Soy Chiao Shiang, muerto número 376 de la avalancha humana acontecida esta semana en Camboya. Aprendí español por correo, por eso puedo atreverme ahora a homenajear nuestra memoria. La mía y la de 375 personas más. Todavía estoy un poco afectado por el suceso, así que haré lo posible por cumplir con mi obligación de víctima.
Camboya, para situar al lector, está bien cerca de Indonesia. Queda como por detrás del mundo, mirando desde España. Pues allí estábamos nosotros, más de 12.000 personas camboyanas según la organización, celebrando la Fiesta del Agua. Antes del alarde de estupidez humana, nos hallábamos disfrutando de conciertos, bebidas refrescantes y exaltación general. Pero entonces alguién se asustó al ver cómo se desmayaba una docena de personas, y decidieron empezar a correr. Los primeros muertos tenían la tensión baja. Yo morí justo después de tropezar con el 375. Caí al suelo y se acabó.
Nos consta que buscan responsables. Nosotros sólo queremos que busquen nuestros objetos personales. Perdí las sandalias nada más empezar a correr y llevo descalzo una semana. Hubiera sido mejor pertenecer a otro tipo de aglomeración, como el recibimiento a la selección española, cualquier manisfestación con intenciones políticas o las filas ante las administraciones de lotería. Llevaría zapatillas con cordones, que son mucho mejor para correr.
Pero estaba en Camboya, y en Camboya hace mucho calor, créanme. Así es que, de parte de los 376, busquen nuestras sandalias, por favor.
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