Hay cosas que todavía pinchan, hay cartones de leche caducada que nos empeñamos en beber a pesar de saber que es algo inútil, algo que nos hará vomitar y morirnos por dentro. Hay cosas que huelen a podrido, a capítulo acabado, hay cafés demasiado dulces o con aroma a chocolate blanco, hay copas vacías en bares vacíos con gente vacía. Hay reductos del alma que pintar con rotuladores negros, negro sobre negro y más negro sobre ese negro caduco.
Hay la vida con sus neuras neurosis psicosis pastillas para dormir y cera en el pelo. Y esa otra vida que es la que no contamos. Hay letras que se escriben en vasos de ron y otras que mueren en el último tercio de una tarde de primavera. Hay te quiero importantes como una sombra y otros que se dicen en un apretón de piernas. Hay carcajadas, miradas adolescentes, orgasmos múltiples y corridas en tapicerías de cuero.
Hay lo que olvidamos y lo que dejamos caer, hay carreteras sin salida y desvíos a nivel, hay amigos de una noche y noches llenas de amigos, hay amigos de amigos, gente que conocemos un día y nos olvida al siguiente, hay cuentas hacia atrás, hay promesas de última hora y de primera, hay buenos y malos, hay esperanzas y desengaños y visitas a la taza del váter y puñetazos en paredes y comida japonesa y paseos por calles ruidosas. Hay un transcurrir lento de todo y de nada, y hay prisas y nada que comer. Hay drogas y otoños de hojas caídas y botones sin ojal y amores que caducan y otros que no empiezan. Hay mensajes sin abrir y mensajes con mentiras. Hay libros y copas de vino y ordenadores portátiles y vidas portátiles y sentimientos portátiles que guardar en un bolsillo hasta perderlos. Y luego hay lo que somos y lo que creemos ser. Y las cosas casi nunca huelen felices.
lunes, 20 de diciembre de 2010
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