Blog de la asignatura Crítica Teatral 2

impartida por Juan Antonio Vizcaíno


lunes, 15 de noviembre de 2010

El hijo pródigo

La última cena de Ignacio Amestoy
Intérpretes: José Maya y Bruno Lastra. Dirección: Juan Pastor. Producción: Guindalera.


Ignacio Amestoy ve representada por primera vez la obra La última cena. La sala Guindalera estrena así el primero de los textos de dramaturgos españoles que promete en un nuevo ciclo de programación después del dedicado a Brian Friel. La última cena se presenta como un ejercicio de escritura básico, con un tema complejo. Amestoy, desde su Euskadi, trata el conflicto vasco de una forma doméstica. El calor del hogar pasa a un primer plano, mientras que las diferencias políticas entre un padre y un hijo no son más que la excusa para una hora de función en la que se retoma una relación que combatirá el dolor de ambos.


Juan Pastor pone en escena el conflicto. Antagonista contra protagonista, con sus historias completas, con sus circunstancias dadas, con la necesidad de urgencia. Un código perfecto para que este director realice otra demostración de la verdad escénica. Ejecuta, una vez más, de un modo sobrio, elegante y contenido. Los alardes técnicos quizá no tengan cabida en esta propuesta, quizá haya querido prescindir de ellos para no restar importancia a la palabra. O quizá por principios.


José Maya y Bruno Lastra, padre e hijo respectivamente, están a la altura. Mientras que sí sería oportuno aplicar la palabra sobrio al trabajo de Jose Maya, no sucede lo mismo con el acento guipuzcuano de Bruno Lastra. Esta elección supone un riesgo bien resuelto para el montaje y por el actor, resaltando las diferencias entre los dos personajes, pero no deja de mostrarse como una elección que quizá también se hubiese podido solucionar de otra forma. Es importante destacar que esta característica no resta brillantez a su actuación en esta obra. La pareja funciona.


No se debe acudir a ver esta función esperando encontrar un profundo debate sobre ETA, pero el espectador sí encontrará la herida que el asunto provoca en la sociedad. Los posicionamientos se agotan cuando dejamos de tener en cuenta que es el hijo pródigo el que vuelve para encontrar el abrazo de su padre. Llega un momento en el que deja de importar lo que el hijo pródigo ha estado haciendo en su viaje. Porque finalmente ha regresado.

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