BEAUMARCHAIS
Dramaturgia y dirección: Josep María Flotats. Escenografía: Ezio Frigerio. Vestuario: Franca Squarciapino. Iluminación: Vinicio Chelo. Audiovisuales: Sergio Metalli. Reparto: Josep María Flotats; Pedro Casablanc; María Adánez; Carmen Conesa; Ramón Barea; Constantino Romero; Richard Collins-Moore; Raúl Arévalo; José Gómez y otros. Teatro Español. Del 30 de Noviembre de 2010 al 23 de Enero de 2011.
Beaumarchais, de Sacha Guitry, se pone por primera vez sobre las tablas sesenta años después de haber sido escrita. Guitry escribió sobre Pierre-Augustin de Beaumarchais, mostrando a un hombre acusado del asesinato de sus dos primeras esposas; un hombre mezclado en política; un hombre que tuvo que enfrentarse a varios pleitos judiciales; y, por último, un hombre que apoyó la Guerra de la Independencia de Estados Unidos. Todo en pos de la libertad. Y a todo eso se le suma la autoría de El barbero de Sevilla y Las bodas de Fígaro. Un extenso recorrido por la Francia del S. XVIII de la mano de un personaje no tan conocido como se podría pensar.
Flotats recoge el texto y muestra a un autor que, además de escribir la obra, la pone en escena junto a su compañía, algo que no sucedió en su momento debido a la falta de recursos del autor. Se pone en la piel de Guitry, y Guitry se nos presenta interpretando a Beaumarchais en sus múltiples facetas. Una vez más, se atreve con la dirección y se reserva el papel protagonista. Un papel que se le escapa de las manos. Junto a un elenco de actores de gran calidad, y definitivamente poco aprovechados, los parlamentos de Flotats se pierden entre olvidos, dudas y una monotonía tonal que hunde al espectador en la butaca. No consigue ponerse a la altura del resto, a pesar de estar sobre el escenario las más de dos horas y media que dura la obra. Con un descanso hacia la mitad, quizá la larga duración del texto hace que, a medida que el mismo avanza, Flotats aparezca cada vez más cansado y menos seguro de sí mismo, haciendo que la segunda parte resulte tan larga y tediosa como ágil se hace la primera. Y todo a pesar del buen hacer del resto. El final, la presencia de Beaumarchais ante el Tribunal de la Inmortalidad, se convierte en algo meramente anecdótico, un guiño hacia el carácter de los miembros de la Academia y una reverencia a Molière. No consigue emplastar con todo lo anterior, debido, sobre todo, a la diferencia de lenguaje estilístico.
Importante la presencia del vestuario durante toda la representación, en la que los treinta actores que acompañan a Flotats realizan varios cambios de vestuario y pelucas, que lucen espectaculares sobre las tablas del Español. Una preciosa recreación de la época, lograda de manera sublime por Doña Antoñita, en todas las pelucas que a sus ochenta y seis manos ha tenido el buen hacer de coser a mano.
Las proyecciones de las que se sirve la escenografía dejan mucho que desear y no pasan de ser sencillas fotografías de iluminados y lujosos espacios, que sobran de principio a fin. Eso sí, siempre acompañadas de un lujoso mobiliario de siglo XVIII cuidadosamente elegido.
En definitiva, Beaumarchais se convierte en manos de Flotats en un montaje que adolece de una desmesurada e incorregible ambición, y que no consigue superar la terrible prueba de adaptar, dirigir e interpretar como protagonista absoluto una obra tan compleja como la que Guitry escribió hace ya sesenta años. Quizá podría haber esperado otros sesenta más, al menos hasta encontrar la manera adecuada de hacerlo.
Algunos reinados deberían ser abolidos, y cuanto antes, mejor. A fin de cuentas, no existe la vida eterna.
martes, 30 de noviembre de 2010
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