Blog de la asignatura Crítica Teatral 2

impartida por Juan Antonio Vizcaíno


sábado, 20 de febrero de 2010

Aperturas

En Francia existía un negocio que llegó a estar muy en boga durante un tiempo, al que mi imaginación denominaba el negocio del pis, englobando el término "pis" al conjunto de actividades que se pueden llevar a cabo en unos baños públicos cuando se tiene la necesidad. Existe una figura, el cuidador del pis, es decir, el encargado/a de limpiar los baños y colocarse ante las puertas con rollos de papel higiénico en la mano, aparentando estar interesado en el pis de los demás, y por tanto en el bienestar de los demás. A veces incluso, este personaje dirigía el tráfico, y recomendaba utilizar una cabina u otra, sin esperar propina al hacerlo, pues las tarifas de uso de cada baño francés estaban claramente estipuladas en una carta o menú que solía estar enmarcado a la entrada. La utilización de un urinario resultaba algo más barata que la de un váter, y a veces se podía ver un torniquete separando las dos zonas. Para las mujeres se podría decir que había una tarifa plana de uso del baño. Y además no era necesario llevar suelto, porque el encargado tenía cambio hasta para el billete más grande.

En España es poco común que esto suceda, salvo en ciertas estaciones de autobuses o tren, o en baños de lugares públicos muy concurridos como el Parque del Retiro, por ejemplo, en los que existe un platillo para voluntariamente aportar unas monedas al cuidador del pis correspondiente. Pero eso casi nunca va conmigo, soy de los que no suelen pagar por mear, si puedo evitarlo.

El último verano viajé a París concienciado de que ir al baño varias veces al día era importante para un veraneante. Siempre había tenido clara en mi mente la lista de lugares en los que hacerlo en aquella ciudad era gratis, como por ejemplo en los baños de los Museos Municipales, o en un pasadizo concreto del Museo del Louvre. Pero en aquellas vacaciones bajé del avión con el firme propósito, de pagar por hacer pis si lo necesitaba, pues ya puedo permitirme ciertos gastos. Pero cuando volví a mis lugares favoritos me di cuenta de que algo había cambiado, de que la ciudad se había abierto más que nunca al viajero. Y no resultó estar el pis a 2x1, sino que era gratis en los baños públicos de parques y plazas y en los lugares más turísticos, y en las cabinas individuales de insertar moneda, y creo que incluso en algunos centros comerciales. Los franceses, a los que había llegado incluso a no tolerar por su negocio del pis, habían abierto sus fronteras a los pises más internacionales. Y eso siempre resulta favorable para el concepto que tiene el turista del país anfitrión, pues cuando se viaja uno de los mayores placeres que se puede experimentar, aparte de conocer otras culturas, entablar nuevas amistades, o contemplar obras de arte, es entrar al baño y aliviar vejiga e intestinos.

Las grandes hazañas se consiguen sumando toda una serie de pequeños actos heroicos. Diminutas gestas que consiguen dar forma a un todo. Siempre es así. Como cuando se aprende a leer o a escribir. Como cuando se aprende a nadar. Los franceses han comenzado una apertura desde lo más bajo, desde sus váteres y urinarios públicos. Eso es un gran paso. Desde el verano pasado me llevo mejor con ellos.

nico guau


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