirano. Aunque todos lo desean, ninguno lo reconoce, ya que, la falsa moral flota en el ambiente. Pues bien. Esa palabra a la que me refiero, es “poder”.

Fiel a los que mis padres me inculcaron, decidí canalizar mi carrera por el lado más práctico posible. Comencé estudiando Dirección y Administración de empresas, licenciándome con una media de notable. Después de realizar un master en Dirección económico financiera, entré a formar parte de una importante empresa dedicada a las telecomunicaciones, focalizando mis energías hacia un claro objetivo: ser un alto ejecutivo. No es que me guste, pero esta bien retribuido. Habiendo dejado a un lado cualquier tipo de intereses personales comencé una exitosa carrera. En mi adolescencia tenia inclinaciones más bien artísticas. Me gustaba la música y la literatura, era muy bueno dibujando cómics e incluso llegue a ganar algún concurso literario. Si, tenía otras facetas, aunque no me importaban demasiado como para sacrificarlas en base a mi objetivo principal; ganar dinero, mucho dinero; y cuanto más mejor. Ahora ya puedo decir que me encuentro en el lugar deseado. Ahora puedo decir que ya soy ejecutivo.

Siempre se ha dicho que el dinero no da la felicidad; que lo realmente importante en esta vida no se puede comprar. Eso me parece muy bien y admito que no le falta verdad. Aunque mis preferencias se inclinan hacia otras facetas de la vida, que si pueden comprarse. Para mí, todo lo demás no merece la pena. En el mundo en que vivimos todo se produce, viene envasado o se puede comprar por Internet. La llave: crédito suficiente en la tarjeta. Mi tarjeta de ejecutivo.

! Qué grata sensación! Es excitante saber que cada día que pasa tengo más poder en la empresa, y voy camino de superarlo. Sentirme poderoso me excita sexualmente y el hecho de tener don de mando me da seguridad en la cama, porque yo ordeno y marco el territorio. Lo malo de tantas horas de trabajo, que van unidas a un cargo de responsabilidad, es que repercute en la vida personal; particularmente en lo referente al sexo. Estrés y pene no van cogidos de la mano. Parece demostrado que al miembro viril no le gusta el trabajo de oficina y lo demuestra con repetidas huelgas. Como persona positiva que soy, a todo procuro buscarle una solución y ver las cosas de forma menos dramática. Si por un lado, ocultar la falta de erección es prácticamente imposible (los hombres llevamos la profesión por fuera), para no caer en la humillación, tengo mis maneras de trasladar la culpa a la otra parte, haciéndole creer que ha sido debido a su falta de atractivo sexual. Y lo creen firmemente, llegando en ocasiones a marcharse de mi casa con un gran trauma. Esa credibilidad solo te lo da tu posición social. Lo siento muchísimo por ellas pero tengo que conservar mi imagen. De todos modos, para no herir sensibilidades, he comenzado a tomar Viagra. Cada vez con más frecuencia. Es bastante caro, pero, mi economía me lo permite; por que soy ejecutivo.

El amor es primordial en la vida del hombre. Algo que se sitúa por encima de muchas cosas. Eso cuando se trata de un hombre común. Para la clase obrera es sinónimo de consuelo, de alivio al peso de su frustración. En otras escalas, como la mía, el amor es innecesario, y la pasión un lastre. No hay tiempo para tales cosas. Podría decir que soy hombre de un único y gran amor, y ese, es el dinero. Amar algo mas sería bigamia y semejante idea es intolerable, pues me considero un conservador en lo que a valores se refiere. Un “te quiero” de vez en cuando es suficiente para mantener la normalidad y limar asperezas. Para quién sobreentiende, pocas palabras bastan. Hay temas que se deben asumir en la relación con un ejecutivo.

Tengo relaciones duraderas, que a lo sumo, vienen a durar de entre tres a cuatro meses. A veces incluso pago a prostitutas; que viene a ser lo mismo, y no tienes que llamarlas a diario. Se las ama cuando a uno le viene en gana y no piden explicaciones. Dicen que no es lícito pagar para ser correspondido. Pero yo pienso que son bobadas. Durante largo tiempo he podido comprobar que se puede llegar a ahorrar hasta un sesenta por ciento de lo que a menudo me he gastado con mis exparejas, porque no hay que hacerles regalos ni invitarles a cenar. Las prostitutas ya vienen cenadas de casa y, si no lo han hecho, no es asunto mío.

Lo malo es que si aspiro al puesto de Director General debo dejar algunos cabos mejor atados. No es aceptable la figura de un hombre soltero para un puesto de semejante envergadura. Hay que proyectar integridad y ciertos valores tradicionales, y esa seguridad solo la da el matrimonio. De momento he fijado mi objetivo en una mujer, la cual creo perfecta para mí. Se trata de una secretaria de producción que trabaja para otra empresa dentro del mismo complejo empresarial, con la que he coincidido en varias ocasiones. Es una mujer guapa, sexi, medianamente inteligente, común en sus aspiraciones, aburrida, sin vértices, de reducido mundo interior, y lo que es mejor, fría y con deseos de estabilidad. Que tenga un poco de la ambición necesaria es suficiente para pulir aspectos relacionados en cuanto a su educación y su apariencia y llegar a ser la esposa de un Director; a la sombra de un alto ejecutivo.

Es posible que todo esto le lleve a alguno a pensar que tengo miedo al compromiso, miedo a las emociones y me escude en el trabajo y una vida vacía e insustancial en los que a lo personal se refiere. Pues bien. Yo diría que no tengo miedo al compromiso, siempre que se me deje libre el campo de actuación; despojado de cuestiones emocionales. El amor y la amistad son estados mentales; el trabajo una posición real en la vida; una sólida realidad. ¿Me equivoco? Tal vez si, tal vez no. Pero de momento esta es mi manera de pensar. Si algún día cambia, eso ahora no puedo saberlo. De momento estoy satisfecho con mi mundo material. Mi mundo de ejecutivo.

En un futuro lejano es posible que cambie de idea. No es tan descabellado. Al fin y al cabo, no sería el primero en hacerlo. En la sociedad actual comienzan a abundar tipos que cambian su vida de manera radical. Personas que abusaron de la tiranía que les permitió un puesto de rango elevado, ahora se redimen intentando purgar el efecto que sus acciones tienen sobre ellos, y huyen a la India, a Guatemala o Tierra de Fuego. Dar la vuelta al mundo se convierte en otra opción a considerar. Al fin y al cabo, con la cuenta de ahorro llena es más fácil meditar. Una cartera bien llena produce el efecto calmante suficiente para lanzarse a la aventura y hallar la espiritualidad. Encontrar el “ex” que llevo dentro. Si. Probablemente pudiera ocurrirme. Pero hasta que eso llegue, prefiero seguir donde estoy. Siendo un alto ejecutivo.

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