Cisne Negro
Género: Drama
Director: Darren Aronofsky; Intérpretes: Natalie Portman, Vincent Cassel, Mila Kunis, Barbara Hershey, Winona Ryder; Guionista: Mark Heyman; Fotografía: Matthew Libatique; Productora: Fox Searchlight Pictures, Phoenix Pictures; Duración: 108 min; Estreno: 18-02-2011
Era un estreno esperado, así como el papel que encumbraría a Natalie Portman a la cima en Hollywood. Suele ocurrir que, acusados cambios de imagen, aumentos de talla o la perdida de unos tantos kilos, en multitud de ocasiones han resultado definitivos en el camino al Oscar. Aunque llevar a cabo un sobreesfuerzo para conseguir cambios físicos radicales, no está exento de merito, es una pena que haya que llegar al límite de la anorexia, o por el contrario, engordar hasta quedar casi irreconocible, para que público y crítica lleguen a ver al actor. Cisne Negro viene a ser un titulo relevante por muchas razones; una de ellas resulta ser por el personaje adjudicado a una Natalie Portman que ya viene demostrando su talento durante más de una década.
En el film, uno de los títulos más esperados del año antes de su estreno, todos esperaban ver el producto del esfuerzo físico y psicológico de una Portman llevada hasta la extenuación. El resultado está en consonancia con su papel. Nina, la protagonista de esta historia, es una joven bailarina clásica, a la que obsesiona la perfección técnica. Su objetivo inmediato: ser la elegida como Reina Cisne.
A través del personaje de Nina, el director Darren Aronofsky, escribe su propia versión de El lago de los cisnes, en la que la fábula se transforma en un tormentoso salto hacia la destrucción, dentro de un universo tan bello y hostil como es la danza clásica. Una disciplina, la del ballet, cuya técnica obliga al cuerpo a funcionar contra su propia naturaleza y la gravedad misma, consiguiendo el espejismo de la ligereza. Adaptar a un cuerpo que fue, en origen diseñado para otras funciones, obliga a una transformación, que no se consigue sin que medie el dolor. Un dolor que sólo se soporta, motivado por el deseo y la obsesión.
Cisne Negro es también un film de terror psicológico en el cual, una mente frágil como la de Nina, se resquebraja como el cristal al sobrecargar la resistencia de su propia máquina. La búsqueda del reconocimiento artístico le lleva, esta vez, a un proceso de “psicomorfosis” y a la autodestrucción.
Barbarah Hersey, actriz con intermitencias en la gran pantalla, interpreta una madre muy similar a la que en su momento encarnó Piper Laurie en Carrie , la cual sobreprotege a su hija como a un juguete de cristal. Una madre castrante, que ha vetado la sexualidad de su propia hija, eliminando las fronteras de la intimidad e incluso creado aversión hacia el sexo opuesto. Nina, queriendo escapar del presidio maternal, se encontrará atrapada en la ilusión de un cisne, que terminará quebrando su mente y asesinándola.
Otra vez más, Aronofsky, nos adentra en el interior de unos personajes que bordean los límites de la marginalidad. Estos tienen en común la carga de tener que soportar su dolor con buena cara, ocultando ante los demás la vertiginosa caída a la que se enfrentan. Al igual que en El luchador, su anterior film, debajo de la superficie, de la piel, del cuerpo perfecto y de los virtuosismos, si nos acercamos lo suficiente, podemos encontrarnos con seres llenos de de fracturas físicas y psicológicas.
La psicología contenida del personaje se manifiesta en gran parte a través de pequeñas pero significativas autolesiones con las que, inconscientemente, Nina escribe su cuerpo. Viene a la memoria aquel retrato que, Michael Haneke, con narratividad fría y escalofriante, hacía sobre La pianista. Heridas superficiales mediante las que comienza a intuirse un interior, minado por la losa de la autoexigencia en un mundo sin promesas de amparo.
Cisne Negro es también una historia de juguetes rotos; como lo es la diva destronada que interpreta Winona Ryder, mediante la que parece anticiparse el fatum trágico de la protagonista. De la misma manera, la música de Tchaikovsky llega a introducirse en su mente, convirtiéndose en la música interna que marcará su pulsión trágica. Si en ciertas ocasiones la partitura se hermana con la danza, creando imágenes de indudable belleza, en otras, se adhiere a su mente como parte de su obsesión; de una enfermedad viral. A través de la particularidad del personaje de Nina, también se esboza la acusada lucha por la permanencia, inherente a un micromundo tan marcado por la hostilidad y fuertes rivalidades, como es la danza. Una pasión irracional que obliga a quemar todos los resortes posibles, para llegar a una gloria con fecha de caducidad.
MÁXIMO CRECIENTE
miércoles, 27 de abril de 2011
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