Esta es la frase en la que hoy en día creen muchos hombres en varios países de África, por poner un ejemplo, los del clan Hawiye, de Somalia.
Esto provoca, que niñas de nueve o diez años, vayan a centros de salud acompañadas por sus madres, pidiendo que les hagan una intervención para quitarles el clítoris y reducirles la vagina cosiendo los labios.
El médico se niega. Y la madre se encoje de hombros y le informa de que ya lo hará la curandera del clan. En el centro de salud es informada de los riesgos que conlleva para su hija. Pero el honor es importante, y si Dios quiere, saldrá bien.
Lo que se pretende con la ablación es reducir el riesgo de promiscuidad, ya que la mujer no podrá sentir placer y de esta forma llegará virgen al matrimonio. Las niñas desde pequeñas están sometidas al poder y a la voluntad del hombre. No tienen una existencia independiente de él. Ellas existen por y para el hombre.
Esta práctica tiene consecuencias fatales para la niña, como infecciones pélvicas y urinarias e incapacidad de dar a luz vaginalmente, en el mejor de los casos. ¿En el peor? Un shock séptico, una infección generalizada cuyo desenlace es la muerte.
Hay médicos que trabajan en estos centros de salud, que tienen claro que no es una práctica lícita. Pero sabiendo que esa niña va a pasar por esa operación sin anestesia y sin ningún tipo de medida higiénica, se plantean si el riesgo de muerte sería menor si hicieran ellos mismos la intervención.En ese momento se plantea un problema moral bastante grande. Ya que estamos hablando de una mutilación.
Aunque para los miembros de esas tribus sea una cuestión de honor, no deja de ser una práctica que atenta contra la salud y la dignidad de la mujer. Al mismo tiempo que contra el honor de los doctores.
¿Soluciones? En cuanto una práctica forma parte de una cultura, por salvaje que sea, las soluciones son difíciles de llevar a cabo. Si es difícil convencer a gente cercana, lograrlo con personas que viven en otro contexto, con otra cultura y con otra filosofía… es realmente complicado.
Admiro sinceramente a todos los médicos que diariamente tienen que luchar contra sí mismos y contra sus convicciones, pasando por encima de su moral, para intentar salvar una vida más.
Aphrax K
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