Destino, espectáculo de teatro-danza: Primera pieza de la tetralogía inconclusa (“Primeros días del futuro”) con la que la sala Cuarta Pared ha estrenado la temporada, celebrando su veinticinco aniversario. A su vez, forma parte del festival “Territorio en Danza”.
Compañías: Cuarta Pared y Daniel Abreu (Comunidad de Madrid). Dirección artística: Javier G. Yagüe. Dramaturgia: María Velasco y Javier Yagüe. Coreografía e intérpretes: Daniel Abreu y Raquel Sánchez
Javier Yagüe, director de la sala Cuarta Pared, quiere celebrar su veinticinco aniversario al frente del proyecto de teatro social que oferta. Para ello, ha elegido la temática de la ciencia, como discurso del cambio: Vivimos en un mundo donde la ciencia avanza a pasos agigantados y apenas podemos digerir los cambios que esto supone. Es por ello que el hombre de hoy se siente mucho más desvalido que en otras épocas. No sabe a qué atenerse, por lo que se banaliza.
Al frente de este análisis social, Yagüe propone un teatro que vaya más allá del entretenimiento, que sea un lugar en el que quepa la comunicación, así como una experiencia extraordinaria.
Siendo fiel a la premisa de cambio y renovación para sus propios proyectos, Yagüe indaga en la dramaturgia más fresca, a partir del descubrimiento y lanzamiento al mundo laboral de los más jóvenes dramaturgos. En esta ocasión lo lleva a cabo escribiendo con María Velasco, quien participa actualmente del ETC (Espacio de Teatro Contemporáneo) o ámbito de investigación y desarrollo de nuevos lenguajes escénicos. La Cuarta Pared la eligió (entre setentaicinco candidatos) para su proyecto Laboratorio Teatral del 2008, en el que puso a varios directores y equipos teatrales al servicio de cinco jóvenes dramaturgos con el fin de que escribieran a pie de escena. De aquel proyecto salió “Günter, un destripador en Viena”, publicada en “Primer Acto”.
Desde entonces, Velasco no ha dejado de trabajar en la Cuarta Pared. Un dato: En el 2010, esta joven dramaturga, ha ganado un accésit al premio Marqués de Bradomín (lo que significa que no llega a los treinta años).
Por otro lado, Yagüe ha elegido a un destacado coreógrafo y bailarín de la escena nacional para coreografiar e interpretar esta pieza científica: Daniel Abreu, quien, tras formarse en ballet clásico y danza contemporánea, finalmente optó por esta última trayectoria, desarrollando así una de las actividades creativas actualmente más significativas del sector.
Bajo este marco de expectación, uno se sienta en la butaca dispuesto a disfrutar de cincuenta minutos de experiencia estética con mayúsculas y, claro, ocurre lo que desgraciadamente suele ocurrir en estos casos: que no se cumple la expectativa. La danza habla por sí misma. El texto hace otro tanto. Si pudiera disfrutar de ellos por separado, creo que me llevaría la misma información a casa.
So pretexto de una enfermedad degenerativa del movimiento (y de transmisión genética) en el seno de una familia de bailarines, el matrimonio protagonista se centra en la búsqueda de un remedio. Para informarnos de este hecho, una narradora/bailarina (la hija) nos va ilustrando sobre ciencia, lo que, a veces, resulta apabullante. A continuación, en escena se ilustra, valga la redundancia, lo dicho por esta “pequeña” narradora (interpretada por Raquel Sánchez, quien, dicho sea de paso, soporta el peso de los dos campos, el discursivo y el relativo al movimiento, se entiende, con gran arte).
Por esta razón, no puedo dejar de preguntarme sobre lo que tiene de caprichoso unir lo estrictamente narrativo con la danza (al menos en lo que a la historia que aquí nos quieren contar se refiere). No dejando de admirar el talento y la técnica que hay detrás de todo esto (por lo que merece la pena ver el espectáculo), me queda pendiente que sean capaces de solapar ambos campos (texto/danza), trabajando por construir una obra de arte conjunta.
Ignatius Reilly
Ignatius Reilly
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