Blog de la asignatura Crítica Teatral 2

impartida por Juan Antonio Vizcaíno


viernes, 12 de febrero de 2010

Ya soy parado

Hace tres meses me inscribí en el INEM. Lo primero que tuve que hacer fue una larga cola, pero conocí a buena gente allí: Vladimir, Tania y Álvaro. Aquel lunes a las 11 de la mañana me dieron una tarjeta amarilla, idéntica a la de mis compañeros de cola que, a día de hoy, son mis grandes camaradas. Al salir se me acercó Álvaro (polo fred perrys, zapatillas adidas) y me preguntó si tenía algo que hacer después. “Buscar trabajo”, le dije. Entonces, escuché unas risas a mi espalda – eran Tania y Vladimir -. “Vámonos de cañas”, me dijo Álvaro. “Ya eres parado”, dijeron los otros. Así que volví a casa a las ocho de la tarde cantando una canción punk que habían compuesto mis amigos ingeniosamente, en un par de minutos. Se titulaba “Ya soy parado”.
Nada más abrir la puerta, mi novia me cortó el rollo. Estaba de brazos cruzados y me miraba de esa manera… Me provocó unas nauseas incontenibles y vomité en la alfombrilla de bienvenidos. Creo que luego me gritó pero no estoy muy seguro. Lo siguiente que recuerdo es una llamada de teléfono, a las cuatro de la tarde, de Tania. Decía que soy un tío enrollado y que si nos íbamos otra vez de cañas. Yo le dije que no, que mi novia iba a volver en una hora y además tenía un dolor de cabeza espantoso. “La resaca se quita con cerveza”, dijo Tania. Escuché risas de fondo. Eran Vladimir y Roberto. Deduje que ya estaban en el bar esperándome. Tania insistió: “No tienes nada que hacer, tío, estás en paro, bájate, sólo un rato”. Así que me vestí y volvimos a hacer calvos por la calle y a cantar “Ya soy parado”.
Desde que soy parado me siento joven de nuevo. Pertenezco a un grupo. Soy un antisistema. Nadie me impone las reglas. Soy libre.
Desde que soy parado he vuelto a recibir la paga de mis padres y, una vez más, me la gasto en drogas, tengo un grupo de música y, al volver a casa, broncas.
Qué bonito es no tener responsabilidades, qué fácil volver a la adolescencia (los mejores años) a los treinta ¡Es una pena que todavía haya gente que esté manteniendo el país y se lo pierda! Cada noche (o mañana), después de vomitar la cogorza del día, le sugiero a mi novia que se haga del club, que sólo necesita una tarjeta amarilla que diga “Ya eres parado”. Ella, sin embargo, me mira con ojos tristes y me sugiere que me calle. Es una petarda acomodada.

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