miércoles, 30 de marzo de 2011
Clown en blanco y negro
To play, jouer, jugar
El arte del sigilo
Atrapar un instante de la vida ha sido durante mucho tiempo el objetivo de los pintores impresionistas. Así, la luz y el movimiento quedaron retenidos en muchas de las obras maestras del siglo XIX, mediante el ágil uso del pincel, antes de que el hecho fugaz pudiera escaparse. El experimento de la doctora OX es precisamente un montaje de corte impresionista, fruto de la experimentación con la plasticidad, la corporalidad y la fusión de una serie de elementos que han dado como resultado un trabajo redondo. El tema sobre el que se fundamenta el espectáculo es el gas y el oxigeno. La historia cuenta que han tenido lugar numerosos incendios en diferentes lugares de la ciudad, causados por el gas utilizado en las farolas para la iluminación nocturna, al parecer muy inflamable. Se comenta que una tal doctora OX ha inventado el gas "oxhídrico"; mucho más seguro para la ciudad. No tardaran en hacer tratos con la doctora al beneficiarse de un descubrimiento lleno de ventajas. Lo que los ciudadanos no saben es que OX tiene otros planes muy distintos: intoxicar a la población con éste gas, que en realidad causa estragos en el comportamiento humano, y hacerse con el poder del mundo. Lo cierto, es que el texto en el que se sostiene este montaje carece bastante de interés; y ni falta que le hace, pues lo que en este espectáculo importa es el trabajo de los actores. La historia no es más que un pretexto para mantener una línea argumental sobre la que apoyarse. Nada más. Si la historia resulta interesante, mejor que mejor, y si no, tampoco pasa absolutamente nada. Porque lo que en realidad transciende es la confluencia de elementos plásticos, a decir verdad, desbordantes. Comenzando por los actores de 4º curso de interpretación gestual de la RESAD, éstos nos ofrecen un desfile de personajes construidos mediante la fusión de la danza y la técnica del mimo. Como figuras que surgen vivas de un cuadro animado, llenan la escena con sus sigilosos movimientos, creando sugerentes composiciones llenas de profundidad espacial. A ésta construcción de planos, contribuye de manera decisiva: la luz, el segundo protagonista del espectáculo. Es así como la escenografía minimalista, completamente blanca, se muestra tintada en los diferentes cuadros por una iluminación colmada de efectos de color. Luz y la expresión del cuerpo recrean los espacios dramáticos que aparecen a lo largo de la obra. También conviene mencionar un cuidado diseño de vestuario, que nos traslada a la moda de finales del siglo XIX, aunque reinterpretada para un teatro de gesto y mímica. Rafael Ruiz, el director del espectáculo y profesor de Interpretación de la RESAD, desde el principio, ofrece una instantánea de la vida de la ciudad en movimiento, con una maravillosa overtura que se cocina a fuego lento. Mediante la sinfonía dilatada del ritmo de la metrópoli, a modo de documental se nos presentan a algunos de los personajes durante un paseo dominical; imagen que remite de inmediato a obras pictóricas tales como las neoimpresionistas: Tarde de domingo en la isla de la Grande Jatte o Un baño en Asnieres, ambas de Georges Seurat. Éstos caminan lentamente pasados por el filtro del blanco y negro de su maquillaje y el efecto del slow motion, hasta el crepúsculo, dando la impresión de cine mudo transformado en un efecto inverso de ralentización. Es a medida que se suceden las primeras escenas que el tiempo se condensa y el ritmo se acelera sutilmente para no perder el dinamismo del montaje. Aunque el espectáculo tiene una razón de ser esencialmente gestual, también existe la textualidad, y es únicamente utilizada como guía que orienta al espectador en algunos aspectos de la trama, que serían menos transmisibles sin la palabra. De entre los numerosos e interesantes momentos que tienen lugar, cabe destacar la escena de la opera, en la que los cómico tenor, soprano y pianista interpretan una versión “lentissima” del Libiamo ne' lieti calici de la opera La Traviata, a modo de burla del belcantismo, así como también la escena que pone punto y final al montaje; la cual, por supuesto, no será desvelada. En definitiva, El experimento de la doctora OX es una pequeña joya creada en las aulas de la Real Escuela de Arte Dramático de Madrid, que por su dimensión plástica y visual, captura la mirada de adultos y niños. Ecos de Buster Keaton, Robert Lepage, Yann Tiersen o Étienne Decroux, resuenan en la cabeza. La magia del color resplandecía, y el público lo agradeció con un sincero aplauso.
lunes, 28 de marzo de 2011
Teatro, una vida
Ver de lejos, ver de cerca
Mientras perdure la llama
domingo, 27 de marzo de 2011
27 de Marzo de 2011
Vivimos en el mundo de lo digital, donde una persona puede cruzar un país en apenas una hora, donde lo inmediato está a la orden del día y donde el silencio se ha convertido en una rara avis, algo exótico que pertenece a lo añejo, a la melancolía y a las tardes de domingo.
Un mundo convulso, de pueblos que luchan por su identidad, y de pueblos cuya identidad es la lucha. Un mundo conectado por millones de World Wide Web e infinitas redes sociales que permiten la expresión de ideas al minuto.
Y la gente va al teatro.
Porque el teatro se ha convertido en la muestra de lo real. Y es paradójico siendo la fábrica de la ficción. Pero cuando buscamos algo que nos acerque a lo verdadero, a lo analógico, acudimos al teatro.
Quizá porque respira, y nos conectamos a esa respiración que avanza con el paso del tiempo, que evoluciona y nos aporta momentos de aprendizaje, de evasión, de reflexión, o de consuelo. Quizá porque está tan vivo que nos recuerda que nosotros también lo estamos.
Esta noche en Madrid, Susana irá al teatro, y olvidará que su ex novio –ese cabrón insensible- se llevó al gato siamés que compraron juntos. Y sonreirá ante el descubrimiento del monólogo -del actor del flequillo bonito- en el acto tercero.
En algún poblado centroafricano se reunirán para evocar la primera vez que uno de sus antepasados representó la caza del león.
Y en Rusia, quizá el jardín de los cerezos esté en flor.
El teatro está más vivo que nunca, y nos une a todos, transmitiendo ideas de otros pueblos, de otras mentes, de otras geografías. Devolviendo un poco de paz a nuestro reino de estrés.
sábado, 26 de marzo de 2011
"Las noches"
Bando Real
Sin miedo a las alturas
Intérpretes: Jon Bermúdez, Críspulo Cabezas, Helena Castañeda, Javier Gutiérrez, Trinidad Iglesias, Andoni Larrabeiti, Mariano Marín, Markos Marín, Chani Martín, Jesús Noguero, Helio Pedregal, Lucía Quintana, Sergio Sánchez Shaw, Marina Seresesky, Sara Sierra, Ana María Ventura, Marita Zafra.
Woyzeck es la obra póstuma de Büchner, que nunca llegó a terminar. Se compone de veintisiete escenas desordenadas que narran la historia de un barbero que asesina a su esposa. El hilo argumental no sigue la linealidad sino que, más bien, tiene estructura circular. Se la considera la primera obra vanguardista, no sólo por su estructura, sino también por el uso del lenguaje. Al tiempo, tiene elementos trágicos.
Este montaje de Woyzeck no da vértigo. Cuando se acaba el espectáculo, el público no se ha emocionado. Abandona la sala como entró. Intercambia cuatro palabras sobre el espectáculo y al segundo siguiente está ya a otra cosa.
No me gusta el teatro
No me gusta el teatro. Me aburre. Ya no voy. No entiendo eso que dicen por ahí de que nos hace ser mejores personas. Al contrario, yo dejé de ir porque sacaba lo peor de mí. Salía del teatro con ganas de cometer crímenes. Si hubiera seguido viendo teatro, ahora mismo sería uno de los delincuentes más buscados. Afortunadamente, lo dejé a tiempo.
No necesito el teatro, no necesito vivir otras vidas, no necesito que me cuenten historias que ya me sé, no necesito verme reflejado sobre un escenario, no me gusta que me tiren a la cara mis propios problemas desde un escenario, no me gusta que me tiren agua ni objetos contundentes desde un escenario, no me gusta que me insulten desde un escenario, no entiendo por qué los que me rodean van al teatro, no noto nada en los que me rodean cuando vuelven del teatro, no son mejores personas, son personas iguales o peores, o peores.
No me conmueve el teatro, no me ilumina el teatro, no me ilusiona el teatro.
No me gusta que aún haya teatros que no se hayan convertido en cines, no me gusta que los que fueron cines después de ser teatros, ahora hayan vuelto a ser teatros, no me gusta que se rehabiliten otros espacios para ser utilizados como teatros, ni las iglesias, ni las fábricas de caramelos, ni las ferreterías... No me gustan las salas polivalentes, ni las gradas telescópicas, ni los materiales ignífugos. No me gusta mirar al escenario desde lejos y ver el número de filtro que lleva cada foco escrito con caracteres bien grandes. No me gustan los telones, ni las candilejas, ni las varas. No me gusta explicar a la gente lo que son los bolos.
No me gusta oír por ahí expresiones como "mi reino por un caballo", "estaba entre bambalinas", "la vida es un escenario", "aquí muere hasta el apuntador"... No me gusta que el que intenta hacer ver que sabe de teatro se ponga a recitar como un mulo lo de "apurar cielos pretendo...". No me gusta que una vez a la semana alguno de los que me rodean diga eso de "ser o no ser..."
No me gusta sentarme en asientos incómodos a ver esas obras tan largas, después de las cuales se necesita un mes de rehabilitación en centros médicos, para que vuelvan a su ser huesos y articulaciones. No me gusta que las salas de teatro no se ventilen y contengan el mismo oxígeno convertido en dióxido de carbono día tras día (si es que eso es posible), desde el momento en que se termino de poner el techo. No me gusta que una sala "alternativa" sea el espacio en el que buscar una "alternativa" a la posición habitual de las piernas (a continuación de las caderas), porque, en definitiva, el que se tiene que partir las piernas es el actor, no el espectador.
No hay obras nuevas, sólo tostones disfrazados de obras modernas. No hay autores nuevos, sólo autores viejos pero malos, aburridos, sin gracia, sin pasión, sin ganas, pretenciosos, egoístas, disfrazados de modernos. No hay empresarios nuevos, sólo recopiladores de subvenciones, viejos pero malos, mafiosos, chorizos, ladrones, disfrazados de modernos. No hay actores nuevos, sólo seres engreídos, egoístas, prepotentes, narcisistas, disfrazados de espantapájaros modernos, que se besan (si están en paro) con todos los demás de la profesión del teatro, que saludan (si están en paro) a los demás como si los echaran de menos. No hay teatros nuevos, sólo teatros viejos, sucios, incómodos, disfrazados de modernos. No hay directores nuevos, sólo repetidores que reproducen las obras que representaron sus maestros, pues tuvieron la suerte de tener maestros, y a veces ni si quiera reproducen la obra entera, sino la primera escena de las obras que representaron sus maestros, pero se tatúan en la frente el nombre de sus maestros para que quede bien claro y participan en actos honoríficos y dan trabajo a sus amantes, mientras se disfrazan de grandes creadores modernos, porque ellos no son directores, sino creadores, y como complemento final se colocan la bufanda para darse importancia y suplir todas sus carencias.
No me gustan los estrenos porque solo van los que están en paro, para buscar trabajo, pero no se dan cuenta de que los otros que van no tienen tampoco trabajo que ofrecer, porque si tuvieran algo entre manos no irían a los estrenos, pues no les haría falta.
Este año, por el Día Mundial del Teatro, voy a ir a la salida de los teatros a gritar a la gente cosas feas, bien alto y fuerte, y a preguntar a los espectadores si son mejores personas, si han entendido algo, si han pagado, si han salido transformados, si han aprendido algo, si se han conmovido, si se han emocionado, si se han reído, si han viajado lejos, si han disfrutado... si les duele algo al salir del teatro, porque el teatro duele, todos los trabajadores del teatro tienen varias cicatrices... y les preguntaría también si son capaces de sentir algo cuando oyen la palabra teatro... porque yo siento... ¿siento algo?
El Día Mundial del Teatro voy a poner todo el teatro del mundo sobre la mesa, ante mí, lo voy a mirar un rato, lo voy a juntar todo, lo voy a arrugar, y me voy a meter todo el teatro del mundo por... Perdón, no es momento de decir ordinarieces, que hoy es el Día Mundial del Teatro.
Releyendo este texto compruebo que he utilizado 34 veces la palabra "teatro". ¿Por qué? ¿Quizá porque tengo 34 años? A veces me pregunto por qué dedico tanto tiempo al teatro.
¿Qué crees? ¿Que después de esto volveré al teatro? No (palabra que he utilizado 48 veces). Esperaré aquí sentado. Quizá, si algún día, mientras espero, viene Godot, iré con él al teatro. Pero sólo será por la caña de después, porque, definitivamente, es lo único que merece la pena del teatro.
nico guau
P.D. Este texto tiene una solución de jeroglífico al tema "tipo de teatro oriental". Se regalarán entradas para el cine a los 3 primeros ganadores.
viernes, 25 de marzo de 2011
Espectáculo en vivo y en directo
Uno se pregunta, entonces, ¿Por qué desplazarse para ir al teatro? Paradójicamente, ahora que tenemos todo el ocio a nuestro alcance sin salir de casa, es cuando más sentido tiene ir al teatro porque necesitamos la experiencia del directo. Necesitamos algo que, al tocarlo, no se desvanezca. Efectivamente, la experiencia teatral es única. Podríamos ir a ver todas las representaciones de una misma obra en cartel y, sin embargo, cada día veríamos algo diferente. Esa es la magia del directo. Nunca es igual.
En el directo, además, se comparten energías. El actor se contagia del espectador y viceversa. El actor pone toda la carne en el asador, al exponerse en vivo, con el único objetivo de compartir una experiencia única. El teatro es, ante todo, una relación público-actor. Sin esta fórmula no existiría el teatro. En el directo, la emoción del actor se transmite por el aire al espectador. Ambos se funden en un solo sentimiento. Se da el milagro de la empatía. El teatro es el lugar donde se abraza, se voltea, se agita, se proyecta y recibe la sensibilidad.
En un mundo donde prima la pantalla plana, cabe reivindicar lo anguloso, lo corpóreo y fluido. El teatro es sangrante. Es necesario para gentes almidonadas, vital para hipersensibles. Nadie escapa a su fuerza. Tan sólo hay que probarlo. Señoras y señores, pasen y vean ¡Qué comience la representación!
jueves, 24 de marzo de 2011
El teatro duele
Tengo el pulgar del dedo izquierdo vendado, porque me he hecho mucho daño con una cuchilla cortando unas invitaciones para un estreno de teatro. Cuando llegué al hospital y me atendieron de urgencias, el médico me dijo: "¿te conozco?" Y yo dije, entre grito y grito de dolor, es decir, relacionando teatro y dolor: "a lo mejor del teatro." Menuda tontería se me ocurrió, en vez de decir "cósame y calle." Me refería con ello a que quizá me conociera por haberle vendido una entrada alguna vez, porque como ni salgo en la tele ni en los escenarios españoles, las taquillas de los teatros es el único lugar donde se me puede ver. Pero no, resultó que me conocía de otra cosa, y entonces cuando se acordó yo también le reconocí. Un amigo de un amigo que me presentaron en septiembre. Me cosió la yema del dedo hablando de teatro, preguntándome por lo que había visto últimamente, diciéndome que si me cosía bien, le tendría que invitar a mi sala. También me habló acerca del musical que vio en su viaje a Nueva York. Con todo ello quería entretenerme y que yo olvidara el dolor. Yo hablaba y escuchaba. Pero también gritaba y me mordía la otra mano, porque me seguía doliendo mi dedo a pesar de la anestesia.
La anterior ocasión en que me tuvieron que coser fue al regresar de llevar un texto de teatro al Registro de la Propiedad Intelectual, pues me di un golpe en la cabeza al entrar en el metro. Otra vez me torcí un pie al bajar de una escalera a la que estaba encaramado moviendo un foco en algún teatro de la geografía española. También, sobre otro escenario, me di un golpe en la frente y sangré, y empecé a intentar cortar la hemorragia con un pañuelo que encontré en un bolsillo, mientras el público reía por lo que pensaba que eran efectos especiales. De todo esto me he acordado hoy en urgencias, pero seguro que algún momento más se me está olvidando. Qué dolor.
En teatro existen una serie de normas no escritas, que se cumplen siempre. Si en un espectáculo actúan patinadores, tarde o temprano se acabará llevando a alguno al hospital en plena función. Si el elenco es amplio, más posibilidades de que un actor tropiece en escena, sufra un desmayo, o se dé un golpe con la escenografía. Si hay lucha de espadas, alguno se llevará una herida a casa, con mucha probabilidad cerca del ojo. Si se coloca una piscina de arroz, tras alguna función el médico sacará granos de arroz del oído del actor. Si se juega con agua, por mucho que se controle, alguien se resbalará. Si el decorado está a varias alturas, alguno irá de lo más alto a lo más bajo sin utilizar los escalones.
Al médico le he invitado al teatro. No sé si vendrá. Le he dicho otra tontería para despedirme: "yo te he venido a visitar, ahora tendrás que hacerlo tú." Después he salido del hospital y he caminado ligero, de regreso a la sala de teatro porque todavía tenía que terminar algunas cosas. Ahora, un par de horas más tarde, cuando escribo a ordenador, aunque parezca increíble de una forma precaria con mis 9 dedos útiles y el décimo vendado, pienso en el peligro del teatro. Y sufro. Y siento las puntadas del hilo en la yema de mi pulgar. Qué dolor. No digo que la profesión de los albañiles o los mineros no sea arriesgada, pero que no digan que tenemos una vida fácil. El teatro duele. Y mucho.
nico guau
A pesar de todo
Premio de Teatro Breve: MINUTEATRO
lunes, 21 de marzo de 2011
Programación
- Mayo: 12/14 La vida tiene muchos días (TFC); 25/31 El mundo del revés (TFC)
- Junio: 1/6 El mundo del revés (TFC); 7/17 Brut (TFC); 20/30 In memorian (TFC); 16/24 El experimento del doctor Ox (4ºB).
Sala García Lorca:
- Abril: 1/14 Charo Amador (4ºA1); 26/29 3º Dirección (1 muestra)
- Mayo: 3/31 3º Dirección (7 muestras, una cada 3 días)
- Junio: 2/14 Lolo (TFC); 15/28 Parches (TFC); 16/29 Nuria Alkorta (4ºA2)
domingo, 20 de marzo de 2011
Bocado amargo
Microteatro por dinero es una propuesta refrescante. En un panorama teatral dónde triunfa la reposición y el revival de difícil digestión, llega al fin teatro joven hecho por gente joven, barato y de corta duración. Siete obras de diez minutos en cada una de las habitaciones acondicionadas como salas. Y si le ha gustado el aperitivo, puede repetir porque cada obra está a precio de canapé: tres euros.
Por este módico precio te introducen en una sala de ocho metros cuadrados, no apto para claustrofóbicos, sí para público hambriento de nuevas experiencias y de calor humano. Los espectadores se miran entre sí, inquietos, con cara de qué nos van hacer ahora. Al igual que en el pasaje del terror, se crean vínculos eternos entre los pasajeros.
En el colmo del realismo aparece una mujer borracha. Es tal lo poco convencional de la situación, la cercanía entre los asistentes, las dimensiones reducidísimas de las sala y la inexistencia de escenario, que sabemos que es la actriz y no una fiestera que se ha colado, porque habla más alto de lo normal. Este efecto de extrañamiento, no sé si concebido a conciencia o resultado de la falta de ese dinero que reclaman en el título, capta totalmente la atención del público. Lo más básico que ha de suscitar un espectáculo, está de sobra conseguido.
A continuación asistiremos al bajón de la borrachera de este personaje. Que podría ser el de cualquiera de los asistentes cualquier sábado por la noche. La soledad de los que viven en las ciudades y el deseo de dormir con alguien y no tener con quién, son tratados en este monólogo con ágil ritmo de comedia.
La actriz dota a su minipapel de una cualidad grotesca con un toque de ternura que arranca al público más de una carcajada en un tiempo record. Quizás la dirección sobreexpone a la actriz e incomoda al público más de lo necesario, al marcar un striptease no del todo justificado.
El toque surrealista es otorgado por la salida del espejo del doble de la protagonista. Un doble canalla, que no le gustaría tener a nadie. Un reflejo que le recuerda que no es tan joven, que no es tan guapa como ella está cantando al espejo, que sus carnes no están tersas y que debe asumir que se le ha pasado el arroz y ya nunca, nunca podrá… ¿casarse?
Un final anticuado y una moraleja conservadora para lo que en principio es un teatro de corte fresco y joven. Da la impresión que a los autores se les ha ido tanto la mano con la farsa que han conseguido un mensaje digno de abuela: Cásate cuanto antes que a partir de los cuarenta estás muerta.
Lo que comenzó siendo un apetitoso canapé se tornó cuatro minutos y doce centésimas de segundo más tarde en un bocado amargo.
domingo, 13 de marzo de 2011
Cuando las cosas no se pueden hacer mal
UNA DANZA DESGARRADA
Jadea, de Antonio J. González. Profesor-director: Javier Vázquez. Intérpretes: 3º Interpretación textual A1. Sala García Lorca, RESAD, Madrid. 9, 10 y 11 de Marzo. Funciones a las 17:00 y 19:00.
El mito de Jasón y Medea ha sido revisitado en numerosas ocasiones. Tantas como distintas interpretaciones tiene. En Jadea, escrita por Antonio J. González, se nos habla de una Medea loca por amor, un amor enfermizo que la lleva a matar. Primero a su padre, para huir con Jasón. Después a sus hijos, para vengarse de éste cuando abandona su cama por la de otra mujer. Mujer que muere al contacto de una tela envenenada enviada por la propia Medea.
Esta Medea se desangra por dentro, llevando su dolor hasta las últimas consecuencias. Prevalece en ella la pérdida de su condición de belleza por el hecho de ser madre. Y llegados al final, el círculo vital que le ha tocado en suerte no le compensa. No es feliz sin Jasón. Y sin él no está dispuesta a vivir. Y la tragedia acaba manchada de sangre.
En el montaje propuesto por Javier Vázquez, profesor de Interpretación, el teatro y la danza se dan la mano. Cinco actrices -importante resaltar que no son bailarinas- nos coreografían la vida de Medea elegantemente. Se deslizan ante los ojos del espectador, se golpean, se arrastran, se lanzan, se recogen en suspiros, y sobre todo, jadean. La pasión de Medea se refleja en sus cuerpos, en sus respiraciones, y también en las palabras que recitan como si de un coro de Medeas se tratase. Tres actores completan el reparto, imbuidos de la figura de Jasón. Un Jasón prepotente, que juega con Medea a su antojo, que parece feliz en su papel de macho dominante. Los actores también se mueven coreografiando sensaciones, deseos, la lucha de Jasón consigo mismo. En definitiva, un conjunto de personajes que jadean al ritmo de sus pulsiones vitales.
El vestuario se ve reducido a unas faldas largas. Rojas para Medea, el color de la sangre; negras para Jasón, el color de la pérdida. El juego aporta una clara intención estética al conjunto del montaje.
Lo interesante de la propuesta es que, en determinados momentos, traslada la acción a la sociedad actual. Compara la historia de Jasón y Medea, con historias reales sucedidas hoy día. Lo que ocurrió una vez, puede volver a suceder de nuevo. Se arriesga incluso a mostrarnos unas Medeas danzantes ante unas televisiones encendidas, pero en las que no vemos imágenes. Éstas se ofrecen al espectador en un proyector gigante, atacándole desde lo real. Porque Medea no es sólo un mito asentado en la memoria colectiva.
Medea sigue latiendo entre nosotros. Y su historia aún está viva. Respira.
Jadea.
lunes, 7 de marzo de 2011
La risa burda es imprescindible
¿Existen razones en infravalorar algún género teatral por su aparente bajeza o falta de seriedad? Algunos personas desprecian la comedia, por no hablar ya de la comedia ligera, calificándola de vulgar en comparación con el drama o la tragedia.
Sin embargo, olvidan que para atreverse con el teatro vulgar y grosero como ellos lo llaman, lo que hace falta es desenfado, frescura, gracia, oportunidad, aparte de la innegable habilidad de hacer reír que poseen los comediógrafos. Quizá atreverse con lo bajo no es alentar a nada, no es osar a cosa respetable ni es pretender la alta estimación de nadie; no obstante, no hay derecho alguno a vituperar y menos aún a desconsiderar a los que cultivan este arte.
El pasado jueves, los que asistimos a Doce más uno, espectáculo de Javier Pastor, pudimos disfrutar de una historia sobre la buena y la mala suerte en clave de humor. Eso sí, un humor que no pretende elevarse al nivel de Moliere, pero que tampoco se queda en mero chiste. Aunque, a decir verdad, algunos momentos de la representación, dotados de gran ingenio, rozan la pura gracieta, cosa a la que se apunta más desde la dirección que desde la dramaturgia.
El texto nos cuenta la historia de un hombre que, tras ser despedido de su puesto de trabajo, se ve sumergido en una espiral de mala suerte, creyéndose ser gafe. En vistas de su propia boda, para detener la mala racha, el tipo contrata los servicios de un chamán. Este le ayuda a recuperar la buena fortuna y superar así los posibles obstáculos que impidan la celebración de la citada unión matrimonial.
Como vemos, el hilo argumental es bien sencillo y cómico, y permite a la vez incorporar unos gags que, de no haber sido tan repetitivos, podrían tener mucha más efectividad.
Sobre la estética cabe decir que oscila entre el mundo del cómic y la paródica imitación de las comedias hollywoodienses, vista por los ojos de un español, reivindicando la chapuza y casi que riéndose de sí misma. La escenografía, que parece sacada de una tienda de segunda mano - cutre a propósito -, nos surgiere la multiplicidad de espacios de manera metonímica: así como una barra, una mesa y una máquina tragaperras nos sitúan en un bar, una mesa y dos sillas nos llevan al despacho del jefe, con pasmosa facilidad y eficacia.
Los personajes son tratados de forma arquetípica y pueden parecer un tanto planos, como el jefe cabrón o el amigo bobo, pero en esta pieza se les ha dado un giro de tuerca, haciendo que sean impredecibles dentro de su coherencia. Sus acciones y réplicas no son descabelladas, pero existe una imprevisibilidad constante que impera en su lenguaje, lleno de “respuestas salvajemente inadecuadas” muy bien escogidas por parte del autor. Chapeau al reparto y a su dirección, puesto que la manera de interpretar basada en la exageración resultaba ser lo más cómica que el texto permitía.
El ritmo picado y el tono ligero del espectáculo crearon un ambiente distendido, relajado, sonriente, y despertaron una sensación de agrado que se mantuvo en el patio de butacas desde el comienzo hasta el último oscuro.
La comedia ligera, siempre que se aprecie como tal, es tan válida como cualquier otro género dramático. Esta obra en concreto no cuenta nada nuevo, ni nada arriesgado, no hace que el espectador salga de la sala y se haga grandes preguntas existenciales, puesto que de este género no se puede esperar un gran acierto dramático ni literario. Pero es innegable el acierto que tiene esta obra de satisfacer a un público que lo único que busca en ocasiones es, simplemente, pasar un buen rato.
Foster Kane.
Un infierno muy sugerente
No haberte muerto, de y dirigida por Ricardo Salamanca. Intérpretes: Ismael Carreño, Sabina Coira, Txabi Pérez, Alfonso Enjuto, Catalina Pueyo, Lidia Rodríguez, Gonzalo Grodon y Luis Lara. Diseño de Luces: Pau Ferrer Garrofé.
Que el camino hacia el infierno está pavimentado de buenas intenciones es algo que todos conocemos. Ricardo Salamanca, alumno de cuarto curso de la RESAD nos lo muestra en No haberte muerto, pieza en la que nos presenta un particular infierno donde un grupo de personajes que fueron “virtuosos” en vida, han de cumplir penitencia durante toda la eternidad.
Salamanca aplica el conocido principio de Woody Allen que afirma que la comedia es tragedia más tiempo, otorgándole el protagonismo de su hilarante obra a un remedo de Francisco Franco y al mismísimo Hitler, que siguiendo aquella otra máxima de que hay que tener amigos hasta en el infierno, aúnan fuerzas para dar un golpe de estado en este singular inframundo.
Estas son las premisas en las que se basa esta sugerente comedia. Por desgracia se queda en eso, en sugerencia y apunte. A ratos desdibujada, a ratos emborronada y confusa, a ratos brillante. La escenografía, construida con unas cuantas tablas, es el apunte del bar-infierno donde se desarrolla la historia. El actor principal, Ismael Carreño, apunta maneras, pero no es lo suficiente carismático. Sus compañeros Alfonso Enjuto y Lidia Rodríguez espléndidos en sus papeles de Hitler y Demonio le roban el protagonismo durante toda la función.
Ricardo Salamanca no ha podido (aún) sacarle todo el partido a su excelente material. Todos sabemos que el teatro, y sobre todo la comedia, nunca es un producto completamente terminado, sino un mecanismo en constante evolución, donde la prueba y el error nos sirven para ir perfilando, definiendo y ajustando la obra definitiva. Sirva este boceto como premisa del excelente fresco en que esperamos se convierta No haberte muerto.
sábado, 5 de marzo de 2011
INFELICES SUEÑOS
En los sueños, todo lo que callamos en la vida, aparece a voz en grito. Imágenes y palabras alteradas que no tienen cabida dentro de un orden lineal, cobran sentido vistas desde una mirada externa; fugaz.
Penumbra es la historia de una familia y los fantasmas interiores que conviven junto a ella. Madre, Padre e Hijo malviven su existencia dentro de un sueño tormentoso; en una prolongada pesadilla, donde nunca llega a avistarse la claridad.
Juan Cavestany y Juan Mayorga escriben un texto partiendo de esbozos, de imágenes y sensaciones abstractas que son adjudicadas a cada uno de los personajes. Sin definir una acción concreta, parece que la tensión se focaliza en los antagonismos de la incomunicación y de la angustia. A través del personaje del Hijo, encarnado en la piel de un muñeco, se plantean las dudas; formulando preguntas que quedan sin responder.
Unos padres sin respuestas, que no saben salir de los mecanismos adquiridos de su propia convención. Mediante el silencio y el ocultamiento de su verdad han llegado a convertirse en autómatas.
Como en los sueños, la repetición de frases y acciones circulares operan en la progresión del texto. Tienen lugar alusiones constantes al “mar” como símbolo de la libertad y la felicidad. Un lugar prometido, al que imposibilitados, no pueden llegar. Un mar del cual, estar cerca, es sólo posible en el sentido del naufragio; y que, adviniendo una gran tormenta los engullirá. La Penumbra es otro símbolo, y el más recurrente de todos. Tanto es así que es un personaje más. Encarnada por el actor Guillermo Toledo, la Penumbra es la entidad que transciende por separado sobre cada unos de los miembros de esta familia, así como la única vía de comunicación directa en ellos.
Andrés Lima con Animalario, dirige éste montaje con los actores, y miembros fijos de la compañía: Alberto San Juan, Nathalie Poza, el mencionado Guillermo Toledo y la voz de Gloria Muñoz. Luis Bermejo interpreta al personaje del Hijo a la par que manipula a un muñeco, más muerto que vivo, ya que en cualquier caso no llega a saberse si Bermejo pone voz y alma al muñeco, o es el muñeco el que se esconde para que sólo se vea a Bermejo.
Una puesta en escena de muros de niebla, donde el intenso humo cobra protagonismo por encima de todo. En apariencia, una escenografía sencilla compuesta por la estructura de madera de una casa sin hacer y plásticos de embalar, cobra una nueva dimensión con la ayuda del humo, el uso de ventiladores y un buen diseño de iluminación y sonido. Estos elementos tendrán su efecto más notable en el final.
El ocaso del seno de ésta familia hasta la destrucción, recuerda a personajes como los de El resplandor de Kubrick o El séptimo continente de Haneke. Penumbra es desasosiego envuelto en el onirismo de un sueño; que en ocasiones, no por aburrimiento, sino por efecto sedante, da un ligero sopor. Todos, en ésta casa a medias, viven su propio sueño, que es a su vez el sueño de los otros. Aunque dormidos, los ojos del interior se abren a otra realidad. Y es que no toda la verdad se nos muestra durante la vigilia.
MÁXIMO CRECIENTE