El pasado siete de Julio, tuve la suerte de acudir a la representación de una obra teatral “Ng’ ona” (Cocodrilo) de la que desconozco el autor y ni siquiera sé si está escrita.
El estreno tuvo lugar en una aldea de Lilongwe, la capital de Malawi, frente a un público que comía, bebía, se reía y además atendía sin perderse una palabra.
Como escenario una explanada. La única escenografía que había era un banco de madera cubierto con una tela. Los figurantes eran unas cuantas cabras y algún niño despistado.
Tres actores, uno de ellos disfrazado de mujer.
El texto era en Chichewa, así que sólo entendía algunas palabras sueltas y frases hechas. No me hizo falta el texto, la verdad, para enterarme de qué iba la obra, pero debía ser bastante ingenioso, porque el público chichewa parlante se tronchaba.
La primera escena transcurría en una habitación. La mujer sentada en el banco, como si fuera su cama. Entraba uno de los hombres con una gallina en los brazos. Endosaba la gallina a la anfitriona, se sentaba en el otro lado del banco y comenzaba un tira y afloja lingüístico y corporal que evidenciaba tensión sexual. La mujer con un “quiero y no puedo”, y el hombre con un “quiero y me la suda que no puedas”. Básicamente.
En la segunda escena desaparecían detrás del banco.
En la tercera se oía la voz del otro hombre, anunciando que iba a entrar en escena. La mujer y su amante salían de detrás del banco, se tropezaban, gritaban, iban de un lado para otro y finalmente, el amante era escondido por la mujer, debajo de “la cama”.
En la cuarta escena entraba el hombre. Besaba a su mujer. Hablaban de pollos, creí entender. El hombre intentaba coger la sábana que cubría el banco para llevárselo, y la mujer se lo impedía, naturalmente. Al final para despistar al marido y que el amante pudiera salier por patas, la mujer le besa pasionalmente ante los aplausos y risas de las mujeres del público.
Al final saludaban los tres y todo el poblado acababa cantando y bailando.
La voz de esos actores, tanto la de los hombres como la de la mujer, eran impresionantes. No había micrófonos y la función era al aire libre. No había ningún problema para escucharles.
No eran actores profesionales, pero llevan actuando desde que son pequeños. El teatro en Malawi está presente en todas las celebraciones (grandes o pequeñas). Incluso se hacen pequeñas obras de teatro en cada nacimiento, en cada boda.
Y además les apasiona. Y eso se ve. Transmitían que disfrutaban con lo que estaban haciendo, que se lo estaban pasando genial y sobre todo, que era importante para ellos.
Más tarde, le comentaba a uno de los actores, que en mi país estudiaba Dramaturgia (explicándole lo que era), él me contestó: “Qué bonito estudiar la vida en trozos”. Y es que el teatro para ellos es eso: La vida en trozos.
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