Blog de la asignatura Crítica Teatral 2

impartida por Juan Antonio Vizcaíno


sábado, 13 de noviembre de 2010

Lo bueno, si breve…

Dämonen (Demonios). De Lars Noren. Dramaturgia:Bernd Stegemann Dirección: Thomas Ostermeier. Escenografía y vestuario: Nina Wetzel. Iluminación: Erich Schneider. Música: Nils Ostendorf
Vídeo: Sebastien Dupouey. Producción: Schaubühne am Lehniner Platz, Berlín. Reparto: Katarina: Brigitte Hobmeier; Frank : Lars Eidinger, Jenna: Eva Meckbach ; Tomas : Tilman Strauss. C.D.N. Teatro Valle Inclán. Duración: Dos horas, quince minutos, sin intermedio. 15-11-2010.


No se mira el reloj hasta pasada la hora y media. Thomas Ostermeier, talentoso director de la Schaubühne alemana, nos acerca en el festival “Una mirada al mundo” a la intimidad de un matrimonio “moderno”. La mirada de este director, valga la redundancia, es pretendidamente minuciosa, pues hace uso no sólo de un texto cuasi neurótico por su reiteración, sino también de una escenografía móvil para descubrirnos todos los recovecos de la infelicidad conyugal. Incluso podemos apreciar los primeros planos de los actores, gracias a una cámara indiscreta que capta momentos un tanto impúdicos (como el del personaje Frank orinando). Todo ello, con el objetivo de ser fiel a su filosofía de reformular el realismo (aunque, quizá por la minuciosidad que evoca, habría que llamarlo naturalismo). De cualquier manera, la obsesión por el detalle lo lleva a una puesta en escena armónica. Encontramos grandes actores que juegan en sintonía, es decir, Ostermeier nos recuerda a los españoles (como ya viene pasando cuando nos acercamos a lo que se hace por ahí fuera) que otra interpretación es posible; esto es, una interpretación alejada del divinismo que trabaja como un verdadero equipo, obteniendo excelentes resultados, salvo (acaso) pequeños histrionismos mal avenidos. No obstante, bien es sabido que el teatro alemán gusta de ver estos temperamentos (quizá por contraste con lo que les es de suyo) sobre la escena.


A partir de la hora y media, el mecanismo se repite (demasiados clímax, luego, el público termina acostumbrándose). Todo con el objetivo, se entiende, de constatar una estética acorde con el mensaje de la obra: relaciones burguesas estancadas en el hastío, que repiten una y otra vez los mismos errores. Un dato a destacar es la música, a cargo de Nils Ostendorf, que aparece como parte de la escenografía desde el primer momento (los vinilos están a la vista del público, adelantando así lo que vamos a escuchar): Qué moderno treintañero que se precie hoy día no tiene un vinilo de música indie con cierto tono nostálgico y decadente de “The XX”.

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