viernes, 31 de diciembre de 2010
OJOS QUE NO VEN... (Crítica Biutiful)
Interpretes: Javier Bardem, Maricel Álvarez, Diaryatou Daff, Cheng Tai Shen, Luo Jin, Guillermo Estrella
Guión: Alejandro González Iñarritu, Armando Bo, Nicolas Giacobone
Fotografía: Rodrigo Prieto
Música: Gustavo Santaolalla
Productora: Menageatroz, Ikiru Films
Género: Drama
Nacionalidad: España, Méjico
Duración: 147 minutos
Estreno: 3/12/2010
Para contemplar la belleza hay que tener los ojos bien abiertos, porque puede encontrarse escondida detrás de las ortigas.
Biutiful es una historia sobre realidades a las que las sociedades del primer mundo permanecemos indiferentes; de los gritos que se vuelven silenciosos a nuestros oídos sordos y las lágrimas invisibles a nuestros ciegos ojos. Miramos hacia el televisor, indiferentes, las noticias de países lejanos. Tal vez dejamos salir un leve suspiro casi imperceptible y olvidamos lo que hemos visto al pasar a la siguiente noticia. En nuestras propias calles, todo ocurre a tiempo real, oculto a nuestros ojos. El tercer mundo esta al otro lado de la pared. También la muerte.
En esta producción confluye el trabajo de tres grandes talentos en diferentes disciplinas, dando lugar a un resultado homogéneo y diferenciador. Estos talentos son el director y guionista Alejandro González Iñárritu, el actor Javier Bardem y el músico Gustavo Santaolalla. Los tres plasman en su composición un largo adagio impresionista. Un ritmo constante entre la compresión y la descompresión; fluidez de las sensaciones para luego volverlas a contener en el distanciamiento. De la misma manera los sonidos también son intimistas, como lo es el latir de los protagonistas en sus abrazos, que registran por un micrófono pegado al pecho, el roce de las ropas y la pulsión del corazón. Dice mucho de esta percepción impresionista que el mismo Director confiesa haberse topado con el germen la historia acto seguido a escuchar el “Concierto para piano en Sol Mayor de Ravel”.
Iñaritu demuestra una vez más que no sólo es buen guionista. Es también un hombre de cine; un cineasta con nombre propio; un artista con un conocimiento real sobre el medio, tocado por una intuición y sabiduría de la que muy pocos están verdaderamente dotados. En sus películas, y sobre todo en las dos últimas, se encuentra manifiesto su conocimiento sobre los mecanismos narrativos y visuales.
Iñaritu, viajante desde su juventud, es un eterno inmigrante que navega entre lo extraordinario y lo puramente íntimo. En Babel unía en la misma historia dos continentes, cuatro países lejanos, cuatro culturas, cuatro lenguas distintas. Cansado de la empresa que supuso este rodaje, en Biutiful rescata los mundos remotos y añade el de la muerte, llevándolos a lo local y centrados en un solo personaje que es el hilo conductor.
Biutiful es una tragedia intimista, condensada mediante innumerables planos cortos que transportan al interior del personaje. Posiblemente la inserción de planos generales sean utilizados para fotografiar la multitud de personas inmigrantes que sufren los efectos desiguales de un paraíso inexistente. Tal es el caso del plano en el que yacen los cuerpos de los inmigrantes chinos esparcidos a los largo de una de las playas de Barcelona. Una panorámica de cadáveres en el campo de una silenciosa batalla así como de la persecución de los que tan sólo quieren sobrevivir.
En Biutiful podemos ver una sociedad que explota a los que vienen de lejos, pero también a los suyos, tanto en lugares remotos como dentro de su propio país (algo de lo que no estamos tan alejados en España). Este es el caso de la emergente economía china en el mundo global.
El personaje de Uxbal, encarnado con maestría por Javier Bardem, es un inmigrante en su propio país, como otros tantos llamados “charnegos”. Uxbal es a su vez victima y verdugo, buen samaritano y explotador, un intermediario que oscila entre la vida y la muerte, entre lo cotidiano y lo sobrenatural, un rey local siempre tocado por la marginalidad. Uxbal es, en esta historia, la conexión con los mundos de los que occidente o el primer mundo no quiere saber.
El primer mundo, cada vez más, engloba sociedades de fríos tanatorios que no vela a sus muertos. Individuos que se tapan los ojos en un hospital ante la presencia de la sangre y los abre de par en par en la sala oscura ante un film de terror y vísceras. La muerte y la miseria se vuelven aceptables si son tratadas como espectáculo, detrás del cristal o la barrera.
En Biutiful podemos encontrar escenas de una angustia tal que superan al vacío de las tantas producciones del género de terror. El contacto con la muerte es en cierto momento del metraje, terrorífico a la vez que emocional y mágico. Una mezcla de sensaciones por las que ya vale la pena ver el film.
Es posible que castigar a personajes trágicos con una enfermedad como el cáncer sea un recurso bastante utilizado en nuestros tiempos. Pese a todo, en esta historia no de habla del cáncer, ya que no se menciona en ningún momento, sino de la enfermedad de la sociedad. El padecimiento del personaje de Uxbal es un viaje hacia la muerte a ritmo de réquiem, camino de la redención.
MÁXIMO CRECIENTE
martes, 21 de diciembre de 2010
SIN SANGRE EN LAS VENAS. Crítica Drácula
En esta versión del más famoso vampiro de la historia, el dramaturgo Ignacio García May realiza un ejercicio de depuración sobre el mito. Tal y como si saliese de un salón de belleza, se la han eliminado aquella capa tan pasada ya de moda, se le han limado las unas, arrancado los comillos, limpiado cualquier resto de sangre, eliminado el erotismo, y lo que es más importante en su hazaña: extermina el género que le dio a conocer.
Es entonces cuando, como espectador, uno llega a preguntarse: ¿Si el autor no quiere hablar de la esencia de Drácula, por que no habrá elegido otro tema?
En esta versión García May nos adentra en una visión chejoviana del mito aunque conservando cierto tinte romántico. Una puesta en escena en la que se vale de lentos diálogos declamados desde el más puro hieratismo de sus interpretes, los cuales se ven empequeñecidos por la amplitud de la escenografía. Alicia Blas, la escenográfa, realiza un ejercicio de limpieza vistiendo el escenario mediante grandes y altos paneles verdes que parecen crear sensación de angustia y desequilibrio. Si bien, esa sensación contribuye a la historia, también hace al espectador temeroso de que uno de estos paneles caiga encima de alguno de los actores, sin mucha sangre en las venas como para salir corriendo. Es en la dirección sobre la que recae el estatismo de los mismos, ya que da la sensación de que se les ha dirigido como a soldaditos de plomo, bien aferrados al suelo del escenario, no vaya a ser que se escapen. De todos ellos puede rescatarse a José Luis Alcobendas, en el papel de Drácula, el cual se salva, pues parece que se ha dirigido el solo.
Un mito tan fuerte como Drácula está inevitablemente ligado a su género. Si bien parece acertado deshacerse de los dientes, la niebla, los aullidos, los colores oscuros y toda esa imagineria a la que la Hammer nos tenía acostumbrados, no lo es tanto eliminar la esencia de lo puramente siniestro, del erotismo y de la sangre, ambos tan ligados al espíritu romántico.
El mito debe ser reconocible sin que para ello haga falta tener que enunciar el nombre “Drácula”, aunque sea el mito depurado. Dejando de lado la alquimia del Profesor Abraham Van Helsing enamorado de las ciencias ocultas, en esta versión se nos adentra en el misterio desde la visión freudiana de un psicoanalista en practicas.
Sobriedad máxima, que con los arreglos de Ana Sebastian, también estampa el vestuario de los personajes. Un detalle que, a decir verdad, hace un favor al personaje de Drácula, en el sentido de que ha sido esmeradamente tratado, pues marca la diferencia de lo extraño, a la vez que la elegancia de un hombre de otro estrato y cultura. En el vestuario todo es mesura. Hasta que de pronto aparece el personaje de Lucy-muerta enfundada en un vestido que ni los de Ágata Ruiz de la Prada. “!Jande mooor!” ¡Parece que en el otro barrio deben pasarlo bastante bien!
Sobre si en esta ambiciosa producción del Centro Dramático Nacional existen hallazgos, que es de lo que parece tratarse, haberlos hailos. También los hay en montajes con mucho menos presupuesto.
En fin. Para la próxima habrá que ver quien nos sale con “Fiebre del sábado noche” a lo Chejov. Otro hallazgo similar sería presenciar a un Tony Manero que se alivia bailando polkas.
Dramaturgia y dirección: Ignacio García May.
Intérpretes: Eduardo Aguirre, José Luis Alcobendas,
Rocío León, Rafael Navarro, José Luis Patiño,
Iñaxi Rikerte, Rosa Savoini Xenia Sevillano.
Música: Eduardo Aguirre de Cárcer.
Escenografía: Alicia Blas.
Iluminación: Luis Perdiguero.
Vestuario: Ana Sebastián.
Del 3 de diciembre de 2009 la 10 de enero de 2010
MÁXIMO CRECIENTE
"La aurora de Nueva York gime"
Enrique Morente se ha muerto a los 68 años después de darle la vuelta al mundo, después de saltar del Albaicín a la Séptima Avenida, de Granada a Nueva York. Y todo porque nunca cantaba igual. Se empeñó en aprender, fusionar e investigar, una vez más, todo lo que pudo. Cantó a Lorca a Cohen, se dejó tocar la batería y el bajo. Cantó con su hija, con sus amigos, solo.
La grandeza del inconformismo hizo de él un no gitano ecléctico capaz de llevar su repertorio hasta el Carnegie Hall. Para ser criticado por los puristas, que consideraron y considerarán que su camino no provocaba más que la destrucción de las raíces, y para ser aplaudido por neófitos y compañeros, que consideraron y considerarán que gracias a él, el flamenco tiene pulso.
lunes, 20 de diciembre de 2010
Lo que importa y todo lo demás
Hay la vida con sus neuras neurosis psicosis pastillas para dormir y cera en el pelo. Y esa otra vida que es la que no contamos. Hay letras que se escriben en vasos de ron y otras que mueren en el último tercio de una tarde de primavera. Hay te quiero importantes como una sombra y otros que se dicen en un apretón de piernas. Hay carcajadas, miradas adolescentes, orgasmos múltiples y corridas en tapicerías de cuero.
Hay lo que olvidamos y lo que dejamos caer, hay carreteras sin salida y desvíos a nivel, hay amigos de una noche y noches llenas de amigos, hay amigos de amigos, gente que conocemos un día y nos olvida al siguiente, hay cuentas hacia atrás, hay promesas de última hora y de primera, hay buenos y malos, hay esperanzas y desengaños y visitas a la taza del váter y puñetazos en paredes y comida japonesa y paseos por calles ruidosas. Hay un transcurrir lento de todo y de nada, y hay prisas y nada que comer. Hay drogas y otoños de hojas caídas y botones sin ojal y amores que caducan y otros que no empiezan. Hay mensajes sin abrir y mensajes con mentiras. Hay libros y copas de vino y ordenadores portátiles y vidas portátiles y sentimientos portátiles que guardar en un bolsillo hasta perderlos. Y luego hay lo que somos y lo que creemos ser. Y las cosas casi nunca huelen felices.
lunes, 13 de diciembre de 2010
Noche improvisada
Espectáculo de improvisación.
Intérpretes: Alba Soto, José Casasus, Miguel Ángel Rodríguez, Juan Gutiérrez, Yago García, entre otros.
Lugar: Los Jacintos
La respuesta a la temida pregunta, "¿qué hacemos esta noche, que hace frío?", es bien sencilla. Además de encender la chimenea, intentar reproducirse o salir a correr, puede uno sumergirse en lugares como Los Jacintos, recinto de dudosa legalidad, pero de encantador y cultural ambiente.
Por el módico precio de 3 euros, y junto a una cerveza comprada en el chino, se puede disfrutar de espectáculos como Tablero 37, de Quilosá Teatro. Los dados marcan la casilla, el número de casilla la prueba a realizar y el presentador elige los participantes de entre un grupo de actores. Es importante señalar la participación del público, compuesto por amigos de la compañía, gente extraña y fans incondicionales, que resulta tan divertida como la imaginación de los propios intérpretes. No se asuste, también es posible permanecer inactivo en un rincón.
Es posible reírse, olvidarse de que el juego del tablero dura dos horas y obviar la incomodidad del asiento. Todo gracias a la agilidad mental, la comicidad y la pericia de los actores que integran la compañía. Otra compañía de amigos con formación multidisciplinar que demuestra, no sin la aportación del local, que sigue siendo posible hacer y ver teatro sin parafernalias y sí, por desgracia para ellos, sin cobrar. Sin duda, se merecen un bolo.
Gran pérdida para el teatro clásico
Urdiales, licenciado en Medicina, había tenido su primer contacto con el teatro universitario a la vez que estudiaba la carrera en su ciudad natal. Posteriormente compaginó su faceta de médico y su trabajo como actor en diversas compañías de Castilla y León. Al poco decidió abandonar todo lo demás para dedicarse a la suya propia, fundada en 1982, y una de las más importantes en la escena castellana: la compañía Teatro Corsario. Para ella dirige todos los espectáculos excepto los de títeres, y actúa en sus propios montajes hasta 1993.
A los cuatro años de la creación de Teatro Corsario, comienza sus escarceos con el clásico español, estrenando un montaje sobre los Pasos de Lope de Rueda, más o menos al mismo tiempo que la puesta en escena por Adolfo Marsillach de El médico de su honra de Calderón, en 1986, en la sede madrileña de la entonces recién fundada Compañía Nacional de Teatro Clásico. Desde aquel momento las incursiones de Teatro Corsario en nuestro gran legado teatral fueron bastante frecuentes. En el listado de obras se encuentran cuatro de Calderón de la Barca, dos de Tirso de Molina, un montaje con entremeses barrocos, y cuatro comedias de Lope de Vega. También estrenó un montaje inspirado en la imaginería barroca castellana titulado Pasión, narrando algo tan ligado al teatro como la Pasión de Cristo. El resto de autores están bastante distanciados entre sí, como Peter Handke y Arcipreste de Hita, o Antonin Artaud y Jardiel Poncela.
Puso en escena, siempre con Teatro Corsario, casi 30 espectáculos, y fue también impulsor y director desde su creación en 2006 del Festival de Teatro Clásico de Olmedo, en la localidad vallisoletana del mismo nombre. Este año 2010 había dirigido para su estreno dentro de la 5ª edición del Festival Olmedo Clásico, el que iba a ser su último trabajo, precisamente El caballero de Olmedo, de Lope de Vega, consiguiendo con él su último galardón: el premio concedido por el público al mejor montaje. Su pretensión era que cada año en el Festival se estrenase un montaje distinto de esta obra, no necesariamente en lengua castellana. Otros premios en su haber son el Premio Max Revelación por La barraca de Colón en 2007, y el Premio Castilla y León de las artes 2004.
Teatro Corsario mostrará en gira por España aún en el 2011 dos espectáculos dirigidos por Urdiales: El caballero de Olmedo, y Pasión, como legado de este gran hombre de teatro.
nico guau
Los abrazos que duelen
La máquina de abrazar de José Sanchis Sinisterra. Sala: Guindalera. Actrices: Elia Muñoz y María Pastor. Espacio Escénico y Dirección: Juan Pastor. Producción: Teresa Valentín Gamazo.
Lo que más detestaba de niña Temple Grandin era un buen abrazo. Sobre todo si se lo proporcionaba espontáneamente algún ser querido. Algo que cualquier persona no aquejada de autismo agradecería, de no estar estresada, enfadada o simplemente poco cariñosa. Hoy Temple Grandin, prestigiosa Científica Animal se deja fotografiar rodeada de fans en actos públicos. Lo que demuestra que el autismo, como cualquier otra condición puede ser un punto de partida en vez de una limitación. Temple Grandin sustituyó los abrazos convencionales por la presión mecánica de una máquina destinada a aplacar el nerviosismo del ganado. Parecía tener más en común con los animales a los que visitaba en la granja de su tío, que con las personas con las que se encontraba obligada a convivir a diario. Hizo de esta circunstancia un modo de vida. El caso de Temple Grandin es recogido por Oliver Sacks, neuropsicólogo y escritor, en el libro Un Antropólogo en Marte.
Oliver Sacks hace de su terapia y de sus pacientes carne de ficción, como haría Sigmund Freud con sus famosas histéricas. A su vez el dramaturgo Sanchis Sinisterra, llevará a las tablas uno de estos casos como en su momento fue llevado El extraño caso de Dora.
El extraño caso de Temple Grandin, cargado poesía y lirismo, es retratado por el célebre dramaturgo, en una de sus últimas obras: La máquina de abrazar. El mecanismo dramático que presenta Sanchis Sinisterra en esta obra recuerda al diseñado por Juan Mayorga en Copito de Nieve. Dos personajes: un monstruo, en el mejor calderoniano sentido de la palabra, y su custodio. Encarnados en la obra de Sanchis Sinisterra, por una psicóloga neurótica y una lúcida paciente autista, valga la paradoja. Ambas exponen su caso en un ciclo de conferencias dónde se tratan asuntos de mucha más envergadura y sobre todo de mayor trascendencia económica. Tienen también estos dos personajes algo de Quijote y Sancho Panza persiguiendo su particular quimera. Sanchis Sinisterra gusta de utopías como demuestra en Ay Carmela o la recién reestrenada El Cerco de Leningrado.
Juan Pastor apuesta por una escenografía austera: un par de sillas y un atril de metacrilato, además de una pantalla dónde Iris va proyectando imágenes de sus queridos animales y plantas. El resultado es cierta atmósfera beckettiana, tan particular como el paisaje interno de su protagonista. Mayor cantidad de elementos habrían despistado la atención de la verdadera escenografía: el despliegue interpretativo de las actrices. Cabe destacar la magnífica e intensa actuación de María Pastor que a partir de tres sencillos rasgos que le sirven de base, un guiño, un movimiento de manos y una cadencia ronca, compone un personaje conmovedor no por ello exento de sentido del humor.
A lo largo de la obra paciente y psicóloga empequeñecen ante un mundo agresivo y cada vez más amenazador que va demasiado deprisa. Demasiado para la gente como Iris que posee otro sentido del tiempo. Entre tanto Iris se ha dejado abrazar en los momentos de mayor estrés por la máquina, sabiamente sugerida detrás de una pantalla. Máquina que funcionará como metáfora del aislamiento afectivo que no sólo sufre Iris, sino todos los que vivimos proyectándonos al futuro en vez de vivir el presente y pensando en cómo tener cada vez más en menos tiempo.
A medida que se quedan solas se van mirando la una en la otra, en un efectivo juego de espejos, para descubrir finalmente que tienen mucho más en común y están mucho más solas de lo que pensaron en un principio.
Después de un emotivo final, el público se rindió en un cálido aplauso ante este espectacular dúo tragicómico.
Ana María García
domingo, 12 de diciembre de 2010
ASÍ DA GUSTO QUE TE DETENGAN. Crítica policial
Para los que debido a nuestro lugar de residencia, estamos acostumbrados a presenciar robos, asaltos con intimidación u otros tipos de delitos, Eusebio marca una gran diferencia.
Y es que hay que ver lo bien que detiene este hombre.
Arresta con autoridad. Aunque con una suavidad tal, que parece que las eposas te entran como la seda. Reprende y alecciona, aunque con tanta sabiduría que uno no tiene fuerzas para contradecirle. Más bien dan ganas de pedirle que te de un buen mamporro. Y es que en esta vida se establecen contactos mínimos en los que de manera esporádica bien puedes sentir que has encontrado a tu amor platónico.
Desde que Eusebio entro en acción, se han producido notables cambios en el distrito. La fauna propia del barrio ha perdido los papeles con tal de tener un contacto con el policía. Pijas, mujeres de mediana edad, camellos de alto standing, gays freelance con sus perros híbridos y heterosexuales que no se enteran, componen hoy en día el perfil de la nueva delincuencia.
Las señoras de bien, asaltan a sus propias vecinas solo por el placer de ser detenidas. Eusebio no da abasto con tanta libido criminal, ansiosa por un contacto policial esporádico. Eusebio Palanca, un modesto funcionario, se ha convertido en las últimas semanas en el ajusticiador poético-sexual de la clase acomodada.
¡Qué fácil sería emprender una carrera criminal si todos los funcionarios fueran así!
De momento el barrio tiene a Eusebio. Lo malo es que el nivel de delincuencia esta creciendo desorbitadamente entre las clases altas. Las señoras se roban el botox y se arrancan los hilos de oro las unas a las otras. Un espectáculo de clones de Palomas San Basilio arrancándose la piel a pedazos. Todo por un poquito de calor policial. Honestamente, la realidad que rodea a este distrito no puede ser más preocupante. Por el momento, la mejor estrategia para erradicar esta delincuencia de alto standing es destituir al señor Palanca. Por esto mismo conviene asistir por los alrededores del distrito de Chamberí antes de que el espectáculo termine sin prórroga posible. Si es que uno no puede ser tan bueno en lo suyo.
MÁXIMO CRECIENTE
Lugar: Alrededores del barrio de Chamberí
Hora: Todos los días de la semana de 00:00h a 23:59h. O bien hasta que acabe la delincuencia.
*Nota: Es importante permanecer atento a los días de libranza de Eusebio.
UNA VIDA AZAROSA PARA UN MONTAJE MEDIDO
Con Beaumarchais asistimos a un montaje en el que convergen tres hombres de la escena. De esta manera Flotats hace carambola uniendo su prestigiosa trayectoria a la de dos hombres del teatro, llevando así a escena la obra póstuma del dramaturgo Sacha Guitry sobre la vida del controvertido Beaumarchais; ambos con numerosos paralelismos en su vida social y creativa.
“Libertad” para elegir un texto que nunca llegó a ser estrenado e “independencia” para dirigirlo e interpretarlo como Guitry solía hacer con sus `propias obras. Libertad e independencia son a su vez dos de las máximas sobre las que se proyectó la vida del polifacético Beaumarchais. Ideas que mediante su mordacidad e ironía supo plasmar en sus dos más famosas obras: “El barbero de Sevilla” y “Las bodas de Fígaro”, por las que continúa siendo recordado como dramaturgo. Dentro de estos textos se hallaban el germen de lo que, años más tarde daría lugar a la revolución francesa y americana.
A modo de comedia, la obra de Guitry es una pasarela por la que desfilan personajes históricos; un museo de cera viviente compuesto por viñetas en las que se plasman escenas ficcionales que pudieron tener lugar en la fragua de los relevantes cambios que tuvieron lugar en la vida política e histórica de Francia y Estados Unidos.
Si bien por una parte resulta curioso ver aparecer a tantos personajes reconocibles como si de un parque temático se tratara, la estructura dramática queda empobrecida debido a la carencia de unión y acción en las escenas.
Con el trabajo de Flotats, esa libertad que le fue otorgada queda mermada en el resultado, ya que queda la sensación de estar viendo un montaje muy costoso y cuidado para una puesta en escena poco arriesgada. Cuidado en lo que al impecable reparto se refiere; poco arriesgado al avalarse con conocidos profesionales del teatro para reducir riesgos. Tales profesionales son los pícolos italianos : Ezio Frigerio, que en esta ocasión se ha valido de simples y llanas proyecciones de las imágenes tomadas por el fotográfo Mássimo Listri sobre un escenario casi desnudo a modo de los telones pintados que ambientaban las escenas en la Commedia dell’arte y el esmerado vestuario de Franca Squarciapino.
Podría considerarse que Beaumarchais es una comedia donde, aunque se encuentran dosis de fina ironía, no existen situaciones cómicas. Es en la dirección de los actores donde puede hallarse la comicidad. De los treinta y dos interpretes que dan vida a más de sesenta personajes cabe destacar la interpretación del propio Flotats, que caracteriza al personaje de Beaumarchais con un tono entre la frivolidad, el refinamiento y la burla de un secundario de revista, así como el trabajo de María Adánez, Raúl Arévalo con el ambiguo y Caballero d’Eon en una de las mejores y cómicas escenas de la obra y Constantino Romero en el Papel de Benjamin Franklin en otra gran escena de juego idiomático.
Con todo merece la pena asistir a la dramatización de la vida de unos de los hombres más envidiados, admirados y odiados de su época y la suma de la encarnación de otros tantos personajes que tuvieron relación directa o indirecta con Beaucharchais.
Beaumarchais de Sacha Guitry.
Dirección de Josep Maria Flotats.
Teatro Español de Madrid. Hasta el 23 de enero de 2011.
MÁXIMO CRECIENTE
miércoles, 1 de diciembre de 2010
Sin preámbulos
Fui al teatro, pero por una confusión, no pude entrar. No hubo forma de ver la función. Así que paseé calle arriba, calle abajo, sin saber qué hacer. Y a los cinco minutos visité una librería de teatro, y de ello hablé con el librero. Hojeé algunos libros, le pregunté por otros, dispuesto a comprarlos si los tuviera; ya que no había podido entrar a ver la función, quería irme con algo bajo el brazo, preferiblemente barato y pequeño. Pero aquel hombre no tenía nada de lo que le pedía, sólo una conversación inagotable. Y de repente entró en la tienda una señora que yo conocía, la madre de un amigo. Salí con ella mientras me decía que no había podido ver la obra de las 8 y media, la siguiente a la que no pude ver yo, que era a las 8 de la tarde. Así que allí andábamos los dos, sin teatro. Sin nuestro vicio. Y de repente ella dijo la frase clave: "¿nos tomamos algo?" Yo contesté que por supuesto. Y fuimos a un sitio que conocemos ambos bastante, un bar al que va el público (que siempre tiene razón), después de ver la función en diversos teatros de sus alrededores. También van lo actores, y se puede ver muchos a eso de las 10 de la noche. Y entonces, allí, a la barra del bar con un vaso en la mano, me percaté de algo importante, muy importante para mí, algo que iba a cambiar mi concepción del mundo. Me di cuenta de por qué me gustaba el teatro. Tantos años intentando descubrir si lo que me movía eran sus argumentos, sus actrices y actores, sus personajes trágicos o cómicos, el hecho teatral en vivo que es distinto cada día... Nada de eso. Tampoco era la pasión que algunos ponen en llevar a cabo sus proyectos, ni el verme reflejado en un personaje o identificarme con un rasgo de algún otro, o reír allí dentro, o llorar, o salir purificado, renovado... Ni aprender de lo que les sucede a los personajes para no repetirlo. Ni me gustaba la música, los decorados, o la estética de algún espectáculo concreto. NO. Lo que verdaderamente me hacía feliz del teatro era: el bar, tomar algo, la charla sobre lo que se ha visto y lo que no, el momento de después, ¡¡¡LO QUE ME GUSTABA DEL TEATRO ERAN LAS CAÑAS!!! No me lo podía creer, tantos años engañándome a mí mismo, intentando creer lo que no es, tratando de alcanzar imposibles... Habíamos ido a tomar algo directamente, sin preámbulos, sin tragarnos el tostón de turno. Ahora me lo explico todo, ahora comprendo la necesidad que tengo de ir cada tarde al teatro. Maldición, ¿cómo no me di cuenta antes?... La madre de mi amigo me dio la razón cuando se lo conté. Estaba totalmente de acuerdo, se dio cuenta de que pensaba lo mismo que yo. Exactamente lo mismo. Y ahora que escribo esto, pienso que seguro que no somos los únicos.
nico guau