Blog de la asignatura Crítica Teatral 2

impartida por Juan Antonio Vizcaíno


martes, 19 de enero de 2010

Comentario al artículo de Antonio Machado

Sí, creo que el aniversario de la fundación de un periódico, tal como comenta Machado, estaría ahora más vigente que nunca, sobre todo por haber llegado al año sin haber perecido en el intento, ya sea a base de regalos a los lectores o a base de contratar a los mejores colaboradores. Estoy convencido de que actualmente la prensa escrita ha pasado a un segundo plano, ante la posibilidad de leer esas mismas noticias u otras parecidas en la pantalla de un ordenador. Y aún sin acudir a internet, pues en el primer desayuno de la mañana, con el televisor encendido, uno puede enterarse de la actualidad política, deportiva y puede hasta echar un vistazo a la portada de cada periódico sin visitar un quiosco, pues siempre hay algún periodista que habla de ellas y las agranda para que las veamos bien al detalle. Y al salir a la calle, ya sea en los portales o al entrar al metro, uno puede surtirse de periódicos gratuitos, que hojea mientras ve y escucha, a veces a su pesar, parte de esa actualidad en el canal de televisión del metro. Observando detenidamente todo esto, y planteándose el gasto de 1'20 €, o 1'50 € al día en la compra de la prensa escrita, se puede llegar a la socorrida conclusión de "el periódico lo va a comprar Rita", que para eso Rita siempre está al quite. Si en la época de Machado el periódico era una fuente de saber, una fuente de cultura, creo que con la proliferación de la televisión y del internet, hemos conseguido que los periódicos contengan de todo menos saber, pues lo que nos dan a saber, ya lo sabemos; y con la entrada de los gratuitos, hemos conseguido que el concepto de periódico no pase de una mera relación de cotilleos y anuncios publicitarios.

Hace pocos años, cuando uno se dejaba el periódico en el asiento de al lado del metro, algún viajero compasivo le avisaba a uno de su error, y el periódico era recuperado. Ahora las costumbres han cambiado, y el que alguien deje tirada la prensa con las hojas sueltas sobre el asiento no está mal visto, pues implica una concesión al siguiente viajero, un regalo. Un asiento con periódico es mejor que un asiento sin él, de eso todos estamos convencidos. Y dicho y hecho, al momento el periódico desaparece, en un abrir y cerrar de ojos. Y así se gasta menos papel, o eso opinan algunos, pues se reutilizan. Se ha llegado a un extremo tal que en algunas estaciones muy transitadas (por ejemplo Avenida de América), se han colocado en los andenes unas bandejitas de rejilla con un letrero que reza más o menos lo siguiente: "Deje aquí su periódico, que para otro servirá". Y es cierto, siempre hay alguien que mete la mano en la bandeja y saca de entre envoltorios de caramelos y pañuelos usados un periódico viejo. Incluso puedo afirmar por experiencia que si ahora uno deja su diario recién comprado en el asiento de al lado para atarse un cordón suelto de la zapatilla, cuando se yergue, el periódico ha desaparecido: el que se lo ha llevado no lo considera un delito, pues la prensa escrita se ha desvalorizado. Un periódico sobre un asiento ya no es de nadie, es del primero que lo coja.

En mi corta existencia he conocido el cierre de algunos como Ya, Diario 16, y El Sol (del que creo haber asistido también a su creación). Con el Ya y con El Sol regalaban libros, en concreto la colección de este último me ha surtido de lecturas varios años. Verdaderamente algunas campañas publicitarias de los periódicos de pago merecen un premio, pues han conseguido que la gente por el metro lea El Quijote o La Celestina, y que cualquiera en su casa vea películas españolas inéditas en DVD por el precio de café y medio. Todo ello acompañado de ligeras subiditas: aún recuerdo, hace un par de años la subidita de El País, de 1 € a 1'10 € y las quejas sobre los dichosos "10 centimitos". Yo tengo para mí que esta subida de precio fue para desmarcarse del resto. Para reafirmarse como "EL PERIÓDICO", con mayúsculas. Para marcar una diferencia con el resto, sin darse cuenta de que la diferencia se marca de otras formas. Pero le salió mal la jugada, porque al poco tiempo el resto de diarios también subieron su precio.

Conozco a una persona que compraba el periódico para leer a Eduardo Haro-Tecglen y cuando éste murió, juró que nunca más volvería a ser fiel a ningún periódico porque lo que le aportaba este medio se había ido con Haro a la tumba. Y ha cumplido su palabra. Los articulistas colaboradores van cambiando, y se van creando nuevos adeptos, por ejemplo a las columnas de Millás, a las de Ansón, a las de Mendoza, a las de Paloma Pedrero (allá cada cual), a las de Rosa Montero, a las de Elvira Lindo (yo, por ejemplo), y, entre otras cosas, a las críticas de teatro (yo también)... Me consta que hay gente que dejaría de comprar El País si Enric González fuera cesado en su colaboración con este medio, y ha estado a punto de serlo. En su artículo "Cultura", del 1 de septiembre de 2009, que se puede leer aquí, González proponía hacer desaparecer la sección de cultura, si de él dependiese. Si desapareciera esa sección de todos los diarios, muchos no lo notarían. Si fueran desapareciendo poco a poco todas las secciones, muchos seguirían sin notarlo. Se conformarían con guardar la película o el libro correspondiente en la estantería. Pensarían "vaya, el diario cada vez es más flaco". Pero seguirían comprándolo por la película. Y luego dirían por ahí que ellos leen el periódico.

Y ya hablando de mí otra vez, yo, que me precio de ser una persona mínimamente interesada por el mundo que me rodea, compro el periódico por la película que regala. Y cuando no lo compro, voy a las bibliotecas y paso directamente a las 3 o 4 páginas de cultura. Si esas páginas desaparecieran del diario, qué más da, un viaje que me ahorro, un trayecto menos que hago, una preocupación menos. este fin de semana me contaba un maquetador del Público que se había deprimido enormemente al ir al quiosco y escuchar la siguiente conversación:

QUIOSQUERO: ¿Quieres el Público?

CLIENTA: No, hoy no me lo pongas, que la película ya la he visto.

Yo le dije que comprendía a la clienta, porque yo también lo hago.

Y también, quizá los fariseos de los que habla Machado, esos que no necesitan leer periódicos porque con lo que saben, ya lo tienen todo, abundan hoy más que nunca. Se han puesto internet en casa. O lo han oído en la oficina. Y hablan de las noticias, no como tales noticias sino como comentarios de los chismes que una compañera de trabajo había oído de una vecina que bajando por la mañana en el ascensor le contó que había leído en cierto mail que le envió un primo suyo de Burgos. Que había un virus en Facebook, decía ese primo. Todos hoy en día tenemos información de primerísima mano. Y así tomamos luego las cañas, hablando de la actualidad.

Concluyendo, creo que un diario está bien cuando no hay otra cosa a mano, como le debía de suceder a Machado en ese pueblo remoto del que habla, pero cuando estamos tan saturados de información, creo que un periódico no es tan importante en nuestras vidas. Sí el aniversario, pero no el periódico.

nico guau

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