La última noche llovió. No me molesta que llueva de noche, vendrá bien, según se oye, para la higiene de las ciudades. Pero al despertar he vuelto a ver sobre mi cabeza lo que podía contemplar allí antes del verano: la gotera. Fresquita. Reciente. Me he dado cuenta de que ya se fue el verano y de que volvemos a lo mismo. Frío, Navidad, catarros, goteras, nuevo curso (ahora vuelvo a ser estudiante). Todo retorna. La tripa que he echado este verano empezará a bajar, y me quedaré otra vez en los huesos, hasta que llegue junio y vuelva a engordar. Los pantalones que dejé de usar en julio porque me quedaban estrechos, me los podré poner en noviembre. Los calzoncillos pequeños, los del fondo del cajón, calculo que cabré en ellos más o menos cuando se acerquen las repetitivas fiestas. Para celebrar el regreso a la normalidad de todo (normalidad porque ocupa una mayor parte del año), quise celebrar en la terraza de mi recién inaugurada morada una especie de fiesta-reencuentro al que llamé La vuelta al culo. El juego de palabras se entiende, supongo. Tiene que ver con mi reciente manía de decir que todo lo que no me gusta es un culo. Por cierto, cuando digo estas cosas en voz alta, me llaman escatológico, así, como suena. Hoy me han dicho: "eres un escatológico". Yo no he sabido qué contestar, y me he dado la vuelta, con la cabeza bien alta. El caso es que al evento mencionado acudieron algunos miembros de los distintos grupos que componen mi ecosistema. En concreto un par de ejemplares, los más significativos- como si yo fuera el famoso Noé- de cada grupo con el que me tenía que reencontrar. Así, en mi arca-terraza hablamos de la vuelta al culo, considerando el regreso como algo negativo, y alabando esa impasibilidad veraniega que nos había invadido a todos los allí presentes. Después, cuando la lluvia fuera del arca arreció, y pude cerrar la puerta cuando salió el último, me quedé un rato pensando. Reflexioné acerca de mi actitud hacia el nuevo culo. Perdón, hacia el nuevo curso, la nueva temporada, o la nueva época de frío, o como se le quiera llamar. Me di cuenta de que para que no fuera como los demás, para que fuera un culo especial, debía de empezar por dejar de ser tan negativo, y no llamarle culo antes de comenzar. Eso pensé hace pocos días. Intenté convencerme de ello. Pero esta mañana, al sonar el despertador, abrir los ojos y ver la gotera sobre mi cabeza, me he vuelto a tapar con la manta pensando que eso ya lo había vivido, y que ya sabía cómo iba a ser el día: un culo, como todos. Me he quedado durmiendo, como tantos otros días durante esta época.
nicoguau
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