Hojeando el folleto de La noche de los libros, evento que ha movilizado la ciudad de Madrid hoy, me pregunto cuántos de los gerifaltes que han leído un par de párrafos de El Quijote en el Círculo de Bellas Artes sabrían contestar a una pregunta sencilla: "¿qué es El Quijote?". Y me pregunto también por qué tantos directores de cine a punto de estrenar película han firmado hoy libros que han sido publicados hace ya varias décadas. Y por qué tantos grupos musicales han ambientado las compras de libros en otras tantas librerías. Y en qué libro se han inspirado los bailarines que han mostrado su arte en enclaves diversos de la culta capital. Y por qué han invadido las bibliotecas (esos lugares repletos de volúmenes que podrían haberse sentido orgullosos hoy por la impuesta efemérides) un sinfín de conciertos, talleres de papiroflexia, cuentacuentos representaciones teatrales y alguna performance "erótica" (como leo en el programa), en vez de permitir que los usuarios hicieran eso que es más común con los libros. Y sigo preguntándome por qué una institución pública celebra el día y la consiguiente noche con un recorrido por las "fondas, mesones, botillerías y cafés" del Madrid Ilustrado. Y sobre todo, me pregunto por qué la imagen de todas esas noches en producción industrial que se nos brindan últimamente (la de los libros, la de los teatros, la que va "en blanco") es la luna llena, con sus tonos grises y sus cráteres y sus mares, una imagen de la que se han apropiado, que antes significaba otra cosa mucho más poética y evocadora, y que al mirarla ahora, me transmite una única idea: dinero, el dinero que cuestan todas estas noches, esa suma que yo, como pobre mortal, nunca llegaré a saber. Como tampoco sabré si la fotografía de la luna que utilizan como imagen es propia o es escaneada de un libro. Porque para algo sirven los libros, supongo, ya lo he visto el día de hoy. Festejando El día del libro y La noche de los libros se ha privado de significado y de utilidad a lugares dedicados a la lectura, se ha dotado de música en directo, algo hasta hace un par de años impensable, a espacios de venta de libros, algunos tan pequeños que para hacer hueco a un cantautor con su guitarra habrán tenido que sacar a la calle bajo la lluvia un par de mesas con libros. Y se ha utilizado la efemérides a modo de contenedor de escombros, depositando a lo largo del día de hoy cualquier propuesta para festejar esta señalada fecha, por descabellada que fuese la idea, y por opuesta a los libros que se encuentre. Y ahora es cuando me pregunto si no se ha olvidado eso que se hace principalmente con los libros: leer. Y pensar esto me da miedo; esta noche me acuesto con miedo. Para mí esta noche es La noche del miedo.
nico guau
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