Blog de la asignatura Crítica Teatral 2

impartida por Juan Antonio Vizcaíno


miércoles, 3 de febrero de 2010

Ya soy estudiante.

 
Realmente no me lo podía creer cuando vi que había conseguido llegar a ser estudiante. Tanto tiempo detrás de ello… y por fin lo había logrado. Fríamente, una mañana,  me levanté, me miré al espejo y me dije bien alto: "ya soy estudiante".

 

Mi primer día de estudiante me levanté temprano y como con los nervios había dormido muy poco, llegué al cole con los ojos pegados, y descubrí el lugar en el que más aprendo de mi vida de estudiante: la cafetería. Me tomé mi primer café con leche en el cole, mi primer café de mi vida de estudiante. Con leche. Claro que ya me había tomado cafés alguna vez, con leche, pero esos ya no contaban, pues fueron antes de ser estudiante. En ese momento ya lo era, y pensaba: "Cuánto me ha costado. Pero qué contento y orgulloso estoy. Y cuánto voy a aprender. Al fin aquí me veo, ya soy estudiante."  

 

Antes de ir a la cafetería entré en uno de los lugares que más placer me proporciona en el cole: el lavabo. Y claro, con los nervios del primer día, pues ya se sabe. Hice una de las cosas que más me gustan cuando llego a los sitios, una técnica que aprendí de mi familia, que sus miembros también eran estudiantes, por cierto. Esa técnica me sirve para marcar mi territorio. Cuando terminé, alargué la mano hacia la derecha, y me di cuenta de que no había papel. Pero no me importaba, pues tenía otras muchas cosas en que pensar, ya que era mi primer día como estudiante. Pensé para mí: "Qué nervios en mi primer día de estudiante."

 

En la primera clase que tuvimos  hubo que leer unas hojillas en voz alta, por turno. Nos sentamos rodeando a la profe, y ésta nos repartió los papeles. Qué contento me puse. Empezamos a leer, y como yo era de los últimos, pude escuchar la voz de casi todos mis compañeros del cole. Qué bien leían. De verdad me di cuenta de que tenían todos unas voces preciosas, conjuntadas con su cuerpo; pero también me di cuenta de que íbamos a aprender a leer, en el cole, a leer mejor, si cabe, de lo que ya lo hacíamos, porque claro, para eso éramos estudiantes, para aprender. Me dije: "Somos estudiantes para aprender."

 

Ese mismo día leímos también, un poco más tarde, un montón de nombres de aquellos que antes que nosotros habían estudiado. Y nosotros leíamos esos nombres porque habían llegado a ser muy famosos en el cole y se les estudiaba en el cole. Y pensé que si estudiaba mucho, quizá alguien, en el futuro, leería mi nombre en voz alta el primer día del cole, pasados los suficientes años. Así que me puse más contento todavía, mucho más contento, y pensé que qué feliz era en mi nueva vida de estudiante. "Qué feliz soy en mi nueva vida de estudiante."  

 

Al poco, otra profe nos preguntó por un descubrimiento que hubiéramos hecho en los últimos tiempos, y también me tocó a mí en último lugar. Y al ocurrir así, pude escuchar las respuestas de mis compañeros, que por ejemplo lo que habían descubierto era a Juan Ramón Jiménez, y que la vida es dura, y hablaban también de temas como el amor, la muerte y de otras cosas elevadas. Me di cuenta entonces de lo vulgar que yo era realmente, porque no se me ocurrió otro descubrimiento que el de una tortilla de patatas muy rica en un bar que conozco. Y lo dije. Aún sabiendo que me iba a sentir mal después, porque los demás decían cosas bonitas y yo no. Tortilla de patatas, vaya ocurrencia. Pero ahí me di cuenta de cuánto tenía que aprender y de que lo que tenía que hacer era estudiar y estudiar. "Tengo que estudiar mucho", me dije.  

 

Al finalizar esa primera semana pude observar que los maestros eran unos verdaderos pozos de sabiduría,  y que iba a aprender tanto con ellos como ellos habían aprendido de sus maestros y sus maestros a su vez de sus maestros y así hasta el principio de los tiempos. Esa primera semana conocí a todos mis maestros, a todos menos a uno, que reservó su gran sabiduría para más adelante. Afortunadamente fue así, porque si no, realmente me habría empachado de sabiduría si este último maestro hubiera venido la primera semana. Y hubiera sido ésta una entrada con muy mala pata en mi vida de estudiante, con un empacho semejante. "Hay que aprender y estudiar con moderación", pensé.

 

Desde entonces mi vida de estudiante ha seguido su curso con pocas variaciones, y muchas sorpresas. Mi ilusión no ha decaído, es más, creo poder decir que ha aumentado. Día a día. Momento a momento que paso en el cole. Noto que cada vez sé más. Noto que cada día aprendo más. Creo que ser estudiante es mi misión en la vida. Porque es cuando de verdad disfruto de ella. Debo aprovechar cada momento que paso en el cole, porque allí están los mejores maestros, los mejores compañeros, la mejor cafetería, y sobre todo, es donde mejor se caga. Uy, perdón. Se me ha vuelto a escapar mi vena vulgar. "¡Cuánto tengo que estudiar todavía!", me digo a mí mismo de vez en cuando.

 

 

nico guau

 

 

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